Opinión
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Izquierdas: la ira de los pueblos
V

aldría la pena poder tomar distancia y observar para extraer lecciones las movilizaciones sociales que hoy ocurren en Medio Oriente. Si uno las observa desde una perspectiva regional evocan la manera como fueron cayendo uno tras otro los regímenes comunistas de Europa del este en los 80, o más aún los regímenes militares en América del Sur. Todos esos regímenes brutales que infligieron por un largo periodo sufrimientos inconmensurables a sus pueblos, parecían indestructibles.

Su caída fue resultado de una combinación de desgaste e insensibilidad gubernamental, deterioro profundizado en las condiciones de vida de la gente, corrupción desbocada, presión internacional y en buena medida, de rupturas entre las elites dirigentes. A pesar del empuje de sus sociedades era claro que se trataba de sociedades desestructuradas que muy poco a poco han venido cohesionándose y de elites opositoras inmaduras y poco capaces para gobernar. No es extraño entonces que el personal político del antiguo régimen (en casi toda Europa del este) o los partidos políticos del periodo democrático previo (en Sudamérica) hayan llenado el vacío de gobernabilidad a la caída de los regímenes dictatoriales.

Con este trasfondo de las transiciones en otras regiones podemos obtener algunas lecciones de las movilizaciones en el mundo árabe.

La dictadura o el autoritarismo se tolera por la mayor parte de la población –siempre los disidentes serán encarcelados, exiliados o asesinados– hasta que se combina con impunidad, falta de oportunidades, carestía y cinismo. No deja de ser sintomático que una de las contribuciones mayores de wiki-leaks en Túnez fue un reporte de la embajada estadunidense describiendo una cena que organizó la hija del dictador y su marido donde el postre de helado que se sirvió había sido traído en avión desde un resort turístico francés.

Un régimen autoritario o dictatorial cae en el momento en que el ejército decide que no vale la pena embarcarse en una represión generalizada. Rachid Ammar el general en jefe del ejército tunecino rehusó abrir fuego contra los manifestantes y con ello precipitó la caída del dictador.

Ningún pueblo es genéticamente o culturalmente ajeno a las aspiraciones democráticas. El argumento clásico con la que algunos países desarrollados han defendido dictaduras como las que ahora se tambalean había sido la inmadurez del pueblo que podría ser presa fácil de comunistas en otras épocas o de fundamentalistas islámicos ahora.

El heroismo tiene casi siempre actores insospechados. Un joven de 26 años hermano de nueve y en un hogar dirigido por una madre abandonada, agraviado se inmola y prende literalmente fuego en la pradera tunecina. Un grupo de jóvenes internautas organizados en la movilización estudiantil egipcia se convierte en el centro organizativo de las movilizaciones recientes. E n todos los casos Twitter, Facebook, los celulares y la radio han sido mecanismos de trasmisión y multiplicación de convocatorias a la movilización.

En Egipto el país más poblado del mundo árabe y la pieza clave en Medio Oriente se juega el destino de esta región. Las movilizaciones han sido ejemplares ganando cada vez más adeptos. Las elites coinciden en la necesidad de terminar el régimen Mubarak pero difieren en los tiempos: ahora o en unos meses. La cúpula militar se balancea de un lado a otro: tolerando la agresión de los civiles el miércoles o protegiendo a los manifestantes ayer viernes. Venderá caro su apoyo.

Pero si tomamos una perspectiva más amplia estas movilizaciones evocan otra época histórica. El axial año de 1968. Si entonces el eje de la movilización juvenil fue la rebeldía frente a las viejas costumbres, hoy el eje es la ira contra las terribles condiciones que sufren los jóvenes. Si entonces el contagio democrático fue a través de la música y la cultura, ahora lo es además por las telecomunicaciones.