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El autor narra en Diario de un brigadista su experiencia como alfabetizador en la isla, en 1961

Las actuales reformas en Cuba, lo que necesitaba la revolución: José Agustín

No creo que esos cambios traicionen su espíritu, señaló el autor de La tumba en entrevista

 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de enero de 2011, p. 5

Los cambios políticos emprendidos en Cuba son parte de un proceso de apertura muy importante, exactamente lo que le hacía falta a la revolución, sostiene el escritor José Agustín, quien recientemente publicó un libro relacionado con sus experiencias de juventud en aquel país, el cual conmemoró ayer el 52 aniversario del movimiento armado que provocó la caída de la dictadura de Fulgencio Batista.

No creo que esos cambios traicionen el espíritu de la Revolución cubana. Las circunstancias y el contexto fueron llevando a Cuba a una posición muy difícil hasta mediados de los años 80. Es un país sobre el que ha pesado una presión muy fuerte, debido al escarnio de Estados Unidos, sostiene el también guionista.

“Me parece de lo más normal que en medio de tantas dificultades hubieran tenido que adaptarse varias cosas; lo asombroso es que los cubanos en su mayoría, al día de hoy, apoyan la Revolución (…) También me parece formidable que Fidel (Castro) haya reaparecido con ánimos, hasta cierto punto, de emprender reformas.”

El pretexto de la entrevista con José Agustín es la publicación de su libro Diario de un brigadista: Cuba, 1961 (Lumen), un manuscrito olvidado que el autor rescató de su archivo personal, en el que refiere sus experiencias de un viaje que realizó a la isla tan sólo dos años después del triunfo de la revolución.

Al llegar a ese país se integró como brigadista a la campaña de alfabetización impulsada por Fidel Castro, luego de que en una asamblea de la Organización de las Naciones Unidas se había comprometido que en un plazo de un año todos los cubanos aprenderían a leer y escribir.

El autor de La tumba contaba en ese entonces con 16 años, y para poder emprender esa odisea se casó de manera intempestiva y sin consentimiento de sus padres con Margarita Dalton, tan sólo un año mayor que él, con quien compartió esa enriquecedora experiencia, la cual duró poco más seis meses.

Aquel viaje, en principio, fue tomado por el escritor más como una oportunidad de salir a vivir que como un asunto ideológico o compromiso político, refiere.

“No era muy fan, nunca milité en partidos políticos; mucha gente cercana era parte del Partido Comunista, al cual me pedían que ingresara, pero no era algo que quisiera. Sí me interesaba la política, pero estaba más clavado en la escritura”, asevera.

Sin embargo, en 1961 Cuba seguía siendo el foco de atención internacional, estaba mitificada. Era la revolución de los barbudos, de gente muy joven, una revolución anticonvencional, eso me atrajo desde el principio.

Tras aclarar que nunca pensó publicar este diario, sino que fue su hijo Andrés quien prácticamente lo obligó a hacerlo, José Agustín asegura que si algo le dejó esa vivencia en Cuba fue ayudarlo a madurar muy rápido.

En lo profesional, en tanto, sostiene que fue un proceso que lo desbordó de experiencias: Pude ver que había otros mundos, realidades diferentes, otras formas de expresión, de hablar. Todo eso lo volqué en este diario. Sin embargo, nunca tuve necesidad de llevarlo a otros planos ni a otras obras.

Entre las anécdotas de ese periplo, el autor recuerda que conoció y pudo saludar a Fidel Castro y al Che Guevara un día que se los topó en la calle. Antes había tratado de sostener un encuentro oficial con ellos, pero nunca se concretó.

No volvió a ver a Fidel sino hasta 1985 o 1986, cuando fue nombrado jurado del Premio Casa de las Américas, y con ese motivo el comandante lo invitó a una cena y luego a una pachanga en la que pudo mantener un ligero intercambio de pareceres con él.

A decir de José Agustín, la hechura de su diario en Cuba se debe a una recomendación que les hicieron mientras los capacitaban para alfabetizar, y lo escribí mientras estaba en las brigadas, bajaba mangos para comer o araba la tierra, por lo que no puede extenderme, aunque lo deseara, pues andaba muy activo.

Sostiene que la versión ahora publicada es prácticamente la misma que la original: Lo único que hice fue mecanografiar el manuscrito y una que otra corrección, pero no suprimí ni añadí partes.

Para concluir, el escritor adelanta que actualmente trabaja en su novela La locura de Dios, la cual es un poco como la historia de Job: un hombre que le va muy bien en la vida y de un día para otro le va de la chingada; se le mueren su esposa y los hijos; lo degradan, lo humillan; pierde sus propiedades; le va, pues, de la soberana cachetada, como a Job. Algunos compañeros le dicen que todo lo que le pasa es kármico, que se trata de un castigo de Dios, a lo que él responde que nada ha hecho para enfadarlo, que si Dios actúa así es porque está loco. De allí el título de la obra.