DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   31 DE ENERO DE 2011 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

Evolución milenaria del paisaje chinampero

La catalogación como herramienta

El empleo de métodos informáticos

Principales resultados del estudio

Algunas aplicaciones posibles

Un futuro posible para el territorio chinampero …y políticas para conseguirlo

Los seminarios-taller de salvaguardia y conservación de las zonas chinamperas


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Evolución milenaria del paisaje chinampero

El escenario natural

El Valle de México, también conocido como Anáhuac, alberga una gran variedad de ecosistemas que forman el complejo mosaico natural que caracteriza a esta cuenca. En la época prehispánica, el fondo de la cuenca estuvo cubierto por cuerpos de agua de escasa profundidad que formaban un sistema de cinco lagunas, interconectadas entre sí. Pero la presencia humana se encargaría de transformar ese medio natural propicio en un paisaje cultural muy particular, ya que sus aguas someras y la regularidad de sus tirantes se prestaron para la eventual construcción de islotes artificiales.

Presencia humana en el Valle de México
y la subcuenca Xochimilco-Chalco

Hay evidencias de que la presencia humana en el Valle de México se remonta a 10 mil años, cuando menos, en forma de micro-bandas nómadas que sobrevivían de la recolección de flora, recursos acuáticos y caza. Estos grupos ya poseían tecnología lítica rudimentaria.

La proximidad de diversos ecosistemas en esta cuenca propicia reducía la necesidad de desplazarse largas distancias para asegurar su alimentación durante el ciclo anual. Tanto es así que la arqueóloga Christine Niederberger postula la posibilidad de que pequeños asentamientos permanentes o semipermanentes hayan existido en las riberas lacustres hace 8 mil años, es decir antes de la introducción de agricultura en la cuenca.

La introducción de agricultura en la cuenca trajo consigo la transformación gradual del modo de vida de los habitantes que culminaría con el florecimiento de civilizaciones avanzadas y sus consiguientes ciudades. Éstas requerían de sistemas de agricultura intensiva para nutrir a sus habitantes. Sin duda, el sistema más innovador y productivo desarrollado en esta cuenca fue el de agricultura practicado en humedales: la agricultura chinampera.

Comienzo incipiente de la agricultura chinampera

Los indicios más tempranos de obras y la posible práctica de agricultura en campos elevados sobre humedales han sido asociados con el asentamiento de Cuicuilco, varios siglos antes de la era cristiana. En el otro extremo del Anáhuac, en tierras contiguas a manantiales al borde de la zona urbana de Teotihuacán, se han detectado obras hidráulicas incluyendo canales de irrigación y plataformas que datan de principios de nuestra era y que podrían haber sido utilizadas para cultivos. Esta práctica llego a su máxima extensión en Teotihuacán dos o tres siglos más adelante. Otro indicio de la existencia de agricultura sobre plataformas elevadas durante el apogeo de Teotihuacán se muestra en el rodapié de un mural del palacio de Tepantitla.

Hay pocos indicios arqueológicos de agricultura en humedales en los periodos Epiclásico y Postclásico temprano, si bien estudiosos de este tema han señalado que sería difícil entender cómo algunos de los asentamientos más grandes de esa época pudieron haber mantenido el nivel de población que aparentemente tuvieron sin la ayuda de una agricultura intensiva como el cultivo chinampero.

El caso es que, al parecer, este tipo de agricultura no fue extensamente utilizada en el Valle de México, o por lo menos no hay evidencia de la presencia de extensas áreas de chinampas en la cuenca en esas épocas. La información que se dispone hasta el momento permite pensar que la agricultura en chinampas se limitaba a unas pocas comunidades en ciénegas ribereñas.

El auge chinampero durante la consolidación del imperio azteca

En cambio, hacia fines del siglo XIV y principios del XV se registra una rápida propagación de áreas bajo cultivo chinampero en la cuenca. Esta expansión de agricultura chinampera coincide con el florecimiento del Imperio Mexica y es particularmente notable en los lagos de agua dulce de Xochimilco y Chalco. En esta época también existieron áreas chinamperas en el lago de Xaltocan, así como en el de Texcoco, al pie del cerro de Chimalhuacán.

