Opinión
Ver día anteriorDomingo 19 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El pato herido
E

stoy hablando de Silvio Berlusconi, aclaro, ya que hay por todo el mundo muchos otros patos que han recibido una descarga de plomo en el ala…

Por ahora el Cavaliere podrá seguir esquivando a los jueces. En efecto, en su campaña prenavideña compró los votos de tres diputados y disfruta (es un modo de decir) de una mayoría exigua y dependiente de cualquier imprevisto, la cual no le basta para gobernar hasta 2013. Por consiguiente, o compra nuevos diputados para ampliar su gobierno y su mayoría o tendrá que hacer piruetas en la cuerda floja, ya que las derechas están divididas y su único aliado actual –la xenófoba y racista Liga Norte, de Umberto Bossi– pide elecciones anticipadas.

El Vaticano, que antes apoyó al hombre que se ufanaba siempre de tener siete tías monjas, hace rato que se despegó del que protagoniza escándalos a cada rato y, peor aún, no esconde sus lazos con la mafia (como hacían los buenos cristianos de antaño, tal Giulio Andreotti, de la Democracia Cristiana que, por lo menos, negaban esa relación y tenían el pudor de la hipocresía, ese homenaje del vicio a la virtud).

La Iglesia, por lo tanto, apoya la oposición de derecha antiberlusconiana, como la UDC, del senador Pier Ferdinando Casini, y el ex fascista Gianfranco Fini, presidente de la Cámara de Diputados. La gran burguesía por su parte está dividida. Un sector de la gran industria y de las finanzas preferiría a Fini o a un gobierno técnico para escapar de manos de la mafia y de la inseguridad y el desprestigio, y sostiene que una vez más el supuesto crecimiento del producto interno bruto italiano será sólo de 1.1 por ciento (menos que el crecimiento demográfico y, por consiguiente, una nueva reducción del PIB per cápita) y que en dos años se perdieron más de medio millón de puestos de trabajo. Otro en cambio, en los sectores más penetrados por la mafia, prefiere moverse con ésta y con Berlusconi, quien tiene un consenso mayoritario sobre la base de una mezcla de amoralismo, racismo, xenofobia (la materia prima que en Italia dio base social al fascismo y después al Fronte dell’Uomo Qualunque, Frente del Hombre Vulgar y Corriente).

Por su parte, la Liga Norte, aunque apoya a Berlusconi, desea nuevas elecciones porque los sondeos muestran que los votos del centro (que se autocalificaba de centroizquierda) van al centro derecha o se estancan, y que los votos de Berlusconi van hacia la Liga, que se refuerza. Pero, precisamente por esos sondeos de opinión, ni los opositores de derecha –como Fini y Casini– ni los de centro –como los ex comunistas transformados sucesivamente en ex izquierda democrática y después en ex demócratas de izquierda, para quedarse como demócratas a la Clinton– quieren elecciones si antes no se reforma una ley electoral tramposa y sucia, hecha a la medida de Berlusconi, que impide las uniones de partidos y premia absurdamente al partido mayoritario, además de imposibilitar la representación parlamentaria de los pequeños partidos.

Además, ante el espectáculo ofrecido por los parlamentarios que, por unanimidad, se otorgaron un enorme aumento de sueldos cuando la mayoría de los italianos tiene puestos de trabajo precarios y mal pagados o vive amenazada por la desocupación, la oposición parlamentaria de centro teme las elecciones. En primer lugar, porque no tiene un candidato creíble, porque no es popular, porque no tiene un programa diferente al de la derecha y porque tiene miedo de ganar y de verse en la situación de los socialistas de Rodríguez Zapatero, o de Papandreu, enfrentados a los sindicatos y al pueblo como servidores de la gran finanza europea y mundial. El ex alcalde de Roma, ex comunista y ex jefe del bloque centrista, Walter Veltroni, lo dijo con todas las letras: no a las elecciones.

La protesta social, por su parte, es limitada: en el noroeste y el noreste (zonas donde los millones de trabajadores de fábricas medias y pequeñas, e incluso de las grandes, votan por la liga y todos tienen un doble trabajo) la evasión impositiva es masiva y generalizada. En el resto de Italia, los sindicatos han perdido gran parte de su peso y están, además, divididos entre la CISL, cristiana, y la UIL, socialista, favorables al gobierno, y la CGIL, en la oposición de centro izquierda, con sus metalúrgicos (la FIOM) en la izquierda combativa, vastas capas de trabajadores no encuentran expresión política ni organizativa. En particular, los jóvenes, particularmente golpeados por la desocupación y el subempleo disfrazado de empleo precario, expresan su rabia en manifestaciones o luchas junto a los estudiantes. O son la base del crecimiento de un polo no partidario y hasta antipartidario dirigido por el ex dirigente de Refundación Comunista y presidente de la región Puglia, Niki Vendola, que ha vencido ya a los ex comunistas del Partido Democrático nada menos que en Milán y en Florencia, dos de sus bastiones. El mismo elemento cultural que en su expresión brutal y primitiva da como resultado Berlusconi o Bossi, da de este modo origen a una protesta social de centroizquierda, basada en la carencia de toda base programática, en el apoliticismo de quien no se anima a hacer política, en el apartidismo de quienes forman, en realidad, el partido de recambio de una burguesía que quiere cambiar a Berlusconi sin cambiar nada en Italia ni en el sistema.

Por consiguiente, el pato herido es posible que siga saltando entre las malezas de sus turbios negocios. Lo más probable es que, ante la falta de alternativa, otro sector de la derecha, menos abiertamente mafioso y corrompido y más presentable, ocupe el puesto que el Cavaliere está dejando vacante. De todos modos al cerrarse la salida institucional, la protesta ocupa las calles y se abre un gran periodo de inestabilidad y recomposición de las fuerzas políticas, que será potenciado por la crisis económica.