jornada


letraese

Número 172
Jueves 4 de Noviembre
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Gente de paz

Siete con cinco. Farmacia de Altas Especialidades. Somos muchos esperando turno. Bostezos y rostros de fastidio de quienes nos obligamos a madrugar. Así nos la ingeniamos ante el desabasto de medicinas. Repaso el plan de mi jornada. En el Coesida debo recoger condones y folletos. Dentro de un par de horas hablaré ante un grupo de jóvenes promotores foráneos. Les daré una charla sobre el abuso de drogas y conductas sexuales de riesgo.
La señora que me antecede en la fila me platica que viene desde Sabinas. Anoche hubo ataques con granadas y ráfagas con cuernos de chivo a edificios municipales. Es muy peligroso trasladarse desde los pueblos hasta Monterrey. Viajar por los caminos fronterizos significa jugarse el pellejo entre retenes de matones. Me preocupa que los promotores no puedan venir. Ojalá que esta guerra acabe pronto. Somos gente de paz. Estoy de acuerdo con lo que dice la dama.
Me arrullo en mis reflexiones. Para que yo pueda echarme un gallo de mota en la serenidad de mi lecho muchos inocentes tienen que bailar con el diablo…qué güeva el sida...me preocupa esta úlcera bucal, empezó como una llaga de herpes, pasan los días y ahí sigue, sangrando y doliendo...deberé ver a un especialista, nomás falta que me den pase con un idiota que no sepa nada de VIH ni de sus complicaciones… ¿tendré que echar bronca?...no. Todo saldrá bien. Uno es gente de paz.
Algo discute la señora con la chava de farmacia. La mayoría de los usuarios de esta clínica de maestros vienen por problemas relacionados con la vejez o por males asociados al estrés en el que viven los profes. Los chamacos son cada vez más salvajes. Hay maestros que han sido amenazados por grupos armados sólo por regañar a algún alumno o ponerle bajas calificaciones.
La vieja se marcha muy contrariada, va con las manos vacías. Pobrecilla. Sigo yo. Me acerco al mostrador con receta y credencial en mano. En eso cierran la ventanilla. Desconcertado, le doy golpecitos al cristal. Nada. Una afanadora me informa que han suspendido -“por un ratito”- el servicio porque “hoy toca balance”. El servicio se reanudará en tres horas.
Golpeo con más fuerza el cristal. Nadie. Grito. Por una rendija veo que desde los anaqueles llenos de medicinas la encargada me mira y me señala con su uña artificial. Algo comenta con otra persona. Carcajadas. Jódase la gente de paz. Que viva la muerte.

 


S U B I R