Opinión
Ver día anteriorMartes 7 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Revolución: caricaturas estadunidenses
L

a Revolución Mexicana en el espejo de la caricatura estadunidense se exhibe hasta marzo en el museo Carrillo Gil.

Hay, pienso, pocas caricaturas y un número considerable de cartoons, la mayoría de ellos, incluyendo portadas de la revista Punck en impresiones a color, fueron amplificadas profesionalmente de modo que algunas piezas tienen dimensiones murales. Periódicos, dibujos, además de montajes y un video de animación integran la muestra.

La producción museográfica es de alto nivel, pero si se conoce medianamente la caricatura mexicana de la Revolución, se cae en la cuenta de que sus alcances son en todos sentidos superiores, tanto como mensajes cargados, que como destreza dibujística y también en cuanto a variedad de opciones.

Si ya para el lector proclive (no especializado) a la lectura de textos sobre la Revolución, es difícl aprehender las diferentes facciones, continuamente cambiantes, para los ilustradores del país vecino la cuestión deviene maniquea, con algunas excepciones. Éstas se refieren a la visión de México como presa codiciable por parte del país vecino, pero no hay vislumbres, por ejemplo, del papel que jugó el embajador Henry Lane Wilson en el llamado Pacto de la Embajada o Pacto de la Ciudadela, perpetrado por Victoriano Huerta y el gemeral Félix Díaz supervisados por Lane Wilson. El pacto al que me refiero, se recordará, redundó en el asesinato de Madero y Pino Suárez el 22 de febrero de 1913.

Un buen dibujo (no caricatura) de los que se exhiben es un retrato del embajador Lane Wilson, fechado el 24 de noviembre de 1913. El personaje, de perfil, toma entre sus manos un retrato de Madero acompañado de la siguiente leyenda: The way of the Idealist is hard in México. Quien así reflexiona llegó a México como flamante embajador, justo durante las fiestas porfirianas del primer centenario de la Independencia.

Parece que todo lo relacionado con la División del Norte fue considerado destructivo y denostable, pero hay que conceder que Mc Cutcheon viajó a entrevistarse con Villa para poder dibujarlo mejor.

Más quizá que momentos claves, lo que se reitera es la homogeneización del mexicano: chaparro, con espuelas, sombrero enorme, bigotes y echando tiros sin ton ni son.

Se connotaba la idea de exigir al gobierno estadunidense políticas represivas hacia México, ilustradas mediante trabajos que tienen como escenario la frontera, también convertida en arquetipo.

Villa se vuelve arquetipo, Zapata no. (Hubo respetuoso cuidado en eso.) Aunque Villa fue maderista, eso no se ve ni de soslayo, en cambio sí está connotada su vinculación con Carranza. En una de las piezas, éste persigue al Centauro del Norte montado en un hobby horse, queriendo con ello significar que el jefe del Ejército Constitucionalista siempre le fue aliado. No sucedió así. Tanto Villa como Felipe Ángeles estuvieron por encima de sus órdenes, mismas que determinaron la toma de Zacatecas en 1914.

Una imagen que visualmente llama la atención y que funciona como emblema es la amplificación de Cartoons Magazine en mayo de 1916. Se titula Across the Line, el autor es Charles H. Sykes y la pieza es inteligente además de muy plástica. El águila enorme, con alas de la bandera de barras y estrellas proyecta su sombra en el desierto (se ven cactos a lo lejos) lanzándose hacia la serpiente que repta en el terreno y ya se sabe que las águilas devoran serpientes, lo que no es muy sabido es que existe un emblema romano (aproximadamente siglo I) de un águila con serpiente en el pico.

La efigie del Tío Sam obviamente se reitera, pero también es posible encontrar a John Bull como emblema junto con otros personajes que detectan intereses en México. Una caricaturización aquí sí plenamente identificable, corresponde al viejo emperador Francisco José en vísperas de que el imperio Austro-húngaro tocara su ocaso.

El Napoleón mexicano es el petróleo y en este caso la ilustración, sintética y alusiva tanto a un contenedor de petróleo como a Bonaparte, resulta muy afortunada.

El curador de la exposición, Juan Manuel Aurrecoechea, recién becado de la Guggenheim, sin duda hizo un buen trabajo de investigación y el equipo del museo supo dar cuerpo al material, lo cual es un logro. Pero si uno piensa que los dibujantes estadunidenses fueron de molde y a la vez menos aptos de lo que uno pudiera creer si se les compara con otros creadores del vecino país durante la misma época, eso es otra cuestión.