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La FIL 2010

El literato presentó Una autobiografía soterrada en la feria editorial de Guadalajara

Sergio Pitol: estoy presente en más de 50 años de escritura

¿Cómo entonces de nuevo seré invisible?, se expresó el narrador y traductor mediante un texto

Los autores en mis años de formación fueron una formidable estirpe de excéntricos

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Sergio Pitol, en Guadalajara, durante la presentación de su autobiografíaFoto Héctor Jesús Hernández/ La Jornada Jalisco
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 30 de noviembre de 2010, p. 8

Guadalajara, Jal., 29 de noviembre. Una autobiografía soterrada es el libro de Sergio Pitol que da cuenta de sus épocas visibles e invisibles; una delicia que el autor, en voz de su amigo y también escritor Martín Solares, presentó la noche del domingo en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

En todo lo que he escrito, cuentos, novelas, crónicas, hasta en ensayos, me presento por todas partes, durante más de 50 años de escritura estoy presente. No hay nada ahí que no esté extraído de los archivos de mi vida: espacios, personajes, un niño huérfano a los cuatro años, largamente postrado por la malaria, un ingenio azucarero cercado por una selva tropical (...), cuenta Pitol en voz de Solares, pues no puede hablar, debido a una afección.

Enfermo consuetudinario en su niñez, de repente y milagrosamente surge la salud, lo que da paso al aventurero, al adolescente que sólo se siente bien en círculos de excéntricos, un anarquista cercano del budismo tibetano.

Y después, el escritor, los festejos, los desastres, los premios. Y ahora, la vejez.

¿Cómo entonces de nuevo seré invisible? En mis narraciones soy más bien un personaje enmascarado que se mueve en los corredores, un observador de las tramas para despejar las oscuridades de la obra o encapotarlas más. Dejémoslo así, continúa Pitol en voz de Solares.

Tener una abuela lectora

“En 1956 escribí –comparte Pitol– mis primeros cuentos, tenía 23 años y al año siguiente publiqué mi primer libro, Tiempo cercado, lo editó la revista Estaciones. Fue el primero y último de una colección de jóvenes autores que José de la Colina había concebido, no llegó ni siquiera a las librerías y por lo mismo tuvo una casi nula atención crítica. Aquellos cuentos iniciales tenían como fuente los relatos que en mi infancia le había oído a mi abuela, en largos y minuciosos monólogos.”

Esos cuentos a los que se refiere Pitol giraban sobre un viaje a Italia que la abuela tuvo en su niñez, acompañada de su padre y sus hermanas, una estancia de varios años para educarse, pero sobre todo, las infinitas vicisitudes sufridas a su regreso a México, cuando vivió la Revolución, la viudez en plena juventud, los ranchos destrozados, las dificultades de toda clase, penas que Pitol vio cómo su abuela trataba de mitigar mediante un incesante consumo de novelas.

Recuerda que entonces, viviendo en Europa, enviaba sus manuscritos a las editoriales en México.

No tener una relación personal con los editores, lectores y críticos mexicanos, fue para mí provechoso. Lejos de México no tenía noticias de las modas intelectuales, no pertenecía a ningún grupo ni leía lo que mis contemporáneos leían. Era como escribir en el desierto (...)

Y revela uno de los misterios invisibles de la visibilidad de su lectura: Desde mis principios me propuse que el lector no advirtiera del todo los procedimientos estilísticos, que no supiera cómo estaba armado el cuento. Mis autores en esos años de formación fueron sobre todo ingleses, clásicos y contemporáneos, y en especial la formidable estirpe de excéntricos que ha producido esa literatura en todas sus épocas. Me familiaricé también con los asombrosos polacos de los años 30 del siglo anterior.