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A la mitad del foro

La guerra al pacto federal

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Tensa calma en Nueva Italia, Michoacán, tras los enfrentamientos entre la Policía Federal y La Familia Foto Fernando Castillo /MIC Photopress
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orelia, Apatzingán, Uruapan, La Huacana, Pátzcuaro, Ciudad Hidalgo, Zacapu, Zinapécuaro, Ario de Rosales, Múgica y Copándaro. Catorce municipios del estado libre y soberano de Michoacán fueron escenario de sangrientas batallas durante más de 12 horas. Y de sus secuencias. Y de lo que llaman víctimas colaterales, civiles caídos bajo el fuego cruzado en la guerra contra el crimen organizado que aplauden en el extranjero a Felipe Calderón y aquí apoyan incondicionalmente los sicofantes y la ultraderecha; y sorpresiva, indirectamente, académicos de prestigio firme que miden la inseguridad y la pobreza según el nivel y el sitio en que se encuentren.

Hay hambre en México, dice la terca realidad. Abunda la comida en los mercados y en las mesas de tantos más cientos de miles, de costa a costa y del Bravo al Suchiate, responden los intelectuales atentos al pulso del poder y prestos a debatir con Carlos Salinas la hora exacta en que falló Vicente Fox y cuántas barrabasadas caben en la cabeza de alfiler del alto vacío. El recuento de muertos y la impunidad reflejada en un sistema de justicia que lleva a juicio a unos cuantos y sentencia apenas a 2 por ciento de los procesados, resultan ser producto de la visión distorsionada de los medios de comunicación y el discurso disperso de la pluralidad centrífuga. Por eso, Mérida es ciudad segura y sus habitantes viven con miedo, dice Héctor Aguilar Camín.

Ya hubo respuesta inmediata de Jorge Castañeda a lo escrito y dicho por Carlos Salinas en la promoción de su libro Democracia republicana. Ni populismo ni neoliberalismo. Sorprendente llamado a la acción ciudadana y fusión de república y democracia, antitéticos para los que en el vecino del norte fueron Padres Fundadores en el siglo XVIII de la primera república moderna. Allá no invocaron la democracia sino hasta el siglo XX, en voz de Woodrow Wilson y como receta para el exterior. Para ellos, los del origen, era conducente a la anarquía; acordes con Aristóteles, anticipaban el riesgo. Valdría la pena enfocar ese debate con las palabras iniciales de su Declaración de Independencia: We the people, nosotros el pueblo, y no en el nombre de Dios. Ahí coincidió Ignacio Ramírez, El Nigromante, al negarse a empezar su mandato mintiendo y repetir en 1857 la primera frase de la Constitución de 1824: En el nombre de Dios...

Pero esos son otros López. Y podría no haber disputa intelectual de los intelectuales enlistados por Carlos Salinas, quien reformó la norma sobre la que fincaron nuestros constituyentes la separación Iglesia-Estado y el laicismo, del que se burlan cotidianamente la extrema derecha gobernante, la clerigalla y sus compañeros de viaje arrodillados ante el confesionario y en las curules de los congresos estatales y el de la Unión. En Oaxaca, en la tierra de Juárez, donde llegó al gobierno Gabino Cué, visto como adelantado del futuro plural, candidato de Convergencia, PAN, PRD y PT, y apoyado por Andrés Manuel López Obrador, el del Movimiento, subió a la tribuna del Congreso el sacerdote católico Francisco Mayrén Pérez. Su arenga –dijo– no fue una celebración litúrgica, ni asistí a dar una catequesis; me presenté como defensor de los derechos humanos. Amén.

Michoacán arde. Leonel Godoy cuestiona tímidamente los operativos militares de las fuerzas federales sin haber consultado al gobierno del estado. Y desde la capital de la República federal, Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno y aspirante a candidato a la Presidencia, expone su tolerante solidaridad y avala la incursión militar ordenada por el titular del Poder Ejecutivo. Amarga que el gobernador de Michoacán cuestione lo que de inmediato debió denunciar: la violación del pacto federal por órdenes del Presidente de la República. Lo del jefe de Gobierno, declarado el mejor alcalde del mundo, sin ser alcalde, no es sino pálido reflejo de la descomposición de nuestro sistema plural de partidos y la ambición de sentarse en la silla presidencial, que Eufemio Zapata creyó era silla de montar.

En Michoacán, entre el fuego y las detonaciones de armas está en juego el destino de México. Los que se ocupan de la cosa pública tienen que abrir los ojos, hacer política, discutir y acordar el modo de garantizar a los ciudadanos que se instalarán la urnas y casillas en todo el país, y que habrá elecciones federales en 2012. Obsesionado con su obligación de impedir el retorno del PRI al poder, Felipe Calderón invoca el autoritarismo y llama a exorcizar los demonios del pasado. Afirma que con ellos volverá la pobreza. Y lo dice después de que 6 millones de mexicanos cayeron en la pobreza durante lo que va de su mandato. Oye los pasos de López Obrador y promueve jesuíticas alianzas con el PRD que administra Jesús Ortega. Ve la cifras de los encuestadores y se declara en favor de un candidato presidencial de la sociedad civil con el registro del PAN.

Y si lo busca lo va a encontrar. Es la hora de los sinvergüenzas. Los del cambio de piel en la confusión anarquizante; postulantes de la muerte de las ideologías y el final de la lucha de clases, aceptaron el credo de la democracia sin adjetivos. Ya en el poder, la derecha que adoptó a Madero y al José Vasconcelos del Proconsulado, pero sobre todo el de la flama y el filofascismo, encontró aliados ecuménicos en el rechazo a la distinción del PNR-PRM-PRI entre democracia formal y democracia real. Pretexto de la dictadura perfecta, dirían en honor al Nobel Vargas Llosa. Pero abundan los adjetivos válidos: Democracia representativa y directa, democracia política y social, democracia formal y sustancial, conforme al texto de Norberto Bobbio en Estado, gobierno y sociedad.

Valga la digresión y larga cita del gran pensador, cuya obra tuvo enorme influencia en nuestro tránsito al sufragio efectivo y la inconclusa tarea del indispensable cambio de régimen. Tanta como la de Jesús Reyes Heroles al abrir el cauce legal a la izquierda del guerrillerismo, al iniciar la reforma del Estado en la década de los 70.

Dice Norberto Bobbio: “Más allá de la democracia como forma de gobierno... esto es, como conjunto de instituciones caracterizadas por el tipo de respuesta que se da a las dos preguntas, ¿quién gobierna? y ¿cómo gobierna?, el lenguaje político también conoce el significado de la democracia como régimen caracterizado por los fines y valores para cuya realización un determinado grupo político tiende a operar. El principio de estos fines o valores que es adoptado no ya para distinguir sólo formalmente, sino también en su contenido un régimen democrático de un régimen no democrático, es la igualdad, en rigor no la igualdad jurídica que fue introducida por las constituciones liberales aun cuando no eran formalmente democráticas, sino la igualdad social y económica (por lo menos en parte).”

Ah, la enorme distancia entre la definición reyesheroliana de nuestro liberalismo social como hilo conductor del proceso histórico; en los derechos sociales incorporados en la Constitución de 1917 junto a los derechos individuales; y lo postulado solemnemente por Gustavo Madero, el nuevo dirigente del PAN, descendiente: ya no tiene sentido hablar de izquierda y derecha en la política, dijo; su uso empezó por los lugares que ocupaban los de la Convención en los años de la Revolución Francesa.

No, señor Madero. Por quiénes eran y qué postulaban los de un lado y otro. Jacobinos y ultramontanos, tal como hoy.