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Es temerario pensar en volver a contender por la presidencia de Brasil en 2014, dice

Un ex presidente no indica ni veta; sólo da consejos, si se los piden, señala Lula

Dilma Rousseff alcanzará al mandatario en la reunión del G-20 en Seúl el próximo lunes

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El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, y su sucesora, Dilma Rousseff, se reunieron ayer en el palacio de Planalto, en BrasiliaFoto Reuters
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Periódico La Jornada
Jueves 4 de noviembre de 2010, p. 23

Sao Paulo, 3 de noviembre. A rey muerto, rey puesto, dice Luiz Inacio Lula da Silva, y sigue hable y hable, mientras a su lado observa, en actitud afable, su sucesora, Dilma Rousseff.

Es la primera vez, desde la elección del domingo, que Lula habla de la transición y de su futuro. Y aprovecha la transmisión televisiva para enviar mensajes hacia dentro y fuera.

Rousseff había tocado el tema en un discurso tras su victoria y hoy Lula avala sus palabras y anuncia: voy al G-20 para pelear, van a enfrentar a Lula y a Dilma.

El presidente de Brasil se refiere así a la cumbre de líderes de países desarrolados y emergentes que se realizará la semana próxima en Seúl, Corea del Sur, y a la guerra cambiaria que enfrentan las dos potencias: Estados Unidos necesita reactivar su economía y China sabe que no puede mantener su moneda subvalorada como está, dice Lula.

Pero Lula también ocupa mucho tiempo para hablar de la catarata de versiones que durante dos días han publicado los medios brasileños sobre su papel en la integración del gabinete de Dilma y su influencia en la definición de las políticas del nuevo gobierno.

Un ex presidente de la República no indica ni veta, sólo da consejos, si le los piden, dice, al salir al paso de esas versiones. Mira de reojo a la mujer que hizo presidenta y sigue: su gobierno tendrá la cara de ella.

Amante de las metáforas futbolísticas, Lula afirma, en rueda de prensa en Brasilia, que a partir del primer día de 2011, él estará en las gradas del estadio, sin corneta, pero sí aplaudiendo para que el nuevo gobierno marche bien. Ahora el balón es de Dilma.

Dado que Lula estaba impedido constitucionalmente para una segunda relección consecutiva, muchos aquí hablan de su retorno en 2014. Hoy dice que es temerario pensar en ese tema, y añade que Rousseff tiene todo el derecho de volver a ser candidata.

Es una de las pocas afirmaciones frente a la cual su relevo no asiente. Quizá porque el presidente igual deja abierta una rendija, como siempre que ha mencionado el tema en los últimos meses: quien sale del gobierno tiene la responsabilidad de contar hasta un millón antes de decidir, dice.

La gente se lo va a exigir, no es que él quiera, dice Emiliano José, ex diputado y dirigente regional del Partido de los Trabajadores (PT), quien así resume lo que muchos petistas dicen en público y en privado.

La escala africana y la solidaridad irresponsable

Mientras Lula decide si comienza a contar o no, Rousseff se toma unos días de descanso en una playa aislada del nordeste, según uno de sus asesores. Pero muy pronto retomará sus actividades. ¿En la integración de su gabinete? No, el lunes próximo alcanza a Lula en Seúl, donde el presidente participará en la reunión del G-20. La prensa brasileña dice que allá Lula va a presentar a Dilma ante la comunidad internacional aunque, en rigor, Rousseff ha acompañado al presidente en muchos de sus más importantes viajes internacionales desde 2008.

A tono con su agenda de ex presidente (que incluye una activa presencia en África), Lula hará una escala en Mozambique para conocer los avances de una fábrica de antirretrovirales que su gobierno financia en colaboración con el país africano.

Será la primera obra pública de medicamentos contra el sida en África, pues hasta ahora sólo existen algunas pequeñas plantas privadas en pasíses como Sudáfrica y Kenia, según informa la embajada de Mozambique en Brasil.

La fábrica es montada por la brasileña Fundación Oswaldo Cruz y es, según la legación diplomática, uno de los 30 proyectos de cooperación de Brasil en Mozambique (o un ejemplo, diría el analista mexicano Jorge G. Castañeda, de la solidaridad irresponsable de Tercer Mundo de Itamaraty).

Los apetitos aliados

En su turno en la conferencia de prensa, la presidenta electa hace los primeros trazos de su gabinete cuando dice que va a exigir competencia técnica, personas que no tengan problemas de ningún orden y que cuenten con una fuerte vinculación con el país. En el cuarto orden de sus prioridades dice que encuentra importante el criterio político.

Justo en ese ámbito es donde se encuentran sus problemas. El lunes, a la primera reunión de su equipo de transición, todavía no formalizado, no asistió ningún miembro del poderoso Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), fuerza que actualmente cuenta con seis ministerios y la presidencia del Senado y que en el gobierno de Dilma tiene, para empezar, la vicepresidencia.

Los dirigentes del PMDB protestaron por la exclusión y por eso hoy, en el anuncio oficial, el primer nombre es el del vicepresidente Michel Temer, quien es además presidente del partido aliado del PT.

A la cabeza del equipo de transición están también personajes clave de la campaña. El primero, Antonio Palocci, ex ministro de Hacienda de Lula, quien renunció a su cargo envuelto en un escándalo de corrupción nunca concluido y quien retornará en una posición importante al gobierno, según apuntan todos los medios brasileños.

En el equipo dilmista están también José Eduardo Dutra y Eduardo Cardozo, presidente y secretario general, respectivamente, del PT. Dutra, según los medios del país, podría volver a la presidencia de Petrobras o bien ocupar otro cargo importante.

Llamada a Brasilia poco antes de que Lula asumiera su primer mandato, Rousseff tiene pocos allegados que no lo sean también del presidente en funciones. Uno de ellos es Fernando Pimentel, ex alcalde de Belo Horizonte y compañero de Dilma en las luchas estudiantiles de los 60. Otro en esa condición es Miguel Rosetto, uno de los petistas de Porto Alegre que recomendó a Rousseff para formar parte del equipo de transición de Lula en 2002, y que actualmente encabeza una de las divisiones de Petrobras. El tercero es Luciano Coutinho, presidente del banco que financia obras públicas y maestro de la presidenta electa en la Universidad de Campinas.

La mayoría de los demás personajes que menciona la prensa para integrar el gabinete de 37 puestos de Dilma Rousseff son políticos con trayectoria partidista o técnicos fogueados en el gobierno de Lula.

Además de gobernar, los petistas que integren el gobierno tendrán otra ocupación: lidiar con el adversario en su propia casa. Así se los anticipa el dirigente del PMDB y senador Jader Bardalho, quien no quiere contar hasta un millón. Para él, su partido, tiene que comenzar a trabajar desde ahora para que uno de los suyos ocupe la presidencia. El PMDB tiene que preocuparse de no ser un mero apéndice de la política brasileña en 2014.