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Presentación del libro en el que participó el historiador devino homenaje de colegas y amigos

Elogia la Universidad de Columbia la vida y legado de Friedrich Katz

Personalidades como Enrique Semo, Adolfo Gilly y Claudio Lomnitz recordaron la pasión del autor de Pancho Villa, fallecido el 16 de octubre, para quien México significaba libertad

Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 7 de noviembre de 2010, p. 2

Nueva York, 6 de noviembre. La pasión por la historia como algo esencial para cambiar el futuro, para algo mejor; el humor, el compromiso político, el exilio como condición para ver ciertas verdades y la historia personal de Friedrich Katz fueron evocados la noche del jueves en un homenaje celebrado en la Universidad de Columbia por sus colegas, alumnos, amigos y familia.

El acto fue inicialmente organizado como una presentación del libro Revolución y exilio en la historia de México: del amor de un historiador a su patria adoptiva, colección de ensayos por 45 historiadores editada por Era y el Colegio de México, donde Katz tenía la intención de participar. Pero con el fallecimiento del autor de Pancho Villa y La guerra secreta en México, entre otros títulos –el 16 de octubre pasado–, se convirtió en una celebración de su vida y trabajo por un elenco de sus colegas que incluyó a Enrique Semo, John Coatsworth, Adolfo Gilly, Eugenia Meyer, Claudio Lomnitz, Emilio Kouri, Javier Garciadiego y la viuda e hijos de Katz.

Coatsworth, decano de la Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, y uno de los anfitriones, comentó que él iba a estar aquí, y de alguna manera, aquí está, al recordar a su amigo y mentor, con quien convivió en la facultad de historia de la Universidad de Chicago durante más de dos décadas. Conocerlo, dijo, fue uno de los puntos más altos de mi vida. Elogió a Katz como gran maestro de nuevas generaciones de historiadores.

Exilio compartido

Semo compartió la historia personal de su amigo, a quien conoció en México cuando ambos eran adolescentes, hijos de familias exiliadas de Europa por ser de izquierda (la de Semo, socialista, la de Katz, comunista) y por ser judíos. Éramos de la misma generación de sobrevivientes, y nuestra amistad nació de esta experiencia dramática como la convicción de nunca perder esperanza por un mundo mejor. Tras recordar que la familia Katz fue expulsada de Austria, Francia y Estados Unidos, Semo dijo que la suya fue expulsada de Bulgaria. Contó anécdotas, como la de Katz cuando era joven y tocaba un acordeón mientras cantaba las canciones de la Guerra Civil española, Los cuatro generales, El quinto regimiento y más.

El padre de Katz, Leo, periodista y comunista, se dedicó a llevar armas de manera clandestina a las fuerzas republicanas, y por ello la familia tuvo que huir de Francia.

Ambos nos inclinábamos hacia la controversia, comentó Semo, algo que tal vez provenía de ser sobrevivientes y socialistas. Para ambos, México significaba vida y libertad.

Katz, recordó, provenía de la tradición libertaria judía en Austria, la misma de Erich Fromm, Martin Buber, Lukács y Eric Hobsbawm. “Mi amigo era un marxista y yo un aprendiz del marxismo. Contó que Katz regresó a Europa después de la guerra, primero a Viena, después a la República Democrática de Alemania; años después, el presidente Gustavo Díaz Ordaz nos juntó de nuevo, luego de lanzar un ataque contra intelectuales de izquierda y obligar a Semo a salir del país con su familia, rescatado con una beca de Alemania oriental, donde Katz y su familia recibió a su amigo.

Ahí, Katz me convenció de estudiar historia. Sus experiencias en Alemania lo llevaron a criticar los excesos y la necesidad de que en los tiempos de cambio se requiere un cambio de ideas. A la vez, coincidieron en que sin democracia el socialismo es imposible. En 1968, ambos apoyaron a los estudiantes en México y denunciaron la invasión soviética de Checoslovaquia; finalmente los dos salieron de Alemania.

Foto
Katz en una entrevista que concedió a La Jornada en 2002Foto Carlos Ramos Mamahua

En torno al trabajo de Katz sobre Villa, Semo consideró que su amigo liberó a esa figura de la manipulación de los historiadores oficiales, señalando que antes del trabajo de Katz, Villa, como figura, era un tapiz de mitos y leyendas.

Indicó que el historiador no busca explicaciones de la persona en sí, sino dar a entender el significado de las condiciones económicas y culturales, el marco de un historiador social, para ofrecer una luz verídica sobre Villa dentro de la lógica y falta de lógica de la Revolución.

Para Gilly, nuestro maestro fue quien abrió nuevas puertas al investigar “el gran enigma de la Revolución Mexicana –el fracaso de Pancho Villa”.

Katz, afirmó, repetía que su historia personal era de un sobreviviente que logró escapar, y que esa visión de un exiliado rebelde le daba justo el lente para investigar la vida de Villa y su movimiento rebelde (Gilly publicará una versión de su ponencia en La Jornada).

Meyer subrayó que Katz fomentó un alzamiento permanente contra la historia oficial en México y se guiaba con el principio de que sin historia, nada es posible.

Ese enfoque sobre la visión particular de un exiliado se repitió por otros participantes. Lomnitz, historiador ahora en la Universidad de Columbia, dijo que Katz exploraba la interrelación de México con el resto del mundo de una manera en que sólo un exiliado puede ver. Indicó que veía a la historia de México como una historia de/en movimiento y también una historia profundamente internacional, tanto por los muchos mundos de los exiliados en el país (los de Europa primero, los de las Américas después) como el impacto de los sucesos mexicanos en el mundo. De hecho, ese exiliado intelectual rompe con el excepcionalismo que prevalece en el país, para abrir un mundo más complejo donde México no es necesariamente único, sino parte de una historia más trasnacional. Esto sugiere que sólo desde el exilio uno puede verdaderamente ver el mundo, concluyó.

Pasión, generosidad y humor

Al final, dos hijos de Katz ofrecieron algunas visiones más íntimas del trabajo, la pasión, la generosidad y el humor del historiador. Jacqueline contó que una de las cosas que recuerda de niña era que tan especial se sentía cuando su padre la invitaba a caminar. Al empezar, él decía que ella podía escoger cualquier suceso de una rebelión campesina, de un alzamiento o revolución, y que él le contaría todo lo que sabía acerca de eso.

Su hijo, Leo, contó anécdotas de las historias de la familia, desde las grandes aventuras rebeldes de su abuelo, como las de su padre, y la presencia de una historia personal de compromiso político y exilio, como también las amistades claves entre la diáspora de los intelectuales de izquierda. Recordó que su padre se pitorreaba de todo el enfoque sobre identidad como gran factor para explicar eventos, y contó que después de que la familia se pasó casi un año en la Universidad de Texas se mudó para siempre a Chicago. Poco después de llegar, cuando su padre manejaba hacia su oficina en la Universidad de Chicago, se pasó un alto. Un policía lo intercepto y le pidió su licencia de conducir. Katz sólo tenía la licencia emitida en Texas, la cual entregó al oficial. El policía la revisó, pensó, y le dijo que por esta vez lo dejaría ir sin ninguna multa y explicó: Nosotros, texanos, tenemos que cuidarnos entre nosotros, ¿verdad?

El acto fue un gran abrazo a Katz y a la historia de los que buscan un mundo mejor.