Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Akaji Maro y Los secretos de la humanidad

L

os secretos de la humanidad: Una gran torre de nubes cegadoras/ y la temblorosa dicha de la muchedumbre./ Todos los límites se han desvanecido,/ ni vida ni muerte/ resplandor y brillo./ Una luz que baila en confusión,/ a fin de cuentas, los secretos de las personas son/ de por sí, ya un testimonio/ de la oscuridad de la torre.

Con este texto inquietante, Akaji Maro y la compañía de danza japonesa Dairakudakan, que fundó en 1972, ha establecido con gran resonancia y controversia una versión propia de la danza Butoh, la cual aprendió en su juventud en el grupo de Hijikata, gran creador de ese movimiento, que surgió ante la devastación física y anímica causada por la bomba atómica lanzada por los estadunidenses en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

Entonces se supo amargamente de la fragilidad de los tratados, convenciones y postulados entre los países, que supuestamente garantizarían el honor, el respeto y la comprensión al valor de la vida humana, principios que fueron quebrantados.

Una vez más detrás de todo ello se escondían la codicia, la corrupción, el poder, que desde tiempos inmemoriales han causado dolor a los pueblos, que han hecho desaparecer civilizaciones enteras.

Así, desde siempre, con mayor o menor libertad el hombre creativo, el artista, el inconforme, ha expresado su desacuerdo y su protesta apasionada, que en incontables ocasiones en los tiempos oscuros del fanatismo le ha costado la vida y ha sido víctima de los más crueles tormentos en ese infinito ciclo, una y otra vez.

Akaji Maro, hombre valeroso, artista y coreógrafo, muestra en su obra Los secretos de la humanidad (que como usted sabe no son pocos), presentada en octubre pasado en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultura Universitario por su grupo Dairakudakan, como parte del Festival Internacional Cervantino, y que no quisimos dejar de comentar, ha puesto el dedo en la llaga.

Con imaginación prodigiosa en los elementos lumínicos escenográficos, de vestuario, musicales y corporales, ataviados con las más fascinantes representaciones de figuras y fantasmas de tiempos remotos, en los que el mito, la magia, la leyenda nos ofrecen el panorama de una profunda raigambre en la ancestral esencia de la lucha de poderes, de luz y sombra.

Su exposición invade formas y movimientos atrevidos, descarnados y provocadores que reflejan con crudeza todo ese postulado de abusos e incongruencias, en el que la humanidad vive sometida cotidianamente, esa lucha desleal, en la cual sucumbe y renace cíclicamente.

La técnica de Akaji Maro es una mezcla importante de antiguas corrientes de danza japonesa y contemporáneas, que permite a los bailarines desarrollar elasticidad y resistencia corporal, permitiéndoles transformarse en cualquier cosa. Su gran contenido emocional refleja, de algún modo, las formaciones sicofísicas que repercuten en la personalidad y el cuerpo humanos ante la violencia, el terror, la sumisión y el miedo.

Este coreógrafo, de recursos creativos asombrosos, tiene el valor de ir al centro del problema. El formato estético posee importante contenido humano. Protesta y dice esto no está bien. Entonces la belleza se transforma en horror, con sus propias leyes.

El nivel del trabajo de Akaji Maro y su compañía ha rebasado las nimiedades de la temerosa burocracia, la crítica conservadora, la censura peligrosa.

Apoyado por las más altas autoridades culturales de Japón, este coreógrafo único –ha señalado– grita y protesta, y nos muestra una pincelada del desorden, la luz y las tinieblas, yendo más allá de un espectáculo común.

Akaji Maro parece militante del verdadero rango humano y su danza espectáculo parece ser una manera de decir sus verdades, que si bien estremecen a muchos, avergüenza a otros, los descubre y les demuestra la magnitud de su perversión.

Hoy, cuando los secretos vuelan a la velocidad de la informática, salta a la luz del mundo la confusa realidad que yace bajo el manto de la democracia.

Celebramos la presencia de artistas de la talla y el valor del señor Akaji Maro, pues a todos nos ofrece otro ángulo importante de las posibilidades de la danza.