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El centro Espinosa Yglesias lanza la segunda edición del libro sobre el tema, tras 25 años

La nacionalización de la banca en 1982 desembocó en la derrota del PRI
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de diciembre de 2010, p. 25

La nacionalización de la banca privada mexicana, decretada en septiembre de 1982 por el entonces presidente José López Portillo, constituyó un verdadero parteaguas en la historia contemporánea del país, que a la larga desembocó en la derrota del régimen priísta en 2000, sostiene el historiador Enrique Cárdenas Sánchez, director ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) en la introducción a la segunda edición del libro La nacionalización bancaria, 25 años después. La historia contada por sus protagonistas, que recoge testimonios sobre dicho proceso.

La obra es el resultado de un seminario a puerta cerrada organizado el 7 de septiembre de 2007 por el CEEY y la Fundación Espinosa Rugarcía (ESRU) para conmemorar el 25 aniversario de la nacionalización de la banca privada mexicana.

La primera edición se presentó a finales de noviembre del mismo año, y en esta segunda (presentada el jueves pasado) se incorporan 12 testimonios adicionales a los 24 que contenía el texto original.

Herida social que no ha dejado de supurar

Durante la presentación de la segunda edición, Amparo Espinosa Rugarcía, presidenta de la Fundación ESRU e hija de Manuel Espinosa Yglesias (quien al momento de la nacionalización era dueño de Bancomer, en ese entonces el banco más importante del país), dijo que la nacionalización es una herida social que no ha dejado de supurar.

Subrayó que tanto las obras como el seminario nacieron del interés de la fundación por fomentar el diálogo continuo y respetuoso de alto nivel en torno a temas que hayan sido particularmente polarizados en la vida nacional.

En su texto, Cárdenas Sánchez abunda que en esa época (1982) los supuestos poderes de la Unión estaban plenamente supeditados al poder presidencial, pero había reglas no escritas de comportamiento que equilibraban la actuación de los poderes fácticos del Estado mexicano.

La nacionalización de la banca rompió esas reglas no escritas (...) rompió los lazos entre gobierno y empresarios, orillando a éstos a participar activamente en política. Y ello desató una fuerza cívica que con el tiempo cambiaría el régimen político también. Menos de 20 años después de aquel 1982, el régimen priísta fue vencido; la alternancia en el poder tuvo su origen precisamente en aquel movimiento político.

La nueva edición del libro incluye el testimonio de Fausto Zapata, senador de la República en el momento de la nacionalización, quien señala que López Portillo incluyó conscientemente información errónea en su último Informe de gobierno para afirmar que muchos mexicanos acaudalados estaban adquiriendo bienes raíces en Estados Unidos y de ese modo sustentar que en el país había una fuga de capitales.

Zapata detalla que antes de decretar la nacionalización de la banca, López Portillo le encargó que viajara a Estados Unidos para investigar la compra de bienes raíces por parte de mexicanos acaudalados, a quienes el presidente acusaba de sacar sus capitales del país por el entorno de crisis económica y financiera por el que atravesaba México.

Añade que ya en Estados Unidos consultó con corredores experimentados de bienes raíces y personas vinculadas con registros públicos de la propiedad, quienes le hicieron ver que sólo podrían concentrarse en dos ciudades estadunidenses, y que pensar siquiera en extenderse a estados completos de aquel país resultaba una tarea de magnitud desmedida.

A su regreso comunicó lo ocurrido a López Portillo, quien pese a conocer la invalidez de los documentos los utilizó en su último Informe de gobierno (en el que anunció la nacionalización de la banca y decretó el control de cambios) para afirmar que muchos mexicanos estaban adquiriendo inmuebles en Estados Unidos.

La afirmación era insostenible. El número de adquisiciones era semejante al de cualquier año precedente. (...) con el paso de los años he reflexionado sobre el estado de exaltación en el que se encontraba el presidente en aquellos días. (...) Lo que estaba en su pensamiento era encontrar un culpable, los banqueros en este caso, de la crisis económica del país.