Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 12 de diciembre de 2010 Num: 823

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

México, tradición
y violencia

MARISOL SALMONES

Dos poemas
ANESTIS EVANGELOU

Óscar Hagerman, arquitecto
ELENA PONIATOWSKA

Demetrio Vallejo
en su centenario

ÓSCAR ALZAGA

Demetrio Vallejo,
ética y sindicalismo

RICARDO GUZMÁN WOLFFER

La decepción
de los optimistas

BERNARDO BÁTIZ V.

Los pasos del
cine mexicano

RICARDO YÁÑEZ entrevista
con DANIEL GIMÉNEZ CACHO

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

La Otra Escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Luis Tovar
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De culto inculto

Razones inatrapables para el menguado entendimiento de este juntapalabras han hecho de Somos lo que hay (México, 2010) un fenómeno, si bien decididamente pequeño pero al fin fenómeno, entre buena parte de los todavía pocos que ha presenciado ésta que es la ópera prima del cececero Jorge Michel Grau. No sin precipitación, Unoqueotro inclusive se ha permitido deslavar el concepto “de culto”, proponiéndolo como una manera lícita para referirse, en lo futuro, a este filme que para su realización contó con los beneficios del programa de primeras películas del Centro de Capacitación Cinematográfica.

Mellada de origen, posiblemente debido a que su realizador nunca escuchó –y si lo escuchó, pronto  hizo del consejo víctima de conveniente olvido– aquello de “no empieces grandes proyectos con ideas pequeñas”, la película acusa prácticamente completa la sintomatología del hipertrofismo anecdótico que tantos y tan extensos perjuicios ha asestado a cierta cinematografía mexicana reciente. En abono a la naturaleza no personal de la aseveración previa, véase lo siguiente: de acuerdo con información publicada por César Huerta en la edición de El Universal del 27 de mayo de este mismo año, confeccionada a partir de las declaraciones textuales del cineasta, Somos lo que hay  “surgió de un cuento escrito por el mismo Michel Grau”, y aunque un origen así no necesariamente es sinónimo de parquedad o de insuficiencia, también debe considerarse la siguiente declaración, en voz del realizador: “Cuando salió lo del concurso de ópera prima del CCC desempolvé el guión y dije, hay que hacerlo crecer, así que ahí empezamos todo.”

Las cursivas son de este sumaverbos, y han sido puestas ahí para enfatizar que, con base en la observación atenta y detenida de la cinta, el guión en el cual aquélla debió encontrar sustento, a buen seguro no creció mucho que digamos. Siempre que no quiera uno hacer migas con la pifia de entender por “crecimiento” cualquier suerte de hipertrofismo, debería ser claro que aquel vocablo puede ser empleado con pertinencia, en tratándose de cine, si y sólo si la elongación a la que alude tiene que ver con “incrementos” evidentes ya sea en la profundidad, en la complejidad o bien en la novedad y frescura del tratamiento de los temas que aborda o, si tanta maravilla es inasequible, al menos con “aumentos” que le confieran como mínimo el nivel indispensable de coherencia y verosimilitud narrativas, sobre todo en ese siempre álgido momento en el que una historia se ve transformada de como luce escrita en un papel, a cómo ha de lucir proyectada en un trozo de película.

Fue quizás ese confesado crecimiento a fortiori lo que le da a Somos lo que hay el aspecto de cortometraje violentado a golpe de parches. Así suele lucir, y sin remedio, cualquier filme cuya secuenciación hace gala, entre otras cosas, de un empleo arbitrario de la elipsis, con el consecuente escamoteo del único atributo sin el cual toda historia se derrumba: la lógica narrativa. Y ésta jamás podrá ser suplantada por la elección y el sostenimiento, aquí bien reconocible, de un tono y un carácter formales que se evidencian meros epitelios, insuficientes para disimular más de una incoherencia, más de un escamoteo y más de una inverosimilitud.

Canibalismo urbano en el México del siglo XXI, presentado a manera de alegoría extrema referida a la situación que enfrenta todo género de minoría, de acuerdo con su creador o, también de acuerdo con él, representación igualmente extrema de la descomposición de la estructura familiar en la sociedad contemporánea, Somos lo que hay –por cierto, un título oscurecedor más que “oscuro”– ha querido ser vista por Unoqueotro, como se dijo líneas arriba, digna de una categorización tácitamente elogiosa, pero en los hechos inmerecida, y que no le quedaría asaz holgada si en su medro contase, al menos y entre otras cosas, con un desempeño histriónico ya no se diga solvente –los agraciados por el casting lo son de suyo, hay que aclarar–, sino al menos carente del hieratismo y la tiesura por culpa de los cuales el cuadro actoral completo se moviliza, gesticula y habla moviendo más bien a risa, cuando no a pena o enfado. O si contase, para no ir más lejos, con los elementos de manejo de trama mínimos exigibles para no ir deplorando, mientras se le ve, tantas gratuidades y tantos hilos sueltos como es posible atestiguar desde la primera y hasta la última secuencia.