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En la práctica, los militares quedaron como garantes de la democracia, afirma Alberto Acosta

Sí hubo intento de asesinar al presidente Rafael Correa: economista de la Flacso

El movimiento indígena está dividido, asegura el antiguo mentor del mandatario y ahora opositor

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En imagen de archivo, Alberto Acosta, político de izquierda que impulsó la idea de la revolución ciudadana ecuatoriana
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 1º de noviembre de 2010, p. 26

Quito, 31 de octubre. Alberto Acosta toma su portafolio y se dispone a salir de su cubículo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), pues sus alumnos lo esperan en el salón de clases. Concluye la entrevista con La Jornada con una frase que resume, no sólo su rechazo a la vía golpista que estuvo nuevamente a punto de apoderarse de la escena ecuatoriana el 30 de septiembre, sino su deslinde ante la ambigüedad que mantienen organizaciones indígenas y progresistas frente al peligro que vivió ese día el proceso de cambio que, con sus luces y sombras, hubiera sido sofocado definitivamente por las armas, hace un mes.

Todo se puede hacer dentro de la constitución, nada al margen y menos en contra de ella.

Acosta es un político de izquierda que impulsó la idea de la revolución ciudadana ecuatoriana; un economista que vio en su discípulo Rafael Correa madera de líder y lo introdujo al universo del movimiento social que en 2006 finalmente conquistó la presidencia. Fue clave en la formación del partido Alianza PAIS y en la forja de la Constitución de Montecristi, una de las más avanzadas de Latinoamérica hoy en día. Es también crítico implacable del presidente.

La mancuerna Acosta-Correa se rompió en 2008. Fue una fractura que alejó del gobierno al sector social y a una parte de la intelectualidad progresista. A pesar de ello, el actual profesor de Flacso rechaza el alegato de quienes, contra toda evidencia, niegan que el 30 de septiembre se intentó derrocar, incluso asesinar la mandatario.

Se paralizó golpe al Estado

“Si no estuvo fraguado antes, sí hubo un intento de golpe después; más bien un golpe al Estado, porque lo paralizaron. Eso es lo que recomienda el teórico clásico de los golpes de Estado Curzio Malaparte en su Técnica del golpe de Estado, escrita en 1931.”

Voces antiCorrea, lo mismo desde la derecha que desde la izquierda o del movimiento indígena, ridiculizan la versión de que la vida de Correa estuvo peligro. Acosta afirma: Está probado hasta la saciedad: al presidente de la república se le quiso asesinar al final de la jornada.

Cita otro saldo aún más preocupante: las fuerzas armadas, omnipresentes en la vida política de Ecuador en el siglo XX, volvieron a ser el fiel de la balanza.

La nueva constitución les quitó a los militares ese rol. Su única tarea es garantizar la so- beranía nacional y la integridad territorial. En la práctica volvieron a ser actores dirimentes de la democracia.

–Con los elementos a la vista ¿cual sería el interés de negar esta evidencia?

–Fue un ensayo general. Los grupos golpistas ya pueden hacer su lectura: ¿cómo reacciona Correa? Ya le midieron ¿Cual es la capacidad de respuesta de su gobierno como grupo organizado? Muy limitada. ¿Cuál es la capacidad de respuesta de su movimiento político? Una gran maquinaria electoral con una muy pobre capacidad de movilización. ¿Cuál fue el papel de la Asamblea Nacional? Nulo. ¿Qué hicieron los líderes de PAIS? Perdidos en el espacio.

“El ensayo dio a los golpistas información muy valiosa. Y me temo que el próximo intento no va a ser un golpe de Estado como los que eran tradicionales. Un accidente en el que desaparezca el Correa y este proceso está terminado, no tiene futuro. (Hay un antecedente en el país: la muerte del ex presidente Jaime Roldós en un dudoso accidente aéreo en 1981).

–¿Qué dice esto de la naturaleza de la revolución ciudadana?

–Terminó descansando en un solo hombre. Nunca se planteó la necesidad de tener un líder indiscutible, menos con prácticas mesiánicas y personalistas a ultranza. Pero en la práctica eso es lo que se ha construido. Y no porque el presidente Correa lo haya buscado directamente, pero así es.

–¿Qué es esto que llaman socialismo del siglo XXI?

–Yo no veo tal socialismo, ni del siglo XXI. No estoy en contra del socialismo, al contrario, pero todavía no estamos caminando hasta allá. Lo que se ha hecho es reinventar el extractivismo del siglo XXI. Uno de los elementos fundamenta- les del plan de gobierno 2007-2011 tenía entre otros objeti- vos construir una economía diferente, no atada a la producción y exportación de bienes primarios. Fuimos país cacao- tero, bananero, camaronero, floricultor y ahora se abre la puerta al país minero. Queríamos superar la dependencia de los productos primarios que mar- can y caracterizan nuestro es- tado de subdesarrollo.”

–¿La maldición de la abundancia, que usted ha descrito?

–No hemos sabido cómo romperla. Y hay cómo hacer- lo. Ni Correa ni Chávez se lo cuestionan. Evo sí, pero todos terminan apostando por un neoextractivismo. Tiene aspectos interesantes: mayor participación del Estado en la renta minera o petrolera, mayor control del Estado en las actividades mineras, canalizar esos recursos a los sectores sociales. Pero no se cuestiona la forma de inserción sumisa en el mercado internacional como exportadores de materias primas.

Esta revolución ciudadana no ha dado cuenta de una manera adecuada –como es de esperar– en reducción de la pobreza; por el contrario, aumenta, y más para los indígenas. Eso explica también el malestar de sus organizaciones.

–¿Cómo le afectó al sector bancario tener que vender sus empresas mediáticas?

–A los banqueros sus medios les generaban pérdidas, pero les daban mucho poder político. En Ecuador los grupos económicos poderosos consolidaron su poder alrededor de la banca y controlan la televisión y la radio.

–¿A quién conviene un golpe de Estado que deje trunco este proceso?

–Muchos banqueros pueden estar interesados. Lo que significó para Estados Unidos perder a sus unidades de inteligencia en Ecuador, su base de Manta, la disolución de la antigua partidocracia, lo que significa la nueva constitución –de vanguardia, de ruptura– para afectar los privilegios de las oligarquías.

Los grupos de derecha, intactos

–¿Cómo sale Correa de esto? ¿Debilitado, fortalecido?

–Según las encuestas, fortalecido. Pero con una gran fragilidad, unas fuerzas armadas posicionadas como garantes de la democracia, un partido –Alianza PAIS– endeble para enfrentar la política real. Los grupos de derecha que están intactos y el movimiento indígena dividido. Lástima que Correa ha sido el principal promotor para la violación de varios aspectos de esta constitución: minería, hidrocarburos, agua, cosas que no se están cumpliendo.

–¿Por qué se rompió esa alianza?

–Correa los ha insultado a diestra y siniestra. Pero desde el sector social tampoco ha habido capacidad de convocar una defensa de la democracia desde la Constitución.

–Hay quienes dicen que si no se ve una alternativa para la sucesión de Correa desde una perspectiva progresista es porque Alberto Acosta se hizo a un lado.

–No, no. Yo sí estoy en la política, pero no en la política contingente. Prefiero que Alianza PAIS haga un esfuerzo por rencontrarse con sus orígenes y salir adelante. Ésa es la opción.