También existieron áreas de chinampas en Iztapalapa y, en forma limitada, alrededor de la capital mexica de Tenochtitlán. Pero, sin duda, la mayor concentración de agricultura chinampera se dio en las lagunas de Xochimilco-Chalco.

Lo más probable es que la Tenochtitlán temprana, digamos la de mediados del siglo XIV, pudo haber sido más o menos autosuficiente en cuanto a alimentos básicos. Pero a medida que el imperio empezó a expandirse, la capital concentró más habitantes y la proporción de población no involucrada en el sector agrícola aumentó notablemente.

Esa población incluiría no sólo a los miembros de la teocracia, el ejército y los administradores, sino también a comerciantes, artesanos y otros especialistas que tendían a concentrarse en las capitales de imperios. Y no solamente habría incrementado la densidad de población, sino que las funciones desempeñadas por el creciente número de especialistas en sectores no-agrícolas requería espacio físico, en directa competencia con la agricultura para el uso del suelo disponible.

Así, cualquier autosuficiencia alimenticia que pudiera haber existido en la Tenochtitlán temprana se habrá desvanecido a medida que el imperio creció y la población de los islotes y las riberas de los lagos se fueron densificando. De esta manera, la capital mexica vino a depender del excedente producido en el área chinampera de Xochimilco-Chalco para satisfacer sus necesidades nutricionales.

Al parecer, la zona cumplió espléndidamente con esa función produciendo amplios excedentes alimenticios que podían satisfacer una parte significativa de las necesidades nutricionales de la capital del ascendente imperio.

Reflexionando sobre este aspecto, el arqueólogo Pedro Armillas pudo afirmar en 1971 que “las bases materiales del imperialismo azteca fueron sentadas por los campesinos que conquistaron los pantanos.”

Si bien el desarrollo y poderío de Tenochtitlán dependió en buena medida del excedente agrícola generado en el área chinampera de Xochimilco-Chalco, el despliegue y la expansión de este sistema agrícola fue, a su vez, fomentado por la demanda alimenticia de la capital azteca. Ésta es, en esencia, la relación simbiótica entre Tenochtitlán y Xochimilco en la época prehispánica, una relación que continuaría en los siglos subsiguientes hasta la época moderna.

La época colonial y la desecación parcial de su zona lacustre

Pese a la importancia que tuvieron las zonas chinamperas en el periodo azteca, su cobertura sobre las lagunas de Chalco y Xochimilco disminuyó gradualmente después de la conquista y durante todo el periodo virreinal. No desaparecieron, más bien persistieron, igual que las comunidades que las siguieron cultivando; pero su extensión decayó gradualmente.

Consecuencias de la Conquista

Al consumarse la conquista, Xochimilco corrió la misma suerte que Tenochtitlán, ya que fue arrasada por Cortés. Una vez sojuzgada la zona, Pedro de Alvarado recibió la encomienda del territorio xochimilca, la cual pasó finalmente al dominio de la Corona.

Otro de los cambios graduales del proceso de colonización fueron las haciendas, así como la adquisición de tierras por los conquistadores para sus cultivos y huertas. Sin embargo, la mayor parte de las zonas chinamperas de Xochimilco-Chalco se libraron de ser transformadas en haciendas, donde se adoptaban sistemas agrícolas europeos, por una variedad de razones.

Una de esas razones era, paradójicamente, que dichos sistemas no eran aptos para la topografía y las condiciones de humedal en la subcuenca. Por un lado, la zona al sur de los lagos de Xochimilco y Chalco es montañosa con pocas superficies llanas, lo que dificultaba acomodar grandes parcelas para agricultura utilizando el arado. Por otro, el arado no sólo no era necesario para cultivar la suave tierra de las chinampas, sino que sencillamente no resultaba práctico meter bestias de tiro en los islotes fangosos, estrechos y accesibles solamente por trajinera.

Además, hay que agregar la vigorosa resistencia que los indígenas entablaron, ya en esta época, mediante litigios y múltiples peticiones a la Corona, ocasionalmente escuchadas, para defender la vocación e integridad del territorio chinampero.

Los esfuerzos del régimen colonial por drenar el Valle de México

Sin embargo, es necesario ampliar el horizonte y visualizar toda la cuenca del Valle de México para entender las transformaciones que afectarían a los antiguos pueblos chinamperos durante los siglos XVII y XVIII. Lo principal de estas transformaciones se debe a los proyectos de desecación de las lagunas del Anáhuac.

