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Ver día anteriorViernes 28 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De genes y géneros cruzados
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Dren, en una escena de la película
S

e necesitan agallas para intentar otra variante moderna del mito de Frankenstein y salirse con la suya. El director Vincenzo Natali lo ha conseguido contra todo pronóstico en Splice: experimento mortal. En este caso son dos los científicos locos, la pareja excéntrica formada por Elsa (Sarah Polley) y Clive (Adrian Broady), quienes no usan cadáveres sino se han valido de la mezcla genética para crear nuevas formas de vida y sentirse dioses.

La primera criatura resulta de la combinación del ADN de diversos animales –mamíferos, reptiles, aves– y evoca, según el ángulo con que se mire, un gusano gigante o un descomunal pene gordo y arrugado. Patrocinada por una siniestra compañía farmacéutica, la pareja anuncia que su creación permitirá obtener proteínas nuevas. Sin embargo, Elsa no está satisfecha con el resultado y, en un arranque de megalomanía irresponsable, decide introducir al cóctel un componente humano. Craso error, según dictan las reglas del género.

Sin embargo, el mutante creado no es una amenaza inmediata que requiera la intervención de las fuerzas armadas. El crecimiento de quien es bautizada Dren (Nerd, al revés, acrónimo de Nucleic Exchange Environment & Development) es muy acelerado y después de nacer como un híbrido del bebé de Eraserhead con cuerpo de gallina desplumada, evoluciona a un aspecto más antropomorfo, aunque sigue teniendo patas de pollo, cola prensil....y habla con la voz de la ardillita Alvin en anfetaminas.

Este es el punto en que Natali les da una vuelta a las convenciones. En lugar de seguir la trayectoria usual de la película de monstruos, Splice se convierte en un melodrama familiar en el cual la madre adopta una actitud posesiva y demandante, el marido es demasiado débil para enfrentarla y la criatura se comporta como la adolescente más disfuncional del mundo. Gracias a la afectiva interpretación de la actriz francesa Délphine Chaneac y a los impecables efectos especiales, Dren se vuelve –como Frankenstein– un ser digno de lástima y empatía. El realizador y guionista le añade perversas implicaciones freudianas al caldo y la parte final de la película es delirante en mas de un sentido.

En pleno entusiasmo cinéfilo –que explica la participación de Guillermo del Toro como productor ejecutivo–, Natali no sólo cita a los clásicos de James Whale –los nombres de los personajes son un explícito homenaje a Colin Clive y Elsa Lanchester, intérpretes del doctor creador del monstruo y de su novia, respectivamente. También cruza esa referencia con el ADN de otras películas de horror/ciencia-ficción como Alien (Ridley Scott, 1979), Especies (Roger Donaldson, 1994) y, claro, La mosca (1986).

De hecho, todo el proyecto está impregnado por la influencia de David Cronenberg, su ambivalente terror al sexo y fascinación por la mutación orgánica en nombre de la ciencia. (La acción se divide entre dos ambientes afines al cineasta canadiense: el laboratorio donde se origina Dren, que aporta el antiséptico escenario científico; y un bosque nevado para las secuencias finales, que permitirá el regreso a las raíces góticas del relato.)

Aunque la conclusión de Splice coincide con la admonición tradicional del género (hay secretos que el hombre no debe explorar) su desarrollo dramático toma el camino de los conflictos personales, con observaciones pertinentes sobre la paternidad y la herencia. La película misma es una mutante con partes adicionales de violencia gore, humor negro y hasta un torcido erotismo. El monstruo está vivo.

Splice: experimento mortal: (Splice) D: Vincenzo Natali/ G: Vincenzo Natali, Antoinette Terry Bryant, Doug Taylor, basado en un argumento de Natali y Bryant/ F. en C: Tetsuo Nagata/ M: Cyrille Aufort/ Ed: Michele Conroy/ Con: Adrien Brody, Sarah Polley, Délphine Chaneac, Brandon McGibbon, Simona Macainescu/ P: Dark Castle Entertainment, Copperheart Entertainment, Gaumont. Francia-Canadá, 2010.

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