DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   31 DE ENERO DE 2011 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

Evolución milenaria del paisaje chinampero

La catalogación como herramienta

El empleo de métodos informáticos

Principales resultados del estudio

Algunas aplicaciones posibles

Un futuro posible para el territorio chinampero …y políticas para conseguirlo

Los seminarios-taller de salvaguardia y conservación de las zonas chinamperas


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Principales resultados del estudio

Los resultados que ofrece la investigación son sorprendentes, ya que actualizan el conocimiento que creemos tener sobre las zonas chinamperas y muestran la realidad del estado en que se encuentran al inicio del siglo XXI.

Conviene aclarar que dichos resultados se refieren a uno de los sectores mejor conservados de la chinampería de San Gregorio Atlapulco. Precisamente, la razón por la cual se escogió esa área buscó poder compararla más adelante con el estado en que se encuentran otras zonas chinamperas menos afortunadas en Xochimilco, San Luis Tlaxialtemalco, Tláhuac y Mixquic.

Fue una elección venturosa puesto que, con el estudio ya iniciado, se cayó en cuenta que, a lo largo del siglo XX, varios autores como Miguel Santamaría y William Sanders, también habían tomado la misma zona como la más representativa de esa vieja cultura agroecológica.

Los resultados obtenidos en el estudio entre 2005 y 2006 indican que, a pesar de que la chinampería en San Gregorio todavía subsiste y presenta, a primera vista, un estado satisfactorio, también enfrenta muchos problemas que siguen acumulándose y amenazan su existencia.

Las principales facetas de esa realidad, satisfactoria y preocupante a la vez, fueron las siguientes:

a) Evolución dimensional y persistencia de una orientación dominante.

Comparando el promedio de chinampas actuales con los tipos que se consignan en fuentes históricas desde el periodo virreinal hasta los años 30 del siglo pasado, puede afirmarse que las actuales son más grandes que las prehispánicas y las de hace poco más de medio siglo.

Mientras estas últimas tenían entre cuatro y seis metros de ancho y longitudes entre 30 y 50 metros, hoy abundan las de 11 a 12 metros de ancho y longitudes entre 80 y 120 metros, con lo que su área promedio oscila alrededor de los mil 100 metros cuadrados.

Todavía pueden encontrarse unas pocas chinampas con angostas de seis metros. Pero también hay las que tienen 18 metros de ancho o más, lo que indica que las dimensiones tienden a crecer por lo que se explica más adelante. Esa dinámica parece acentuarse.

Otro hecho sorprendente (que algunos arqueólogos, como Pedro Armillas y Michael D. Coe, observaron décadas antes) consistió en comprobar que, aun con todas las pequeñas variantes en la dirección longitudinal dominante de la gran mayoría de las chinampas actuales, el rumbo promedio registra una desviación de 15º 30’ del norte al este, lo que coincide con la de la Calzada de los Muertos en Teotihuacán, el eje principal de esa ciudad prehispánica.

Podría tratarse de una simple coincidencia, puesto que aún se carece de evidencia arqueológica para atribuirla a una herencia directa de la cultura y la agrimensura teotihuacanas sobre las culturas del posclásico en el Anáhuac. Pero también es posible pensar en una supervivencia, como otras, que llegó a las chinampas por mediación de los toltecas, que se veían a sí mismos como herederos de los teotihuacanos.

b) Red canalera muy debilitada.

La situación de la red de canales es alarmante. La mayoría son apantles, es decir, cauces angostos. Pero ese no es problema, sino el que menos del 30% son todavía navegables. El resto, o bien están obstruidos por lirio acuático o carecen de agua. O, de plano, se han rellenado de tierra en época reciente, lo que explica el incremento casi siempre modular en las anchuras, que no es más que la agregación de dos, tres o más chinampas originales.

A ello hay que agregar dos hechos que agravan esa situación: en primer lugar, desde principios del siglo XX, los manantiales que alimentaban generosamente de agua a la red canalera de las chinampas comenzaron desviar su líquido hacia la capital del país; y en segundo término, que la perforación de otros pozos profundos en la subcuenca y en todo el Valle de México en el último medio siglo (también para saciar la sed de una metrópolis siempre en expansión), causa hundimientos diferenciales en los antiguos lechos lacustres, mayores en las partes centrales y menos notables cerca de sus márgenes.

Ambos fenómenos combinados, la falta de agua limpia (ya que la que se le otorga a las chinampas en compensación es agua tratada en el Cerro de la Estrella y otras plantas) y los hundimientos diferenciales, son la causa del principal problema que aqueja a las zonas chinamperas. Y explican, aunque no justifican, el proceso de agregación señalado arriba, que convierte dos o más chinampas pequeñas y angostas en una más ancha y larga.

c) Contrastes en los tirantes de agua y las distancias entre espejos y superficies chinamperas.

