Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de octubre de 2010 Num: 817

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La pasión del reverendo Dimmesdale (la carta escarlata)
ROGER VILAR

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

Escritura y melancolía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

La política económica
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Leonard Brooks y un mural de Siqueiros
INGRID SUCKAER

Heinrich Böll y la justicia
RICARDO BADA

Relectura de un clown
RICARDO YÁÑEZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Dramafilia
MIGUEL ÁMGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Jorge Moch
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Periodística encíclica sobre la cibernética

Para Antonio Alatorre, in memoriam

En dialéctico ejercicio de contradicciones a lo vertido en estas páginas hace una semana –o sea, en exhibición impúdica de la ciclotimia que se abate sobre el autor de estas líneas como la multiplicada lápida del Pípila– hay que compensar la anterior y furibunda defensa del papel periódico con una ponderación de las nuevas tecnologías de la información que revolucionan la vida diaria y hasta la evolución de la especie humana al adaptarse, según el canon de Darwin y Wallace –a quienes este aporreateclas menciona sólo para hacer rabiar a un científico y verdadero racionalista amigo suyo que desespera cuando un lego alude a los padres de la ciencia moderna– a los usos y costumbres del homo cyberneticus, o sea este nuevo eslabón que somos, perdidos en el limbo de los fractales universos que brotan de las computadoras del mundo: un hombre nuevo, informado hasta la náusea y al instante y por ello con la atención más dispersa que mangosta en termitero, y sujeto, además, a una serie de cambios fisiológicos que acusan ante todo ah, musa dialéctica, diosa de la modernidad, un dilecto sedentarismo en aras de la velocidad de la luz a la que, con ese don de ubicuidad hasta hace poco potestad exclusiva de dios, el hombre sin movimiento más allá de los ojos fijos en una pantalla y los dedos sobre el teclado o el joystick puede saberlo todo, estar en cualquier lado deste mundo y de otros que no existen más que en la calenturienta mente de sus creadores y suscriptores, ya sean sitios virtuales de encuentro, redes sociales, mágicos universos paralelos o inframundos diabólicos donde ya no se entra para jugar, sino que se juega, según parece, para vivir. Este columnista, por ejemplo, difícilmente se para en una redacción de periódico, que debería ser como su segundo hogar, y goza trabajar desde la presunta anonimia geográfica del vasto mundo virtual. O sea echadote en su casa, cosa que mucho agradecen sus colegas, porque es un gordo llenecito de inconfesables manías.

Los cambios que llevan del homo sapiens a la supina aparición del homo cyberneticus serán consecuencia de la inmovilidad y de índole varia: psicológicos, como la inhabilidad creciente en el trato personal –el amor físico será virtual–; o fisiológicos, como la paulatina esteatopigia a la que está condenada nuestra especie: enormes nalgas que cebaremos hasta impresionantes sumas volumétricas con sólo pernoctar ante la computadora, cómodamente desparramados mientras pedimos online la entrega a domicilio en treinta minutos o menos lo mismo la compra del súper que una sabrosa oferta de comidas rápidas, desde lo muy nuestro, como los tacos y las tortas, hasta lo muy global, como las pizzas, las hamburguesas, un sabroso pollo a la griega o las delicadezas saturadas de sodio de la cocina oriental. Ello acarrea una por ahora imperceptible pero paulatina modificación del metabolismo humano, en que dejarán de ser importantes para el cuerpo las vitaminas, la fibra, los aminoácidos y las enzimas, para volver nutrientes esenciales el glutamato monosódico y las grasas saturadas. La sangre se volverá puro lípido y quizá seremos todos candidatos a una colostomía a los quince años; se reducirá la caja torácica –quién necesita respirar agitadamente, así que eliminaremos un pulmón– y en su lugar habrá acomodo para hígados, páncreas y bazos más chonchos que el omaso de una vaca, que es más o menos como nos veremos, rumiantes.

Pero de dedos agilísimos, siete en cada mano, y una visión perimetral que será la envidia de cualquier insecto, aunque perdamos la capacidad de enfoque, pero no importa porque cualquier computadora permite crecer el tamaño de las letras. Que también irán siendo innecesarias y pasaremos al lenguaje puramente audiovisual salvo honrosas excepciones, y llegará el día en que ya no necesitemos el teclado, sino un sistema de activación y seguimiento por voz o cosa parecida, y nuevas mutaciones nos harán prescindir de manos, si para entonces las computadoras se harán cargo de todo. Luego ni la voz será necesaria en realidad y bastará una conexión wi-fi directa con la corteza pre frontal del cerebro, y en un abrir y cerrar de ojos de la eternidad seremos cómodas orugas conectadas a computadoras que, desde luego, ya no tendrán esta forma ni esta función. Serán las dueñas. Las dueñas de una república de carnosas orugas que alguna vez fuimos otra cosa.

Que sería, en todo caso, quizá un futuro preferible a este presente de balaceras, extorsiones, secuestros y granadazos tan poco virtuales...