Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de enero de 2011 Num: 826

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El profeta insumiso: William Blake (1757-1827)
RODOLFO ALONSO

Tras las huellas de Lowry en Oaxaca
ALBERTO REBOLLO

Los dos talleres de Nandino

Elías Nandino y Estaciones
GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

Elías Nandino, entre poesía y bisturí
LEONARDO COMPAÑ JASSO

El poeta frente al espejo
GUADALUPE CALZADA GUTIÉRREZ

Leda Arias: búsqueda, compromiso y permanencia
INGRID SUCKAER

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Luis Tovar
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Hipermicro (II Y ÚLTIMA)

Si la situación aquí descrita la semana pasada, respecto del modo y manera en que son manejados los espacios urbanos comerciales destinados a la exhibición cinematográfica, es inamovible y como espectadores hemos sido sentenciados a padecer la anemia y la escasez consistentes en la repetición de un mismo filme tres, cinco o hasta seis veces en un mismo punto geográfico, estaría bueno que desaparecieran los multiplex. Total, si de doce salas hay cinco dedicadas, por ejemplo, al maguete de la frente tatuada y otras cuatro le tocan al cerebrón antipático de Megamente, ¿por qué no volver a la maravilla de los recintos amplios, dignos en su arquitectura y en su vocación, logrando así, entre otros ahorros, el del montón de copias todas juntas en un mismo lugar? Así, al menos, la tendencia cinematográfica a lo hiper no quedaría en meros resultados micro.

El asunto es que las propias películas –es decir las aludidas y otras que perfectamente podrían sustituirlas pues, en el fondo, son virtualmente la misma cosa– padecen males idénticos a los que tienen postrado, aunque no lo parezca a simple vista, al negocio de la exhibición. La primera y más grave de dichas enfermedades es la tremenda compulsión monetarista de ambos, película y sala de cine: de lo que se trata, Freud diría que coprofílicamente, es de acumular tanto dinero como sea posible. Punto. Cualquier otra consideración pasa a un muy retirado segundo plano, incluyendo por supuesto la calidad, la novedad, la frescura, la originalidad, la pertinencia, la osadía, etecé.

El espíritu villamelón de Muchagente puede con facilidad hacer que éste salte y diga que no es cierto; que, por ejemplo, Avatar fue innovadora tanto en lo temático como en lo visual, y que hizo de la tercera dimensión un recurso técnico ahora recurrente, como lo puso de manifiesto, entre varias otras, Toy Story 3, y como a punto de hacerlo está el remake de la legendaria Tron. Pero aunque la candidez de Muchagente dé ternurita es preciso responderle que, para empezar, la tecnología 3D tiene más de cincuenta años de vieja y lo mismo se dijo en aquel entonces, que se trataba de una revolución en el cine. Ya encarrerados habría también que hacerle ver lo poco que de fresco, novedoso, pertinente y original tiene un discurso fílmico más de los muchos que se generan para justificar el status quo, que eso y nada más es la nueva grandilocuente megaproducción de James Cameron.


Escena de Skyline

MEGANANO

Otro de los males compartidos por ese cine y por las salas que se refocilan proyectándolo, es el complejo de Gulliver: o se es mega o no se es. Como megaproducciones suelen ser definidas las películas luego señaladas como “las más taquilleras”, lo mismo la francamente aburrida y en verdad poco apantallante Iron Man 2 que la muy lamentable inflada desinflante que para despedirlo se le propinó al célebre ogro verde en Shrek Forever After. ¿Fue usted uno más de los que se decepcionaron con Furia de titanes, pensando que vería algo tan bueno narrativa y conceptualmente como la clásica Jasón y los Argonautas, pero con las ventajas de la tecnología contemporánea? ¿Le tocó llevar a sus hijos adolescentes, o usted misma(o) sintió ganas de ir a ver ese chapucería de vampiros enamorados llamada Eclipse, que ya va en su parte dos o tres, vaya uno a saber? Megaproducciones todas ellas, lo mismo que las anotadas aquí hace ocho días: Narnia, Potter, Skyline... ¿Y en qué consiste la naturaleza de una producción mega? Fácil: en costar mucho y decir poco; todo lo más, la bobada de los buenos buenos contra los malos malos, el triunfo del amor on the Hollywood way, claro está, o el ensalzamiento definitivamente obsceno del individualismo, cuando no el culto ignaro a todo género de pastiches gotiquizantes. Como puede ver cualquiera, tratamientos, enfoques y estilos narrativos nano que, para lucir medianamente decorosos, requieren el empleo de carretadas de dinero. Encima de todo, y por si no se apercibió del significativo detalle, ni uno solo de los filmes hasta este punto mencionados es una historia original. Puras segundas, terceras, cuartas partes, remakes o refritos de temas architrillados, verbigracia una invasión extraterrestre.

Imagínese esas películas producidas con la morralla –comparativamente hablando– de la que suele estar provista una película mexicana; nada raro sería que “la gente” tampoco quisiera ir a verlas, y entonces los móls, por lo menos en el área donde están los cines, no le harían su anual homenaje involuntario a Chava Flores, cuando cantaba aquello de “un hormiguero no tiene tanto animal”...