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Un día de éstos nos vamos a quedar achicharradas
 
Periódico La Jornada
Viernes 12 de noviembre de 2010, p. 33

Culiacán, Sin., 11 de noviembre. El 2 de noviembre pasado, Día de Muertos, frente a la tumba de su esposo, Karla Judith abonó a las tragedias que ya envolvían su vida: Un día de éstos nos vamos a quedar achicharradas, dijo a una de sus familiares y ésta le preguntó por qué. Le explicó que de noche, en la tienda Coppel donde trabajaba, las dejaban encerradas y en caso de un incendio no iban a poder salir.

Su pariente le pidió que dejara de pensar esas cosas. Karla Judith sonrió. Ambas rezaron, llevaron flores y limpiaron la tumba de su marido, quien falleció en enero de este año a causa de una enfermedad.

Karla Judith González Zapata, de 33 años, estaba a cargo de sus dos hijos adolescentes, uno de 14 años y uno de 15. Escogió el horario nocturno para cuidar durante el día a su esposo, y después de que éste murió solicitó a sus jefes que la cambiaran para atender a sus hijos, pero se lo negaron.

No tenía madre y su padre está enfermo. Se hizo cargo de este último y de su suegra. Su salario, de alrededor de 6 mil pesos mensuales, apenas le alcanzaba y el trabajo nocturno la atormentaba. Ella me contó varias veces que las dejaban encerradas en esta tienda de la (calle) Hidalgo; que se había quejado con sus jefes y les pidió las llaves para salir en caso de emergencia, pero siempre se las negaron, contó su familiar, quien pidió anonimato.

En la funeraria San Martín, ubicada en el bulevar Zapata, en la colonia Guadalupe de esta ciudad, fueron velados sus restos. Parientes, vecinos y amigos lloraron de dolor e indignación.

Un caso similar fue el de Verónica Gabriela Picos, de 22 años, quien también pereció en el incendio. Ella estaba cubriendo la incapacidad de su compañera Claudia Janeth Bernal, quien recientemente dio a luz. El lunes, un día antes del siniestro, Claudia regresó a laborar, pero los jefes de Verónica le pidieron que se quedara una noche más.

Es la última, le dijeron los jefes, contó su padre, Antonio Picos. Y así fue: la última noche en esa empresa y la última de su vida. Verónica, quien no estaba en el área de inventarios ni tenía normalmente ese turno, murió asfixiada, junto con Claudia Janeth y otras cuatro trabajadoras.

En la parte alta de la tienda, arrasada por el fuego, aún se ve el logotipo de Coppel. Es un cuadro que en el centro tiene una llave. Como la que ellas no tuvieron para salvarse.