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Domingo 9 de enero de 2011 Num: 827

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LA DIALÉCTICA Y LAS REVOLUCIONES DE AMÉRICA LATINA

EUGENE GOGOL


El poder de la negatividad: escritos sobre la dialéctica en Hegel y Marx,
Raya Dunayevskaya,
Juan Pablos Editor,
México, 2010.

Hoy en día, ninguna región del mundo como América Latina ha exigido y ha implementado cambios sociales tan profundos. Desde Chiapas y Oaxaca en México, hasta Venezuela y Bolivia; desde Brasil y Argentina, hasta los movimientos indígenas en Ecuador y Colombia, ha habido llamadas y acciones por Otro Mundo, otro sistema político-económico. Sin embargo, con toda esta actividad desde abajo y los cambios políticos acaecidos por arriba, ha habido carencias de debates con seriedad sobre la dialéctica y su relación con los procesos revolucionarios del continente. La dialéctica, en ocasiones ha sido tratada como un idealismo abstracto, bien de origen europeo (Hegel), o como una “aplicación” materialista (Marx), que ha agotado su razón-de-ser en la sociedad “postmoderna”.

No obstante, se han sucedido una serie de pensadores-activistas, quienes, al enfrentar situaciones de revolución y contrarrevolución durante el siglo XX, encontraron en la dialéctica una ayuda crítica. Se puede mencionar sobre todo a Lenin, para quien sus Cuadernos filosóficos sobre la Ciencia de la lógica, de Hegel (1914-1915), significaron la preparación fundamental para poder desempeñar su papel en Rusia de 1917 a 1923. Hubo otros pensadores radicales, como Georg Lukács y Herbert Marcuse, quienes trataron de volver a conceptualizar el marxismo en el siglo XX a partir de un análisis de la dialéctica hegeliana. Y tampoco podríamos dejar de mencionar a José Carlos Mariátegui, un pensador que sin estudiar la dialéctica hegeliana de modo directo, sí recreó el marxismo de Marx nuevamente, de acuerdo con las condiciones del Perú, en la tercera década del siglo XX –lo que sin dudas fue una labor de dialéctica creativa de cara a la realidad peruana.

Y luego está el caso de Raya Dunayevskaya, secretaria de León Trotsky en su exilio en México, y quien finalmente rompió con el trotskismo, no sólo por su análisis sobre Rusia como una sociedad capitalista de Estado, sino sobre todo al fundar una tendencia filosófica en Estados Unidos, el humanismo-marxista, que se basaba en su lectura del humanismo de Marx, desde los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, pasando por El capital –no separables de la dialéctica de Hegel. De hecho, ella trató de refundar una dialéctica revolucionaria dentro de la problemática de la realidad social, económica y política del capitalismo del siglo XX, y su contrario –las “nuevas pasiones y las fuerzas nuevas” que brotan desde abajo, del este y el oeste, en los países tecnológicamente desarrollados y subdesarrollados.

Dunayevskaya, quien hizo la primera traducción al inglés de dos de los ensayos (manuscritos) de Marx de 1844, así como de los Cuadernos sobre la dialéctica hegeliana, de Lenin, abogó por la necesidad de volver a la dialéctica hoy, no sólo a través de Marx y Lenin, sino por la dialéctica misma. Dunayevskaya vio en los absolutos de Hegel su propuesta de una negatividad absoluta no como un fin, sino “como un nuevo comienzo” para nuestros tiempos.

Dunayevskaya no fue una teórica de sillón, sino una activista permanente dentro de los movimientos radicales en Estados Unidos, fue una “filósofa de barricadas”, que expresa la dialéctica, no sólo como constructo teórico, sino en relación con las luchas en marcha, bien sea la liberación femenina, las luchas obreras, como el movimiento por la libertad de los afro-americanos en sus contiendas por los derechos civiles, todo al mismo tiempo que trabajaba y escribía desde el bastión del capitalismo: Estados Unidos.

Ella, fundadora de una organización marxista-humanista y de su periódico, se negó rotundamente a separar el trabajo teórico de las prácticas políticas revolucionarias. Hoy en día, en el centenario de su nacimiento (1910), y cerca de un cuarto de siglo de su muerte (1987), una colección de sus escritos sobre la dialéctica de Hegel y de Marx, El poder de la negatividad, se ha publicado en México por la Casa Editorial Juan Pablos. Esta es una colección de ensayos, cartas, (entre otros a Herbert Marcuse), presentaciones, todo sobre la dialéctica, no como un tratado formal de las categorías filosóficas, sino como un compromiso vivaz de la dialéctica con el mundo, del aquí y del ahora, tal y como se desarrollaba en su vida. Su visión sobre la naturaleza revolucionaria de la dialéctica hegeliana, en particular sus absolutos, pueden ser estudiados en El poder de la negatividad, lo cual constituyen treinta años o más de documentos.

Dunayevskaya desarrolló un análisis crítico, político-filosófico de las revoluciones pendientes en América Latina, desde el golpe de 1954 en Guatemala y las maniobras imperialistas de EU contra la Revolución cubana, sus esfuerzos para destruir el Chile de Salvador Allende, seguido de las guerras de Reagan contra las revoluciones de Centroamérica. Sin embargo, tal vez lo más crucial para la América Latina de hoy, sean sus escritos, sus estudios sobre la dialéctica en Hegel y en Marx como metodología y como una visión emancipadora. Sus escritos sobre el poder de la dialéctica, El poder de la negatividad, van más allá de su período histórico particular, y llegan hasta nuestro propio momento, incompleto aún, de los procesos sociales de la América Latina revolucionaria. Rubén Dri, el filósofo argentino que hizo un prefacio perspicaz para la edición española de El Poder de la negatividad, señala: “La interpretación de Hegel y Marx, o sea del humanismo marxista que hace Raya Dunayevskaya es realmente fascinante y es más necesario que nunca para esta etapa de los movimientos populares latinoamericanos.”



Si ríe el emperador,
Coral Bracho,
Era,
México, 2010.

Este es el más reciente poemario de la prolífica y multipremiada autora de Ese espacio, ese jardín, que en 2003 le valiera el Premio Xavier Villaurrutia. Dividido en siete apartados, precedidos por una tríada de poemas que inaugura el libro, Si ríe el emperador, a decir de sus editores, “es el testimonio urgente de una de las voces centrales de la poesía mexicana”. Aquí, Bracho hace nuevamente uso de la voz intensa, personalísima y arriesgada a la que tiene acostumbrado al lector.