Estas obras se proyectaron principalmente para controlar los riesgos de inundación de la capital y otros asentamientos en el valle, situación que se presentaba en temporadas de precipitaciones pluviales más copiosas que de ordinario, sin consideración a los efectos que los cambios en el sistema hidrológico pudiesen tener en la subcuenca.

Los recurrentes esfuerzos por drenar los lagos se concentraron en la parte norte de la cuenca y en el propio lago de Texcoco, mientras que los lagos australes no se vieron directamente afectados por estos proyectos.

Al mismo tiempo que se drenaban otras partes de la cuenca se mantenía un extenso sistema de canales que conectaba las zonas chinamperas con la capital y otros poblados del Anáhuac. Si bien poblaciones como Xochimilco habían sufrido inmediatamente después de la Conquista, para estas épocas ya habían recobrado algo de su vitalidad.

Todas estas obras requirieron mano de obra indígena y recursos en volúmenes considerables, escasamente retribuidos, entre los que siempre destacó la contribución xochimilca.

Persistencia y renacimiento del sistema chinampero
en los siglos XVII y XVIII

Así, aunque en extensiones reducidas y sufriendo muchas contrariedades, el sistema de horticultura de la zona chinampera se mantuvo durante la Colonia. Y adicionalmente, la variedad de cultivos se enriqueció, ya que si bien persistían los cultivos autóctonos del maíz, la calabaza, el tomate, el jitomate, el frijol, el chile, el chilacayote, el chayote, los quelites, los huaunzontles, el amaranto y la chía (igual que diversos tipos de flores, como el cempoaxóchitl) a todos ellos se añadieron especies nuevas del viejo mundo, como el nabo, la cebolla, la zanahoria, la lechuga, la col, el rábano, la coliflor, la espinaca, la alfalfa, el cilantro, el apio, el pepino, el betabel, el brócoli, el chícharo y la hierbabuena, y muchas más especies de flores y plantas de ornato.

Lo anterior confirma que, pese a las adversidades sufridas por las comunidades chinamperas en los siglos posteriores a la Conquista, la producción chinampera continuó surtiendo de alimentos al Valle de México. De esta forma, la relación simbiótica que había sido vital para el desarrollo de Tenochtitlán, lo siguió siendo para la subsistencia de la capital virreinal.

Paralelamente, sus pobladores asimilaron nuevos oficios que formaban parte del desarrollo económico de la Nueva España, tales como la carpintería, la herrería, la albañilería y la cerería, además de labrar piedra y fabricar canoas; oficios que en su mayoría se combinaban con las labores agrícolas.

Las chinampas como temprano objeto de conocimiento en las postrimerías del Virreinato

El sistema de horticultura llamó la atención de algunos estudiosos del siglo XVIII, como Antonio Alzate, quien registró minuciosamente las cualidades del sistema de cultivo, mismo que consideraba digno de darse a conocer al resto del mundo.

La diversificación de actividades en la economía xochimilca hizo que también se distinguiera a lo largo del siglo XVIII, no sólo por abastecer a la ciudad de frutas, verduras y pescado, sino también de leña, madera, zacate y piedras, lo que ocasionaba un continuo tráfico comercial en los canales que comunicaban a Xochimilco con la ciudad por la estabilidad del medio lacustre durante todo el año.

Como observó Alejandro de Humboldt a principios del siglo XIX en su descripción del Valle de México, la navegación proveniente de Xochimilco no se afectaba durante los meses de sequía, como era frecuente en el lago de Texcoco, cuyas canoas estaban imposibilitadas para navegar hacia la capital durante enero y febrero.

Así, la actividad chinampera permaneció en el centro de la historia de los pueblos xochimilca y chalca durante el Virreinato y se mantuvo la relación simbiótica entre México-Tenochtitlán y Xochimilco.

La era republicana y contemporánea

La consumación de la Independencia repercutió en el territorio xochimilca-chalca, ya que implicó un periodo de adecuación a los cambios políticos y administrativos. Una vez consolidados estos cambios, tanto las tierras como las aguas comenzaron a despertar interés por parte de la burguesía liberal, así como por las autoridades del joven gobierno republicano.

