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Quiero fallecer filmando, afirma el director luso, quien mañana cumple 102 años

Uno muere cuando se detiene o lo jubilan, dice De Oliveira

Intento fijarme en la complejidad de las cosas, aun cuando no me reporte beneficios, sostiene el realizador en activo más longevo del mundo, quien ya trabaja en una nueva cinta

 
Periódico La Jornada
Viernes 10 de diciembre de 2010, p. a10

Madrid/Lisboa, 9 de diciembre. Manoel de Oliveira vivió la transición del cine mudo a la banda sonora y de las imágenes en blanco y negro a las de color. Pero todavía hoy, en la era de las películas digitales y de la tecnología en 3D, sigue detrás de la cámara. De hecho, el cineasta portugués, que este sábado cumple 102 años, trabaja en un nuevo proyecto, todavía sin nombre.

Todo en la vida ha de moverse hasta el último momento, dice el realizador en activo más longevo del mundo cuando se le pregunta por el secreto de su larga vida. Uni muere cuando se detiene o lo jubilan, sostiene. Fiel a esta máxima y pese a llevar ya casi ocho décadas en la profesión, Oliveira sigue haciendo películas con un poder creativo que para algunos resulta desconcertante.

Me gustaría morir rodando, confesó hace ya algunos años.

Las primeras películas de Oliveira datan de los tiempos del cine mudo, pero, pese a que la crítica coincide en elogiar la brillantez de su obra, colocándoleoa la altura de insignes directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini, para el gran público el realizador luso es casi un desconocido.

De hecho, su película más reciente, El extraño caso de Angélica, apenas acaba de ser estrenada en algunas salas en Portugal, pese a que ya la presentó hace meses en el Festival de Cannes, donde recibió en 2008 una Palma de Oro en honor a su larga trayectoria.

Tentación, poder y reto, sus temas

El filme, protagonizado por su nieto y actor fetiche Ricardo Trepa y por la española Pilar López de Ayala, cuenta la historia de un fotógrafo que se enamora de una muerta. Ella vuelve a la vida cuando la observa a través de su cámara.

Pero al patriarca del cine europeo el éxito comercial le tiene sin cuidado. Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aun cuando no me reporte beneficios, señala este poeta visual que sigue rodando una película por año.

El amor no correspondido, la tentación carnal, la ambición por el poder y el reto a la muerte son los temas principales de sus películas, caracterizadas por una fina ironía, un humor a veces negro y el sentido trágico.

Foto
En la gráfica, el cineasta durante el Primer Congreso de la Cultura Iberoamericana, que se realizó en el Centro Nacional de las Artes en octubre de 2008Foto Francisco Olvera

Entre los trabajos más conocidos de su producción reciente figura Viaje al comienzo del mundo, galardonado en 1997 con el Premio Fipresci de la crítica. Es la última película que Marcello Mastroianni protagonizó antes de su muerte y en ella encarna a un envejecido cineasta: el alter ego de Oliveira.

Coincido con Marcello en que hay que trabajar para olvidar que la muerte acecha, dijo el director luso durante el rodaje, sin imaginar el significado que sus palabras adquirirían una vez finalizada la cinta. Oliveira, quien aparece en algunas de sus películas en pequeños papeles, también ha trabajado con estrellas como Catherine Deneuve, John Malkovich, Michel Piccoli o Irene Papas.

Cineasta autodidacta

Nacido el 11 de diciembre de 1908, en Oporto, en una familia de la burguesía industrial, Oliveira es completamente autodidacta: cuando en los años 20 comenzó a interesarse por el séptimo arte, en su ciudad no había más que un estudio de cine mudo ya abandonado.

En 1931 rodó su opera prima, Duero, faena fluvial, el primero de una serie de documentales, y en 1942 llegaba a los cines su primer largometraje, Aniki-Bobo. Este melodrama, historia de amor ambientada en el mundo de los niños, causó gran revuelo en Portugal, ya que en sectores conservadores lo consideraron amoral.

La falta de medios y la represión de la dictadura de Salazar obligaron a Oliveira a dejar la cámara durante muchos años, en los que, entre otras cosas, se dedicó a las carreras de automóviles y a gestionar la empresa vinícola de su familia en Oporto.

Su carrera cinematográfica en sí no comenzó hasta 1963, cuando llevó a la pantalla grande O acto da primavera, película sobre el calvario de Cristo rodada enteramente con los habitantes de un pequeño pueblo. En opinión de muchos críticos, Oliveira fue, con sus filmes de los años 30 y 40 del siglo pasado, precursor del neorrealismo, algo que el director luso rechaza de forma tajante.

Por el contrario, afirma: Yo perseguía la realidad como si se tratara de un fantasma que aparece de repente para enseguida desaparecer.