Opinión
Ver día anteriorJueves 4 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Día de Muertos
B

ueno, Día de Muertos, muchas ofrendas, gente por doquier y un cielo muy azul; los políticos cada vez más imbéciles, como los pueblos que por ellos votan, véanse Berlusconi, su soberbia, su estulticia, su homofobia; el Tea party y la violencia republicana en Estados Unidos, en fin, como decía Walter Benjamin, a quien recurro, siempre es posible lo peor.

Me detengo, me evado, vuelvo hacia otras épocas, a una exposición que actualmente se exhibe en el Museo Maillol, en París, Los tesoros de los Médicis. Los Médicis, leo en el catálogo, cuya historia se confunde con la de Florencia, se impusieron como una de las más importantes dinastías europeas durante cerca de tres siglos. Fueron banqueros y comerciantes, al principio modestos, pero desde 1397 fundan su primer banco y abren una extensa red de talleres de textiles, uno de los pilares de la economía florentina.

Bajo Cosme el Antiguo, el más rico comerciante de Florencia para 1457, la banca Médicis –negocio familiar– cuenta con filiales en Roma, Nápoles, Venecia, Milán, Génova, Lyon, Avignon, Brujas y Londres. Aunque republicanos, su importancia política y sus redes bancarias internacionales les otorgan un rango principesco y les permiten concertar alianzas muy importantes con las principales dinastías europeas, un ejemplo relevante sería el de Catalina de Médicis –mujer de Estado, figura histórica, también legendaria, que se convierte en esposa de Enrique II en 1533 y en reina de Francia en 1547–, participará en acontecimientos cruciales para la historia de ese país: las guerras de religión entre protestantes y católicos y, bajo cuyo reinado, se produce la trágica noche de San Bartolomé.

Los Médicis tienen además un poderoso influjo en lo eclesiástico, el hijo menor de Lorenzo, cardenal desde los 14 años, se vuelve Papa con el nombre de León X, y el hijo ilegítimo de Juliano de Médicis será más tarde Clemente VII.

Esta supremacía bancaria, política y religiosa los convierte en grandes mecenas, y bajo su reinado se cobijan los más destacados artistas de Italia (hoy en franca decadencia).

Brunelleschi construye entre 1421 y 1428 el famoso palacio Médicis-Ricardi, modelo de palacio renacentista y, en ese mismo edificio, Benozzo Gozzoli pintará su famosísima procesión de los Reyes Magos, donde estarán representados los miembros más importantes de la familia; asimismo, en 1440 Cosme le concede a Fra Angelico la misión de pintar el convento de San Marcos; hacia 1469, Marcilio Ficino traduce a instancias de Cosme el Antiguo los diálogos de Platón y, con la llegada de Lorenzo el Magnífico, Florencia se convierte definitivamente en una de las sedes artísticas más importantes de Europa: Massaccio, los Pollaiolo, Donatello, Boticcelli, los Lippi, Leonardo, Ghirlandaio, Miguel Ángel, Bronzino…

La colección exhibida es pequeña, suntuosa y refinada; me impacta un pequeño cuadro de Fra Angelico, de tenue colorido y aspecto tranquilo, narra una historia terrible, la decapitación de los santos Cosme y Damián y de sus hermanos, yacen por tierra con sus cabezas tronchadas, aureoladas y sangrientas, a su alrededor varios personajes con aire contrito y religioso, una figura cuya cabeza va coronada con un alto sombrero rojo arrastra a ¿Cosme? y muestra una tela escrita con caracteres hebreos; el fondo lo constituyen varios edificios de color claro, un paisaje que empieza a oscurecerse, varios cipreses y… vuelvo a mirar y compruebo que es imposible evadirse: esas cabezas tronchadas, esas manos devotamente cruzadas sobre el regazo, me devuelven a la realidad, recuerdo a los 72 inmigrantes asesinados recientemente y en honor de los cuales se ha erigido un altar de muertos, y retorno a la Plaza de Coyoacán repleta de ofrendas, una en especial me sobresalta y a todos los que por allí pasan, la procesión de figuras femeninas enfundadas en hilachos, obra de Helen Escobedo, recientemente fallecida, pasan silenciosas, hechas propia figura de la muerte.