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La actriz trascendió por su papel en El último tango en París, al lado de Marlon Brando

Maria Schneider, condenada a su imagen de sex symbol, murió ayer

Toda la persecución a mi alrededor me desequilibró, declaró en varias ocasiones

Su vida privada, marcada por escándalos, drogas e intentos de suicidio

Falleció a los 58 años, de cáncer

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Después de la cinta de Bertolucci, Schneider rodó filmes de bajo presupuesto; en 1980 logró el César del cine francés. En la imagen, la actriz en el festival de Gijón, en 2000Foto Reuters
 
Periódico La Jornada
Viernes 4 de febrero de 2011, p. 7

París, 3 de febrero. La actriz francesa Maria Schneider, famosa por su papel como amante de Marlon Brando en El último tango en París, murió a los 58 años de edad, víctima de cáncer, padecimiento que la aquejó varios años.

Scheneider nació el 27 de marzo de 1952. Era hija del actor Daniel Gélin y de la modelo de origen rumano Marie-Christine Schneider. Tenía 19 años cuando rodó su segundo papel cinematográfico junto a Brando, quien tenía 48 años, el cual resultó muy polémico cuando se estrenó, en 1972, pues el éxito que cosechó con el filme dirigido por Bernardo Bertolucci se convirtió, al mismo tiempo, en su condena, ya que Schneider nunca consiguió librarse de esa imagen de joven lasciva, al mostrarse desnuda y dejándose maltratar sexualmente por su compañero de reparto. Posteriormente, la actriz luchó contra su imagen de símbolo sexual y se rehusó a reaparecer desnuda en otra película: Me sentí muy triste, debido a que fui tratada como símbolo sexual, cuando yo quería ser reconocida como actriz; todo el escándalo y sucesos posteriores al filme me volvieron un poco loca y tuve un colapso, señaló en 2007 al diario británico Daily Mail.

En la película de Bertolucci, Schneider lucía el pelo rizado y, cuando no estaba desnuda, sólo vestía suéteres anchos y pantalones de mezclilla rotos. Aunque muchos espectadores quizás recuerdan más al tercer protagonista de la cinta –además de Brando y Schneider– una tableta de mantequilla que Brando utilizaba como lubricante para una escena de penetración anal. Según Schneider, ni Bertolucci ni Brando le avisaron del contenido de la escena, que la traumatizó. Era joven, inocente, no comprendía lo que hacía. Hoy día lo habría rechazado. Toda esa persecución alrededor de mí me desequilibró, confesó 10 años más tarde, y también en una entrevista con el diario El Mundo, en 1998: No era más que una bebé de 19 años. No es bueno ser famosa a esa edad. No tenía novios. Era virgen.

Los restos mortales de Maria Schneider serán inhumados en el cementerio parisino Pêre-Lachaise, tras una ceremonia religiosa, cuya fecha aún no ha sido anunciada.

Carrera intermitente

Para Schneider, la década de los 70 estuvo marcada por escándalos, drogas y un intento de suicidio. En la entrevista al Daily Mail también contó que después de El último tango en París perdió siete años de su vida entre cocaína, heroína y repulsión hacia mi misma, al rechazar papeles que hacían referencias directas a Jeanne.

Después rodó filmes europeos de bajo presupuesto, como Memorias de una ramera francesa (1979) o Mamma Dracula (1980).

En 1980 logró el César del cine francés a la mejor actriz secundaria, por su actuación en La Dérobade, de Daniel Duval. En 1992 apareció en la controvertida película francesa Les nuits fauves (Las noches salvajes), de Cyril Collard.

En sus últimos trabajos se especializó en papeles secundarios de la mano de jóvenes directores. Su última aparición fue hace tres años, en Cliente, de Josiane Balasko.

Blanco del sensacionalismo

En el terreno privado también causó sensación. Aclaró abiertamente su atracción hacia hombres y mujeres. Su carrera estuvo acompañada por varios escándalos, y las apariciones públicas de la actriz se convirtieron en uno de los temas preferidos de la prensa sensacionalista.

Tuvo graves problemas con las drogas y el alcohol, los cuales la llevaron a pasar temporadas en centros de desintoxicación. Tras dichos escándalos se le conoció también como la actriz maldita.

No pudo demostrar su verdadera capacidad para la actuación en ninguno de sus filmes posteriores, ni siquiera con Michelangelo Antonioni en El reportero (El pasajero en América Latina). En 1976 abandonó repentinamente el rodaje de Novecento (1900), de Bertolucci, que pudo haberle significado un nuevo éxito. También trabajó al lado de personalidades como Jacques Rivette, Claude Chabrol y Franco Zeffirelli, entre otros.

El ministro de Cultura de Francia, Frédéric Mitterrand, calificó a Schneider como una gran artista, y celebró su habilidad para transmitir ambigüedad en la pantalla, siendo seductora y enigmática. Tenía la imagen particular de la mujer de hoy, uno de los conductos vivos de la libertad femenina que está reconquistando eternamente a una nueva generación, señaló el ministro francés en un comunicado.