Estos problemas repercuten en otros rasgos dominantes de la red canalera que conviene mencionar. El primero de ellos es que, mientras los tirantes (o distancias del espejo de agua al fondo de cada canal) son muy escasos en la parte sur, que colinda con la zona urbana ribereña, son bastante mayores en la parte norte de la zona estudiada, que coincide con el centro del lecho del antiguo lago Xochimilco-Chalco.

Esos desniveles no sólo contribuyen a agravar los problemas de navegabilidad en los canales, sino que también afectan las distancias óptimas entre los espejos canaleros y las superficies chinamperas, que deberían ser relativamente pequeñas. No sólo para hidratar más fácilmente las parcelas por simple contigüidad sino también para facilitar muchas operaciones manuales entre las canoas y la parcela en cultivo.

d) Coexistencia de bordes chinamperos densamente arbolados y bordes deforestados.

Los perímetros de cada chinampa, arbolados con ahuejotes,son esenciales para consolidar los bordes de esos islotes, ya que sus raíces se afianzan en el fondo de los canales y se entrelazan entre sí, formando de este modo una especie de “estructura” que impide que los bordes se desmoronen fácilmente.

Además, el follaje de esas hileras forma cortinas que son efectivas barreras para proteger a los cultivos del viento. No impiden, en cambio, su asoleamiento ya que sus ramas se apartan poco del tronco.

Por eso interesa constatar que, si bien hay muchas zonas donde la frecuencia, la talla y el follaje del arbolado son similares o incluso mejores que los que observó Santamaría en 1913, hay otras donde esos árboles han desaparecido, o están agonizando en sectores inundados, o están plagados de muérdago o con el gusano malacozoma.

e) Dinámicas de cambio en la cultura agroecológica.

El valor como patrimonio cultural que tienen las zonas chinamperas no reside sólo en su aspecto y estado físico. Éste no existiría si no persistiera igualmente la cultura viva que durante más de un milenio las ha construido, mantenido, cultivado y disfrutado.

Por eso, el esfuerzo de catalogación incluyó una primera aproximación a los métodos de cultivo que ahí se practican. En estos últimos, a su vez, es posible distinguir entre aquellos semejantes o parecidos a las ancestrales prácticas indígenas (con cambios comprensibles que se han introducido desde la época virreinal a nuestros días) y otros procesos productivos que parecen apelar más decididamente por el empleo de tecnología contemporánea disponible en vasto mercado de bienes y servicios que ofrece una zona metropolitana como la Ciudad de México.

Los métodos de cultivo ancestrales han sido objeto de atención de científicos desde el siglo XVIII hasta nuestros días, y descansan en varias premisas:

  1. La construcción de almácigos a base de lodo fértil extraído de los canales como una forma de concentrar y asegurar la germinación de las plantas antes de distribuirlas en toda la chinampa;

  2. La hidratación manual del suelo, también con agua de los canales (cuando éstos aún existen y son contiguos);

  3. El uso del azadón como herramienta básica;

  4. La siembra de policultivos y su rotación;

  5. El empleo de composta y de hierba seca para fertilizar y proteger los cultivos tiernos; y

  6. La recolección de cosechas con ayuda de chalupas que antiguamente solían transportarlas a la capital y que ahora sólo recorren los pocos y cortos tramos indispensables para conducirlas por vía terrestre.

Excepto el último rasgo de transportación acuática a gran distancia y otros más que casi han desaparecido (como el cultivo de maíz), todos los demás siguen existiendo y forman parte de la cultura, la convicción y la identidad de muchos chinamperos que tratan denodadamente de conservar esas tradiciones.

Pero también hay que reconocer que conviven en el área estudiada con nuevas formas e instrumentos tales como el empleo de pequeños motocultores, la hidratación de los cultivos con ayuda de mangueras y bombas manuales, la tendencia creciente al monocultivo para atender las demandas del mercado metropolitano, la fertilización y combate de las plagas con auxilio de agroquímicos.

Se trata, sin duda, de una evolución que va de las prácticas tradicionales a formas modernas que conviene evaluar más a fondo, con especialistas y métodos apropiados. El registro de su coexistencia a inicios del siglo XXI sólo muestra esa dinámica en un patrimonio que no sólo tiene existencia física sino también una dimensión cultural indudable en comunidades que también mantienen la agricultura en zonas cerriles, la práctica de múltiples profesiones oficios y ocupaciones urbanas, así como una vida social y ceremonial con en las que también conviven las tradiciones con la modernidad.

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