Sociedad y Justicia
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La falta de recursos y semillas obligó a industriales a convertirse en cultivadores del picante

Absurdo, importar chile habanero transgénico, opinan productores

Después de ocho años de lucha para lograr la denominación de origen, la número 12 en México, los campesinos están decididos a rescatar la variabilidad genética de los originales

Enviada
Periódico La Jornada
Martes 16 de noviembre de 2010, p. 40

Mérida, Yuc. Desde el traspatio y los cultivos a cielo abierto e invernaderos las voces de campesinos y pequeños industriales se unifican: no queremos chile habanero transgénico, eso crea dependencia de las trasnacionales, hay que continuar con las semillas criollas.

Hay poca semilla y mucha demanda, pero luego de ocho años de lucha para lograr la denominación de origen, la número 12 en el país, no quieren dar pasos en falso; están decididos a rescatar la variabilidad genética de los materiales originales, integrar el proceso de producción para apegarse a las exigencias de inocuidad y calidad que exige el mercado internacional, y a mantener la oferta interna, pues ¿qué será de la cochinita pibil y de otros tradicionales platillos yucatecos sin el picor, aroma y textura del chile habanero?

Y no hay que olvidar su uso en la medicina tradicional, dice Bernardo Caamal Itzá, indígena maya. La hoja machacada se pone en las partes inflamadas y es utilizada también para el cansancio cerebral. Por su alto contenido de capsaicinoides –el habanero es una de las variedades de chiles más picantes del mundo– es ampliamente utilizado en medicina, pinturas, cosméticos y elaboración de gases lacrimógenos, por ejemplo, abundó Enrique Sauri Duch, investigador del Departamento de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del Instituto Tecnológico de Mérida.

El 10 de octubre de 2008 el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial publicó la declaratoria general de protección de denominación de origen chile habanero de Yucatán.

Aún hay muchos retos por alcanzar: crear el consejo regulador, lograr la organización de los productores e incluirlos en este proceso para que la denominación de origen no sea utilizada sólo por un grupo selecto; hay que invertir en investigación; iniciar la colecta de semilla criolla, entre otros, apunta Pedro Cabrera Quijano, presidente de Fundación Produce Yucatán, organismo de los productores para brindar respaldo tecnológico.

Se estima que al menos mil 500 productores de 18 municipios de Yucatán han destinado 500 hectáreas en total para el cultivo de la planta; a la vez, integrantes del Centro de Investigaciones Científicas de Yucatán están caracterizando las variedades criollas para determinar su huella genética y seleccionar las semillas con la finalidad de fijar las características que demanda el mercado, explica Cabrera Quijano.

La semilla que empresas trasnacionales ofrecen no cuenta con las características de la criolla; no hay control, trazabilidad y certificación, no hay asistencia técnica especializada ni transferencia de tecnología. En el municipio de Muna está en marcha la agencia para la gestión de innovación, que se prevé atenderá a 500 productores de manera directa e indirecta.

Las metas fijadas en el plan rector para el picante son: incrementar la producción a 30 toneladas por hectárea en el año 2012 –en la actualidad el máximo es de 20 toneladas–, y aumentar la superficie sembrada en Yucatán. Además de sostener una comunicación más fluida con la industria intermedia para que el precio del chile no se dispare. A la fecha éste fluctúa entre 10 y 15 pesos por kilogramo en el caso de la calidad de primera, y de 9.50 pesos para el de segunda.

El año pasado se cultivaron 525 hectáreas, con una producción de 3 mil 100 toneladas que dejaron una derrama anual de 32 a 40 millones de pesos. Aquí la mitad de la población siembra el chile en traspatio; ellos tienen derecho a acceder a una semilla de calidad a buen precio, pues las trasnacionales venden una libra (453.5 gramos) en 10 mil pesos. Las semillas son como los hijos y por eso no sólo hay que hacerlas más resistentes a las sequías y plagas, sino capacitar a los campesinos para que tengan mejores resultados, destaca el presidente de Fundación Produce.

Para Jorge Humberto Colli, productor integrante de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónoma (UNORCA), la denominación de origen del picante no ha significado un beneficio al campesino. Las semillas y la investigación son manejadas por algunos industriales que las entregan a quienes aceptan firmar un contrato con ellos, que luego incumplen; no es fácil acceder a las plántulas. Los pequeños productores seleccionamos nuestras semillas, pero hay que hacerlo bien para tener un rendimiento aceptable.

Es un cultivo que requiere un gasto fuerte y atención; producirlo a cielo abierto implica invertir 80 mil pesos por hectárea y correr los riesgos del temporal; hacerlo en invernadero es más redituable, pero la inversión se eleva 11.5 veces en comparación a realizarlo en la parcela. Sabemos producir, pero sin asesoría tecnológica, capacitación y respaldo financiero no podremos acceder a otros mercados que no sean los locales.

Por ser un producto redituable algunos campesinos han reducido la superficie destinada a la milpa y están apostando al chile habanero, al cual le han dejado la quinta parte de su hectárea, otros sólo un mecate, término utilizado en la región para referirse a un equivalente de 400 metros cuadrados. Las siembras de habanero están avanzando, pues es un cultivo que puede cosecharse dos veces al año y que en temporada de altas temperaturas alcanza mejores precios, debido a la baja en la producción por el efecto de las plagas, menciona Pedro Madera, también de la UNORCA.

La migración, escasez de mano de obra y edad avanzada de los labriegos ha afectado el cultivo en algunos municipios. En Peto, uno de los más grandes de la entidad, la mitad de los poco más de 14 mil habitantes, trabaja en Estados Unidos, comenta Bernardo Caamal Itzá. Quienes continúan con sus siembras no acceden a los programas de apoyo gubernamentales y los jóvenes no están interesados en las actividades del campo.

La falta de recursos y la escasez de semilla obligó a algunos industriales a convertirse en productores del picante, comenta Fernando Patiño Valera, director de la Sociedad de Producción Rural Fuego Maya. Hay que dar el valor adecuado a la semilla, ya no debe regalarse, sino hacerla accesible a los campesinos y el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas debe certificarla y darle seguimiento.

Su gusto por la cultura maya lo llevó a desarrollar una variedad de chile habanero rojo, aunque ya estaba retirado del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, y a incursionar en la elaboración de salsas.

Mi preocupación es la calidad, inocuidad, y que el producto no tenga colorantes. Las marcas Fuego Maya y De Boca en Boca ya cuentan con el registro de la Administración de Alimentos y Fármacos estadunidense (FDA, por sus siglas en inglés).

Se ha reunido con el Consejo de Productores de Chile de Yucatán para elaborar la norma de producción del chile habanero, establecer el consejo regulador, y consolidar una empresa integradora para que los beneficios lleguen a los más de mil 500 productores dedicados a su cultivo. Y manifiesta su disgusto: ¿quién está dejando pasar por las fronteras una variedad de chile habanero que está perjudicando al productor mexicano?

Agricultores mencionan que en el departamento del Petén, Guatemala, al inicio de esta década se introdujeron habaneros mejorados, y que en ello participó una misión técnica agrícola de Taiwán con la finalidad de crear grandes plantaciones y producir chile para la exportación. No descartan que ésas mismas sean las que se introducen al país.