Opinión
Ver día anteriorSábado 6 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Carta de Ebrard

I

mpresa en fino papel, he recibido una carta de Marcelo Ebrard junto con mi recibo de agua, como seguramente les ha ocurrido a todos los vecinos del DF. El jefe de Gobierno capitalino quiere destacar las acciones realizadas en favor de la ciudad, por si no nos hemos dado cuenta: ojalá saltaran a la vista y fueran innecesarias este tipo de cartitas. El señor Ebrard quiere convencer de que vivimos en una ciudad de Vanguardia (con mayúscula y con tinta color mostaza). No cabe duda que la impudicia es otra funesta característica de nuestros gobernantes, jueces y legisladores.

Asegura el señor Ebrard, que esta es la única ciudad del mundo que tiene un programa de derechos humanos reconocido por la ONU. Nos gustaría conocer el programa y saber por qué no incluye a los niños de la calle, que a plena luz del día podemos observar sobreviviendo en grupos, en diferentes rumbos de la ciudad: ¿son los ángeles que no cupieron en la Red? Nos preguntamos por qué, en cambio, se invierte tanto en programas de apoyo para los ancianos, como si fueran el único grupo vulnerable en la urbe (cierto es que los niños no votan y los ancianos sí: ¿será por eso?). Nos gustaría saber cómo quedan en ese programa los granaderos y geris de la PGJDF, apostados frente a los ciudadanos que se oponen a la supervía, en La Malinche. También nos gustaría saber qué se ha hecho concretamente para mejorar la calidad de vida de los niños en la ciudad y para proteger y asegurar sus derechos a la salud, a la educación, a la cultura y al juego.

Una ciudad de vanguardia es aquella en la que todos, absolutamente todos los niños, tienen las oportunidades para desarrollarse sanos, libres, protegidos y felices. Un verdadero estadista se preocupa por la infancia, y reconocemos a un gobierno de izquierda por su forma de pensar en ella. Tanto Calderón como Ebrard, en el DF, obtendrían un cero en conducta si los niños tuvieran posibilidad de evaluarlos.

Disculpe que lo contradiga señor Ebrard, pero en una ciudad de vanguardia las calles son bellas y seguras; las mujeres pueden salir solas sin correr el riesgo de ser asaltadas o violadas; se puede tomar un taxi con la certeza de no ser asaltado; los niños no mendigan ni se drogan en las calles; las peseras no son inmundas y los semáforos están regulados con inteligencia; en una sociedad de vanguardia no se destruyen miles de árboles para construir vías rápidas de cuota. Las ciudades de vanguardia no tienen trampas mortales para jóvenes como el News Divine. No, lamentablemente nuestra ciudad no es de vanguardia como usted asegura en su carta.