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Caso Digna
Estudios desacreditan el supuesto perfil suicida
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de diciembre de 2010, p. 15

En torno al caso Digna Ochoa existen cinco perfiles sicológicos que describen, cada uno a su manera, a la mujer muerta a los 37 años. Tres estudios descartan la hipótesis oficial de que la abogada tenía tendencias suicidas. Sólo uno está basado en el conocimiento personal y clínico del objeto de análisis. Los otros dos describen a una mujer perturbada, mitómana y proclive a presentarse como víctima con la justificación de su trabajo en el área de derechos humanos.

Para defender la resolución de la PGJDF, que reiteró el dictamen inicial de que la muerte de la abogada Digna Ochoa, hace nueve años, fue una acción suicida y no un homicidio planificado y ejecutado por profesionales, como concluyeron los primeros peritajes, el procurador Miguel Ángel Mancera eligió el argumento más polémico: el supuesto perfil sicológico de la abogada con tendencias suicidas.

En sus declaraciones públicas, Mancera dio crédito a dos peritajes de sicología y sicoanálisis forense, elaborados por profesionales que nunca conocieron personalmente a la víctima y se basaron exclusivamente en elementos seleccionados por los fiscales. Ambos apuntan hacia un trastorno autodestructivo de la activista.

Un quinto estudio, elaborado por la sicóloga Sigfried Frandsen, del Centro de Servicios Humanos en Washington, podría arrojar luz definitiva sobre la personalidad real de la abogada veracruzana, ya que es el único sustentado en el tratamiento clínico de Digna. Pero ninguno de los fiscales lo ha admitido como parte del expediente. La doctora Frandsen nunca fue llamada a declarar.

Este documento describe a la paciente como una mujer impresionante, que mantuvo su capacidad de seguir funcionando al más alto nivel a pesar de haber vivido experiencias traumáticas. Era capaz de pedir ayuda para poder manejar el estrés (...) No registra indicios de pensamiento o acciones suicidas ni intentos suicidas.

Durante las primeras semanas a raíz del homicidio (19 octubre de 2001), la averiguación judicial fue conducida por el entonces director de Averiguaciones Previas de la procuraduría capitalina, Álvaro Corcuera, quien ordenó dos perfiles forenses: uno firmado por Arturo Mendoza Vega, de la Dirección de Servicios Periciales, y otro por los especialistas Adalberto Levy Hambra y Miguel Matrajt. Ambos concluyen que la tesis del suicidio es altamente improbable.

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La familia de la abogada se prepara para una larga batalla legal en la que defenderán las pruebas que aportaron en abril de 2006. La imagen fue tomada en Misantla, Veracruz

Corcuera fue retirado de la investigación y el entonces procurador Bernardo Bátiz nombró a Renato Sales Heredia, quien orientó todo su trabajo a crear un andamiaje para sostener su versión del suicidio simulado. Sales desechó los dos primeros peritajes sicológicos (como desechó también dos primeros peritajes de balística y varios indicios de la autopsia que probaban que Ochoa no pudo haber disparado el arma y que hubo señales de violencia previos a su muerte) y encargó otro.

Jaime Ayala Villarreal, de la Asociación Sicoanalítica Mexicana, elaboró un estudio sicodinámico de la personalidad post mórtem que describe una notoria sintomatología obsesiva compulsiva, conductas esquizoides, antisociales y pensamientos paranoides, rasgos congruentes con la versión del suicidio y la pretensión de fingir un asesinato. Este documento fue filtrado profusamente por el ex procurador Bátiz a varios periodistas; incluso fue colocado en Internet.

La periodista canadiense Linda Diebel, reportera de The Star de Toronto y autora del libro Traicionada: el asesinato de Digna Ochoa, dio a conocer un cuarto perfil sicológico forense firmado por Lucía Bustos y Jovita Bravo, basado en el estudio de su lenguaje corporal a partir de un video y dos archivos. A partir de su forma de vestir y de las particularidades de sus relaciones de pareja (sin tomar en cuenta su etapa de monja), se le diagnostica esquizo-paranoica, personalidad mitómana, que utiliza su profesión (defensora de derechos humanos) para compensar su falta de relaciones afectivas, capaz de atentar contra su vida aparentando ser víctima.

Consultado sobre esta pieza de la averiguación, el siquiatra canadiense Peter Collins –criminalista adscrito a la policía de Ontario y consultor de la Real Policía Montada– apunta escandalizado que dicho estudio es un absurdo y que ninguna institución policiaca seria debería aceptarlo, ya que trata de armar toda una película a partir apenas de una instantánea.

Siete años después, el procurador capitalino vuelve a los elementos más volátiles de la hipótesis del suicidio simulado. Y elige los dos perfiles forenses más cuestionados para explicarse ante la prensa.