Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de diciembre de 2010 Num: 825

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Nadie
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

La Nochebuena de los pescadores
JOOP WAASDORP

Crímenes de cacao
JORGE VARGAS BOHÓRQUEZ

Crumb y Bukowsky: el underground y la fama
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Dos poemas
CHARLES BUKOWSKY

El PAN: celebrar ¿qué?
MARCO ANTONIO CAMPOS

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Columnas:
Galerķa
RODOLFO ALONSO

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
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La Otra Escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

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Hugo Gutiérrez Vega

LA POESÍA GRIEGA CONTEMPORÁNEA (V DE X)

Veamos “La joven Laura”, de Engonópoulos:

“Los tesoros enormes/–sobre los que tantas leyendas se dicen–/de la pobre/ afligida/ joven/ son/ sus labios/ únicos/ sus dulces labios únicos// cuánto me faltan y me llenan de nostalgia/ –y los celebro–/ cuando estoy lejos/ errando/ en estos viajes increíbles/ sin gracia/ que de vez en cuando/ emprendo// y sin embargo/ cuánto se alegran/ –y los celebro– /cuando estoy/ a su lado// es la vida// sale y recorre callejuelas/ y barrios/ y con sollozos/ me busca/ y me llama/ ven/ no te pongas así/ somos griegos/ tú eres/ –¡qué maravilla!–/ una joven/ griega// cuando duermo/ las flores de tus axilas/ vienen/ y me acarician/ todo el cuerpo/ y cuando pinto/ entonces/ vienen tus ojos/ bellos/ al extremo de mi pincel/ y se pasean/ en toda la superficie/ de la tela// sabe/ que te he hecho inmortal.”

Aquí, juntos el poeta y el pintor, reviven los colores del Mediterráneo en los rasgos de una mujer joven rodeada por el paisaje del mar, las islas y el sol constante del Dodecaneso.

Engonópoulos, en su poesía amorosa, utiliza todos los emblemas de la realidad histórica griega, desde los clásicos, pasando por los bizantinos, hasta llegar a los del mundo moderno, en el que estas presencias se agitan detrás de cualquier poema, de cualquier canción.

“Clelia o quizá idilio de la laguna”: “Tienes los ojos del hombre/ y la vida/ de los niños/ tu fina cintura/ ciñe el todo/ de mis sueños:/ me das la alegría de las águilas// no te arrepientes –¿no es así?–/ no te arrepientes/ de que nos fuéramos/ de que nos refugiáramos en la paz azul y verde/ de la laguna// mira –mientras aún es tiempo–/ en la plaza que se aleja sin cesar/ cómo se pasea/ toda esa chusma con el frac sucio de mierda/ –los irreverentes en círculo pasean–/ no te arrepientes –digo–/ no perdemos –no pierdes– nada en absoluto/ con irnos lejos// te amo y arrastro mi larga cabellera roja/ a tus pies blancos y delgados/ me inspiran los pezones de tus pechos/ y erguido/ con mano firme/ conduzco el navío/ hacia las islas/ donde vuelan/ a montones/ los huesos y cráneos de los muertos/ en la arena rubia/ del litoral/ nos espera un magnífico lecho:/ lo enmarcan/ cañaverales/ y espadañas// (y en realidad/ ahí fuimos el uno para el otro fuente/ de bellos flujos/ sólo que yo/ fui además/ para ella/ simultáneamente/ adorador/ y castigo). // No llores –no llores querida–/ los días que pasaron/ –debes saberlo–/ fueron regalo de los dioses// la tierra calla/ y antes de que se apague el sol que tanto amamos/ –y que no saldrá más para nosotros–/ habré de tomarte/–para que avancemos–/de tu mano pequeña y delicada.// ves aquella tumba/ ahí/ abriremos la puerta/ y entraremos:/ ahí habré de abrazarte/ y así abrazados para siempre/ nos perderemos/ en los cristales policromos/ del Juicio Final.”

Cuenta Kazantzakis en su Odisea, que los tres padrinos que acudieron a bendecir la cuna del infante Odiseo, fueron Prometeo, Tántalo y Hércules. Los tres desearon que el niño tuviera un corazón insaciablemente humanitario y una mente capaz de llevar a buen término los trece terribles trabajos. Pienso que los mismos padrinos visitaron la cuna de Odysseas Elytis en 1911. En ese año nació el poeta esencial de la Grecia moderna y uno de los mayores poetas líricos del siglo XX. Rebasa los límites de estos asombros el estudio de la obra de Elytis. Por eso quiero limitarme a uno de sus trabajos y, además, comunicarles que su último libro muestra un carácter sorprendentemente juvenil y un talante amoroso de intensidad notable. (Elytis murió en 1996). Sus libros anteriores: Orientaciones; Sol, el primero; Canto heroico y fúnebre para el alférez caído en Albania; Dignum est y muchos más, muestran su apego al credo surrealista, entendido a su peculiar manera, y su constante preocupación por tomarle el pulso a su tierra y a su tiempo histórico. La gravedad lírica de este coloso se ve atemperada por su sentido de la gracia, por su manejo prodigiosamente infantil de las palabras y por su deslumbrada admiración ante lo humano.

Víctor Ivanovici tradujo al español el pequeño libro que quiero comentar con ustedes: Diario de un abril nunca visto o Diario de un abril invisible. Ante todo, debemos recordar la importancia floral y solar del abril griego: Aprili mu, aprili mu xanté (“Abril mío, mi rubio abril”), dice la canción. El diario de Elytis se instala en la intemporalidad y canta a lo que aspiró sin haberlo logrado jamás: “Domingo, 5 b” con el epígrafe: El fin de Alejandro: “Dobló las cuatro estaciones y quedó como árbol al que se le acabara el viento.// Luego se sentó tranquilo y puso el acantilado junto a él.// Al otro lado extendió cuidadosamente un pedazo de mar, todo de ráfagas azules.// Horas pasaron hasta que, en cierto momento, /los ojos de las mujeres parpadearon./ Entonces entró la Dueña y él entregó el alma.”

(Continuará)

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