Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Toros
¿La fiesta en paz?

Un ganadero con idea

R

eflejo de su grave pérdida de influencia en el medio taurino mexicano y de una creciente capitulación en lo que a bravura se refiere, el grueso de nuestros ganaderos empezó a hacerse bolas a partir de la falsa modernidad que quiso imponer el menudo mandatario que no vio ni oyó, sino que hipotecó el país mediante un tratado comercial precipitado y desventajoso.

Hará unos 17 años –mismos que tiene la empresa de la Plaza México como ineficaz promotora taurina–, durante el Primer Congreso Mundial de Ganaderos de Lidia, celebrado en Guadalajara, los criadores mexicanos de bravo dieron la tónica de lo que ha caracterizado su participación en sucesivos encuentros de esta índole: hablar poco, decir menos y dejar que ganaderos de otros países sean quienes expongan y defiendan posturas.

Sin embargo, en ese primer congreso, cuya mejor virtud fue haber sido el antecedente de posteriores cuanto infructuosos encuentros en distintos países taurinos, hubo un criador de reses bravas que se caracterizó tanto por su hospitalidad como por la claridad de su breve pero sustanciosa intervención: el arquitecto Ignacio García Villaseñor, único propietario entonces de la ganadería de San Marcos.

Allí, en el rancho El Cuadrado, en el municipio de Valle de Guadalupe, Jalisco, el arquitecto y su familia ofrecieron a los congresistas una tienta de lujo con la participación de los matadores-ganaderos Joselito Huerta, Gabino Aguilar y Curro Rivera, un joven Alfredo Gutiérrez en sus inicios y como tentador don Gustavo Castro, El Santanero. En la llanura jalisciense partía el horizonte una señora corrida de toros –como la lidiada ayer– a punto de ser embarcada.

Uno de los ponentes, el ganadero andaluz Juan Pedro Domecq Solís, aventuró la tesis de pugnar por el toro artista, aprovechando su fijeza, ritmo, repetitividad y entrega para un toreo relajado, estructurado e inspirado, y si bien advertía que fiereza y nobleza eran condiciones contrapuestas, había que buscar ese perfecto equilibrio.

En la última sesión, el ganadero Ignacio García Villaseñor tomó la palabra y afirmó enfático: Ahora se ha vuelto una fiesta de toreros, pero habrá que pugnar porque vuelva a ser de toros. Trabajamos muchos años para llevar a las plazas corridas de toros dignas para que malos taurinos y malos toreros las echen por la borda. No nos refugiemos en el toro artista para disfrazar la mansedumbre y diluir la casta. A según se ve, pocos escucharon.