Opinión
Ver día anteriorLunes 29 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Anoche, me dijiste: mañana
S

omos los aficionados a las corridas de toros, los cabales de cada ocho días, locos de remate que, cual Quijote sin razón, hacemos de la venta del camino altiva fortaleza almenada y de un ventero zafio y burlón, su alcalde y caballero. Al igual que de una tabernera una reina Dulcinea y de dos mozas de partido dos princesas de hermosura. Y de la exaltada fantasía de D. Alonso señor nuestro por todos los siglos, visión de como alcurniada señora le calzaba la espuela y otra le ceñía la espada. O sea, nadie puede avergonzarse de ver alguna vez una mujer soñada, porque también la vio el más grande soñador que vieron los nacidos.

Si D. Quijote tuvo desbocada la fantasía y el juicio desquiciado, también acabó sus días en posesión del más cabal conocimiento, cuando hizo famosas las palabras, según las cuales en los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño. Mas los cabales taurinos, somos más fantasiosos que D. Quijote; porque llegamos a la México, en espera de ver el toreo soñado y encontramos locura certificada. Máxime con un cartelito como el de ayer, en el que sólo quedaba contemplar el brillo de unos ojos femeninos y el timbre de voz de una mujer por el celular que obligaba a remontar pronto el vuelo a un lugar en los jardines, nuevo hogar del infierno del deseo que nos hacía ver en extraña alucinación a la Dulcinea de nuestros pensamientos que vagaba y se recostaba en un lecho de buganvilias, cuando el sol moribundo tenía más encendidos resplandores en espera de la noche en que transcribo estas notas que hablan de la corridita de Julián Hamdan, de bonita lámina, gorda, y débil, rodando por el suelo y sin emotividad. Salvo el primero de los lidiados al que desorejó Humberto Flores por una estocada riñonuda, pero defectuosa de colocación y una faena en que se veía desbordado por el toro. Y se presentó Alejandro Talavante, que se lució en dos recortes a series de gaoneras y dos faenas basadas en toda serie de adornos en los que toreaba como forzado, antinatural que sorprendieron a algunos y que después de dejar sus toros como tacos de picadillo o moronga de tantos pinchazos lo hicieron dar la vuelta al ruedo. ¡Venga quijotes a fantasear!