La expansión de la Ciudad de México y sus necesidades

Otro elemento de esa época que es importante destacar concierne al efecto que tuvo el crecimiento de las poblaciones asentadas en los alrededores de los lagos, ya que comenzó a perturbar paulatinamente el equilibrio hidrológico y ecológico de los humedales, a medida que esas extensiones se iban transformando en terreno desecado destinado tanto para asentamientos humanos como para uso agrícola de temporal y para explotación pecuaria.

Entre las consecuencias de estos cambios, destaca la formación de las llamadas ciénegas al norte de las zonas chinamperas: la ciénega grande de Xochimilco y la ciénega de San Gregorio. Las ciénegas, al ser producto de la desecación parcial de los lagos, fueron consideradas como bienes comunales, y por lo tanto su explotación debía ser en beneficio de la comunidad. Sin embargo, como suele ocurrir, surgieron intereses por parte de terceros: hacendados y empresarios que se disputaron el control sobre esas porciones de tierra.

A pesar de los centenarios esfuerzos por desecar la cuenca, sus canales siguieron siendo vitales al ser las principales vías de comunicación mediante las cuales se trasportaban mercancías y personas. En ese contexto, cabe mencionar la inauguración en 1850 de la primera línea de vapor que comunicaba a Xochimilco con la Ciudad de México, con lo que la comunicación lacustre entre ambas poblaciones se hizo aun más intensa.

La metropolización del siglo XX y sus riesgos

Entre las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX se configuró lo que ha venido a ser el mayor desafío a la supervivencia de la zona chinampera de Xochimilco-Chalco: la usurpación de sus aguas por la creciente urbe. Para entonces, la Ciudad de México, empezó a sufrir el agotamiento de sus fuentes cercanas de abastecimiento hídrico, consecuencia tanto de la expansión territorial como del crecimiento demográfico.

Por esa razón, en 1883, el doctor Antonio Peñafiel realizó un estudio sobre la disponibilidad de recursos hidráulicos en la cuenca del Valle de México. Concluyó que las aguas que alimentaban los lagos de Xochimilco y Chalco “eran sobrantes”, por lo que su empleo para surtir la urbe estaba más que justificado.

De esta manera, la idea de recurrir a las fuentes hídricas de la subcuenca de Xochimilco-Chalco para abastecer a la ciudad capital fue ganando aceptación. El 20 de abril de 1904, el régimen porfirista publicó el decreto de expropiación de terrenos por causa de utilidad pública, para poder constituir una de las primeras grandes obras de infraestructura del siglo XX: el gran acueducto que llevaría las aguas de los manantiales de Xochimilco a la creciente metrópoli. Su construcción ocurrió entre 1909 y 1914.

Con los años, la usurpación de los manantiales que alimentaban los lagos y la consecuente desecación fueron convirtiendo grandes extensiones de lagunas y humedales en sencillos campos de cultivo de temporal. A su vez, la imparable expansión de la ciudad y su avidez por urbanizar nuevas tierras se dirigió hacia estos campos como áreas deseables para su expansión.

Finalmente, en el último cuarto del siglo XX y los primeros años del segundo milenio la situación se ha vuelto crítica. La mancha urbana ha seguido extendiéndose hacia la zona chinampera, provocando un alza todavía mayor en el valor de la tierra, privilegiando así los usos urbanos.

Las décadas recientes

Los sismos de septiembre de 1985, que tanta destrucción causaron en el centro de la capital, hicieron sentir de otra manera sus efectos en la antigua subcuenca Xochimilco-Chalco: por un lado, fueron más notables algunas grietas y hundimientos diferenciales en las zonas chinamperas incrementando así la extensión de zonas inundadas, mientras que, por otra parte, el éxodo de muchas familias de las zonas céntricas hacia la periferia urbana aceleró el incremento demográfico de las delegaciones políticas de Xochimilco y Tláhuac.

La presión demográfica y sus consecuencias políticas prosiguen, al tiempo que también se incrementan los problemas que aquejan a las zonas chinamperas que aún subsisten en Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco, Tláhuac y Mixquic.

Después de varios siglos de existencia, la vigorosa relación simbiótica entre la Ciudad de México y Xochimilco se va extinguiendo y la memoria del sistema de agricultura que prevaleció en las chinampas corre el riesgo de desvanecerse.

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