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Reformas democráticas para detener la agitación política, pide Estados Unidos a Túnez

Se suman unos 2 mil policías a protestas contra el gobierno de unidad tunecino

Insisten en la renuncia del Ejecutivo dominado por dirigentes de la derrocada dictadura de Ben Ali

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Policías en uniforme o de civil corean consignas contra los remanentes de la dictadura insertados en el gobierno de transición de TúnezFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Domingo 23 de enero de 2011, p. 17

Túnez, 22 de enero. Una multitudinaria manifestación retomó hoy las calles del centro de Túnez, entre cuyos participantes destacaban unos 2 mil policías y miles de trabajadores estatales, para insistir en el reclamo de la renuncia del gobierno de unidad nacional dominado por los líderes del régimen del derrocado Zine Abidine Ben Ali, mientras una caravana de la liberación avanzaba hacia la capital.

Los manifestantes exigieron incluso la dimisión del primer ministro Mohammed Ganouchi, de la vieja guardia de Ben Ali y quien en la noche del viernes se comprometió a abandonar la política después de las elecciones previstas para seis meses, así como derogar todas las leyes antidemocráticas, la vieja legislación electoral, la antiterrorista y el código de prensa.

No satisfechos con la promesa de su gobierno de ruptura total con el pasado y que en adelante podrán realizarse elecciones libres con la participación de todos los partidos, incluso los que estuvieron proscritos, miles de tunecinos se manifestaron en marchas que confluyeron en el centro de la capital, mientras otras protestas tenían lugar en diferentes ciudades.

La secretaria estadunidense de Estado, Hillary Clinton, instó al primer ministro tunecino a emprender ya reformas democráticas para detener la agitación política en el país norafricano, informó el vocero Philip Crowley.

En este segundo y penúltimo día de duelo nacional por los mártires de la represión gubernamental, que a la postre llevó a la caída de la dictadura, miles de personas se manifestaron en cortejos en el centro de la ciudad, ante las sedes del gobierno y de la Unión General de Trabajadores Tunecinos.

El sistema, desbordado

Además del carácter político, las protestas tenían un marcado tinte social: empleados municipales que exigían mejoras en sus condiciones de trabajo, trabajadores de empresas de limpieza reclamando aumentos de salario y otros, como los taxistas y los bomberos, que se unieron a las manifestaciones.

Policías de civil o en uniforme se sumaron a las columnas para pedir un sindicato y mejores condiciones de trabajo, pero también para hacerse perdonar por la represión en la que participó ese cuerpo durante las protestas, que dejaron más de 100 muertos.

Un grupo de policías que se manifestaba ante la sede del gobierno bloqueó el acceso al automóvil del presidente Fued Mebazaa, antes de ser apartado sin violencia por colegas en servicio.

En tanto, más de 2 mil manifestantes de las zonas centro-oeste del país, en donde estalló el movimiento de protesta, comenzaron una marcha hacia la capital en una caravana de la liberación para reclamar la salida del gobierno de los representantes del régimen derrocado, tras la huida de Ben Ali rumbo a Arabia Saudita.

Desplegados de prensa circularon en diversos medios en otras regiones para que la gente se una a las marchas hacia la capital, a donde llegarán dentro de cuatro a cinco días, según los organizadores.

El Congreso por la República, el partido del opositor Moncef Marzuki, reclamó la creación de un Consejo Nacional –con personajes de todas las líneas políticas– encargado de redactar una nueva Constitución, así como la dimisión del gobierno de transición o de unidad nacional. El sindicato tunecino de la educación primaria llamó a sus miembros a una huelga a partir del lunes para exigir la disolución del gobierno, informó este sábado un portavoz.

El líder del movimiento islamita tunecino Ennahda (Renacimiento), Rached Ghannouchi, proscrito durante la dictadura, dijo que es un partido democrático y que no debe ser temido, y además rechazó cualquier comparación entre él y el fallecido líder iraní ayatola Rojula Jomeini.

Tras señalar que él no es chiíta, negó que su movimiento pretenda la creación de un Estado islámico fundamentalista. Añadió a la televisora árabe Al Jazeera que esa es una idea extremista y que no se basa en una interpretación correcta del Islam.