Opinión
Ver día anteriorJueves 16 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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COP-16: business as usual
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in freno formal a las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) y con el endoso a los novedosos instrumentos financieros del Banco Mundial: el mercado de bonos de carbono y el programa de reducción de emisiones por deforestación y degradación embiental, con que se encubre la explotación y despojo de bosques nativos a campesinos e indígenas a lo largo y ancho del globo y la mercantilización de aire y selvas tropicales, concluyó la COP-16. Fue un business as usual ominoso para la humanidad y la biota global en tiempos del peak oil, cuando recrudece el impulso de los cabildos por la ampliación de la frontera hidrocarburífera de polo a polo, de África y Alaska, al Amazonas y la Patagonia.

La pronta felicitación de Obama a Calderón fue toda una oportunidad para el control de daños por los cables de Wikileaks y por haber decretado, semanas antes, el fin de la moratoria a la perforación petrolera en aguas profundas, en medio del mega-desastre ecológico del Golfo de México y para beneplácito de la industria del gas y del petróleo.

Ahora las petroleras que operan en el Golfo, en Sudamérica, Argentina (en Entre Ríos y el Chaco) y las dedicadas a la extracción de petróleo de las arenas bituminosas de Alberta, Canadá, pueden proceder tranquilas: en Cancún se pospuso limitar los GEI al tiempo que se mantuvo la mano visible de monopolios, especuladores y financistas para hacer lo suyo con el termostato que regula la temperatura terrestre.

Malas noticias para el clima, buenas para el aparato bélico-industrial: la COP-16 no afectó sus operaciones normales, en mar, tierra y aire, ni las atroces –y ambientalmente devastadoras– guerras preventivas y acosos, en torno a los yacimientos super-gigantes de petróleo que quedan en la corteza (Irak, Irán, Rusia, Venezuela etcétera). El Pentágono usa suficiente energía en 12 meses como para mantener en funcionamiento el sistema urbano de transporte masivo de EU en su totalidad, ¡por 14 años!, según estimaciones de Michael Renner en el State of the World Report Watch. Por motivos de seguridad militar, EU valora el crudo, carbón, metales y minerales en áreas cercanas y seguras, por lo que no sorprende su intervención/ocupación de Canadá, México y Centroamérica, su agresión contra los países de Alba y sus apetitos por los recursos naturales de América del Sur.

Dejar todo lo relativo a la atmósfera al gusto y voluntad del cliente, también es un alivio para Shell Oil y la Casa Blanca que ahora, según The New York Times, negocian la apertura a la perforación petrolera en el Mar Beaufort y en el Mar Chukchi, en el Ártico de Alaska: se trata de negocios realizables en 20 años, sobre cerca de 30 mil millones de barriles de crudo. De igual manera el poderoso cabildo del carbón, el combustible fósil más tóxico (lo de que es limpio es cuento de hadas) tiene en la mira las cerca de 3.5 billones (trillions) de toneladas de carbón bituminoso, localizadas en las riberas del río Utukok en el noroeste del Ártico de Alaska. Cálculos de Subhankar Banerjee (www.truth-out.org) indican que como EU consume mil millones de toneladas anuales, habría carbón para 3 mil 500 años. Además, según Keith Schneider, con los 175 mil millones de barriles de petróleo extraible de las arenas bituminosas de Alberta, Canadá, habría suficiente petróleo y gas para mantener en funcionamiento a EU al menos otro siglo. Como junto al carbón, el petróleo bituminoso es de lo más dañino al ambiente, la devastación que acarrea la ampliación de la frontera en pos de los combustibles fósiles no-convencionales sería inimaginable. Es una ruta insostenible a nivel global/atmosférico y local, como consta en el riguroso estudio de Tony Clarke (Tar Sands Showdown 2008).

Insisto: enfrentamos una catástrofe sólo equiparable a la ocurrida hace 65 millones de años, como advirtieron Richard Leakey y Roger Lewin en La Sexta Extinción (Tusquets, 1998). Luego de la COP-16, esa extinción sigue su curso, sin freno.