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Mujeres retenidas sufren violaciones reiteradas y múltiples

Violencia sexual, parte integral del maltrato a migrantes de paso

El Ejército y los federales no hacen nada, nomás agarran a las víctimas

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Migrantes mexicanos en el poblado de Altar, unos 100 kilómetros al sur de la frontera con Estados Unidos, antes de aventurarse a cruzar por el desierto de Sonora, anteayerFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 30 de diciembre de 2010, p. 6

Guadalajara, Jal., 29 de diciembre. “Aquí, lo que nos han platicado todas las mujeres que han sido raptadas por (la banda de) Los Zetas en Tabasco y Veracruz, es que todos los días, mientras estuvieron secuestradas, las violaban por lo menos cinco personas”, relata Carlos Villalobos, miembro de FM4 Paso Libre, una organización que ofrece alimentos y ropa a centroamericanos y mexicanos en su paso por Guadalajara con rumbo a Estados Unidos.

Mónica Salmón, coordinadora de FM4 –fundada en 2009 con egresados del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, organismo privado de corte jesuita– señala que los mexicanos que emigran a Estados Unidos empiezan a tomar las mismas rutas que los centroamericanos y también se ven sujetos a sufrir vejaciones en el camino.

(Los migrantes) son víctimas de una doble violación a los derechos humanos: por un lado los abusos perpetrados por las propias autoridades y por otro la omisión de las autoridades al permitir que sean objeto de actos criminales de parte de grupos delincuenciales, agrega.

Cada año, por la capital de Jalisco pasan entre 4 mil y 10 mil migrantes, asevera Ramón Gómez Zamudio, investigador del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de Guadalajara.

La ruta Centroamérica-Chiapas-Veracruz-Tabasco-Distrito Federal está formada por las escalas que hace la bestia (la locomotora) antes de que el camino se divida en dos rutas: la del Golfo, en la que abundan Los Zetas, y la del Pacífico, que incluye Jalisco.

“Hay quienes han descrito el territorio mexicano como un enorme funeral vertical de 4 mil kilómetros. Otros, como la antesala del infierno. Las muertes en el trayecto tienen que ver con el crimen organizado: Los Zetas, los maras y, lo peor, tener que vivir en una caja, un terror institucionalizado por el Estado”, añade Gómez Zamudio.

Con Roberto te va a ir mejor

Roberto es un hondureño de piel, ojos y cabello negro a la espera del tren. Viste una playera roja, con la frase de campaña del ex candidato presidencial priísta Roberto Madrazo: Con Roberto te va a ir mejor. Habla poco. Casi no ve a los ojos de su interlocutor. Desconfía entrar a las instalaciones de FM4, sobre la avenida Inglaterra, a unos metros de las vías ferroviarias en Guadalajara, porque le han contado que hacen experimentos con los indocumentados.

Llegamos a las cuatro y media de la mañana (a Guadalajara). Nos dormimos en el tren y llegamos hasta la estación. Entonces salieron dos policías. Uno de azul y blanco y el otro de azul. Nos agarraron a mi compañero y nos esculcaron las cosas. Buscaban droga, dijeron ellos y sacaron el dinero que traíamos, relata.

–¿Cuánto dinero era?

–A mí me quitaron 200 pesos en monedas, pesos mexicanos. A mi compañero le quitaron 400. Nos quitaron el dinero diciéndonos que no nos pertenecía por que no éramos mexicanos.

–¿Qué otras experiencias has tenido en México?

–En Pénjamo. Llegó un hondureño y otros mexicanos. Tres mexicanos armados con escopetas. Violaron a dos muchachas, a la mamá y a la hija. Llegó la federal y el Ejército y no hicieron nada, nomás agarrar a las víctimas. Se oyó decir que eran zetas los que iban armados pero no sabría decir si fueron ellos. Sabemos que corremos muchos peligros pero es mucha la necesidad de venir, cruzar y llegar a Estados Unidos. Sabemos que nos puede costar la vida.

–¿A qué es lo que más le temes durante este viaje?

–A los secuestros.

El Informe especial sobre los casos de secuestros contra migrantes, elaborado en 2009 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, detalla que en seis meses se tuvo conocimiento de 198 casos, 33 al mes en promedio, más de uno al día. Indica que por lo menos 9 mil 758 migrantes fueron privados de su libertad; que el número de secuestros por año podría llegar a 400 y que la cifra de víctimas alcanzaría las 18 mil.

La frecuencia y magnitud de los secuestros de migrantes implica una actividad delictiva de enormes proporciones, que representa altos ingresos a la delincuencia. El monto de rescate que se pide a las víctimas va, en general, de mil 500 a 5 mil dólares, se aprecia en el informe.

Además del robo, el secuestro, la extorsión y el abuso sexual contra mujeres migrantes son parte del viaje antes de llegar a Estados Unidos, si es que se llega.

“Hay mujeres a las que los coyotes les dan condones y les dicen: ‘mira, en algún punto del camino te violarán, mejor prepárate’. Este es un conocimiento a golpe de pecho que van aprendiendo los migrantes”, describe vía telefónica Óscar Martínez, periodista salvadoreño autor del libro Los migrantes que no importan.

Renán, Bautista y Nelson son tres hondureños que partieron de casa hace más de 20 días. Llevan por lo menos dos (desde que arribaron a Guadalajara) sin comida en el estómago. Los tres son campesinos. Se fueron porque no tienen trabajo allá. Saben que cruzar México es un riesgo.

En Veracruz, en Medias Aguas, no me acuerdo qué fecha fue, veníamos unos 26, llegaron unos hombres armados, yo corrí. En Riagas se descarriló un vagón, unos sujetos llegaron y le robaron a la gente. A un niño lo tiraron y se quebró la pierna, tenía como ocho años. Se llevaron a unas ocho personas. Nomás Migración lo corretea a uno. En Boquecerro nos asaltaron pero se portaron buena onda los ladrones, nos dijeron que nos largáramos, con pistola escuadra, relata Bautista.

A otros los ha agarrado el tren, los arrastra, les corta un pie, una mano; yo lo he visto. Allá en Riagas, un muchacho perdió la mano y una pierna, dice Renán.

“Yo tengo un carnal allá (en Estados Unidos) que me dijo ‘Vente. Si vienes, yo te voy a conseguir la chamba’. Tengo dos hijos, una niña de cuatro y un niño de tres. El niño varón quedó llorando porque me venía, pero pues al rato los voy a volver a ver. Dios quiera que sí. Le pido a Dios me limpie el camino”, concluye Bautista.