Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de noviembre de 2010 Num: 818

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Donde la vista nos alcanza
RICARDO VENEGAS entrevista con RICARDO MARÍA GARIBAY

Carpentier, espacio y arte de birlibirloque
ORLANDO ORTIZ

El emigrante
LEANDRO ARELLANO

Tres encuentros con Tolstói

Estambul: el ojo de la abuela
LUIS RAMÍREZ TREJO

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Ana García Bergua

Sobre literatura y vida*

Hace unas semanas estuve en la Feria del Libro de Monterrey para presentar el segundo volumen de Sólo cuento que edita la Dirección de Literatura de la UNAM y me tocó el honor de compilar. La experiencia fue intensa porque en esos días, justamente, hubo en la capital de los regios uno de aquellos que llaman narcobloqueos. La manera en que éstos se ejecutan, me contaban, es muy simple: un grupo de adolescentes de quince o dieciséis años, provistos de armas largas, baja de sus coches a los automovilistas que esperan en el alto del semáforo y utilizan los autos para bloquear ese cruce. El narcobloqueo de ese día, en que el gobernador de Nuevo León daba su informe, paralizó la ciudad de Monterrey. Tal desafío a las autoridades no encontró resistencia ni represión por parte de éstas: fue una demostración de fuerza de los grupos que se han apoderado de gran parte del territorio del país, donde la gente común vive en medio de la guerra, pensando, en el mejor de los casos, dónde podrá ir a buscar su auto después, avisando a sus conocidos de las posibles balaceras que sucedan en las rutas cotidianas para que las eviten o, algo que resulta tragicómico, se sienta en los restaurantes siempre de cara a la puerta, para poderse esconder debajo de la mesa en cuanto empiezan los balazos igual que en las películas del oeste. No queda de otra y los humanos ejercemos nuestra capacidad de adaptación incluso en medio de los peores desastres, como aquellas mujeres que, según relata Richard Kapuscinski en Ébano, se levantan a lavar la ropa al día siguiente de una batalla o un bombardeo en que todo queda destruido. La vida debe seguir, pase lo que pase, aunque lo que pase sea la muerte.

El caso es que los escritores y los participantes de la Feria del Libro recibimos, como es natural, el consejo de no abandonar el hotel, colindante con la Feria, para no arriesgar la vida. Pero no voy a hacer aquí un análisis del negocio del narco y la guerra contra el narco. De lo que quería hablar era de la sensación de extrañeza y desazón que provocaba sentirse aislados como en una pecera, sabiendo que la gente que asistía lo hacía temerosa, consciente de estar tomando un riesgo por acercarse a los libros. Y de que a veces uno podría considerar a la literatura como una especie de pecera desde la que la vida aparece en todas sus vertientes, desde las más dulces hasta las lúgubres, magnificada, reducida o deformada por el cristal. Y que el cristal lo pone o lo quita uno, o incluso los propios lectores. Por ejemplo, se nos dijo que a pesar de ser poca la gente que asistía a las presentaciones, las ventas fueron similares a las del año pasado. Es decir, que la gente, aunque fuera corriendo un riesgo, se animaba a romper la pecera.

Tengo la impresión de que, en épocas de crisis, se escribe más y quizá se lea más. La realidad, la vida, plantea preguntas dolorosas que la literatura no está hecha para responder, pero ayuda a explorar, a indagar en los infiernos reales y también en los cielos irreales. Y eso siempre es un alivio, es una conversación que mantenemos entre humanos, vivos y muertos, a pesar de los niños de quince años con armas largas. La literatura opera una especie de alquimia que transforma nuestro interior y, colateralmente, la manera de vivir la realidad, aun la más difícil. La vida no es la misma antes de leer a Kafka que después de hacerlo. Quizá algo así sabían los jóvenes que, contra toda prevención, cruzaron Monterrey en pos de los libros para sacarlos de la pecera y a los escritores con ellos.

Todo esto me vino a la mente pensando en las “preguntas sobre literatura y vida” que la revista Blanco Móvil, dirigida por Eduardo Mosches, hizo a un grupo de escritores para celebrar sus veinticinco años de difundir las literaturas de todas partes del mundo, en un país en el que las revistas literarias independientes no suelen durar más que unos cuantos números. Se dice rápido, pero veinticinco años son un prodigio de perseverancia y solidaridad entre los colaboradores (escritores, artistas plásticos, fotógrafos) y lectores de esta revista que nació en la librería Gandhi. Los vasos comunicantes entre la vida y la literatura –y las revistas se encuentran entre los más frescos, más vivos– suelen sostenerse con terquedad ejemplar, arrostrando los riesgos y la indiferencia, y eso hay que celebrarlo y agradecerlo, para que este diálogo entre humanos no se interrumpa.

*Texto leído durante la celebración de los 25 años de Blanco Móvil