Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Alonso Arreola
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Recordando a Marley

No tengo problemas con el reggae. Me gusta. Creo que hay piezas extraordinarias en su repertorio. Estéticamente posee rasgos interesantísimos y, aunque la mayoría de las veces está en compases simples de 4/4 (cuatro cuartos), su acento en el tiempo tres, casi siempre a cargo de una tarola (tambor agudo de la batería), complementa sabiamente la propulsión de un bajo que domina al tiempo dos, con todo y los vacíos que va dejando. Ni qué decir de su guitarra, elemento señero. Firme en el up beat o tiempo de “arriba”, causa el mismo efecto que los platillos de pie de la electrónica. Digamos que le pone andaderas a nuestro balanceo; que nos permite agarrarnos de lo invisible. Con lo que tengo problemas, eso sí, es con la fragilidad filosófica y religiosa que muchos de sus seguidores, ignorantes por decisión propia, inmóviles al cobijo de la permisividad, han deformado a su gusto.

Digamos que su propuesta comunitaria se relacionó naturalmente con el movimiento rastafari de Jamaica surgido en los años treinta y que, gracias a la oratoria y carisma del líder negro Marcus Garvey, creció en tierra fértil como tantas veces ha pasado con los paliativos de la esclavitud, la explotación y la sed espiritual. En tal contexto y fortalecido al paso de los lustros, ya con figuras como Bob Marley, la cosa se complicó y encontró un excipiente para su vigorosa expansión a lo largo del mundo necesitado, más tarde del sistema comercial y del turismo relacionado con la marihuana y el mar. Baste decir que los rastafaris ortodoxos piensan que el antiguo Ras (príncipe) de Etiopía, Tafari Makonnen (1892-1975), luego nombrado Rey de Reyes, era la reencarnación de Cristo en África. Este hombre, llamado Haile Selassie ya convertido en emperador, pasó distintas pruebas políticas, incluida la invasión italiana. Vivió en el exilio en Inglaterra y volvió a Etiopía para ocuparse del trono y negar su rol divino en la tierra, aunque no su estirpe monárquica, una de las más antiguas de que se tenga memoria.

Sin pisar más tierras movedizas, diremos que hoy, 6 de febrero, Bob Marley hubiera cumplido sesenta y seis años de edad. Se trata de una fecha importante si pensamos que en mayo próximo contaremos tres décadas de su muerte. Músico extraordinario, en él se juntaban todas las cualidades de los tocados por la gracia. Más allá de su genuino compromiso social, este artista era un magnífico intérprete, un carismático entertainer, un compositor eficaz, un líder auténtico. De ahí que su música continúe sonando cual símbolo del género, fluyendo apaciblemente en los oídos de cualquier melómano, sin importar geografías o condiciones.

Suavidad, poca velocidad, balanceo, unos cuantos acordes, electricidad al servicio de la piel, el reggae de Marley conocía las baladas americanas de los cincuenta tanto como las formas más rudas del dub y los MC’S (DJ’S) jamaiquinos; entendía la improvisación del jazz tanto como los fraseos vocales de Elvis y los Beatles (¿recuerda el lector el videoclip de “One Love” en donde Paul McCartney sale bailando y cantando?). Por supuesto que por encima de todo ello, el hacer de Marley conocía las formas góspel de las iglesias, la importancia del coro –voz del pueblo– dialogando con su voz.

Con y sin los Wailers, canciones como “I Shot the Sheriff”, “No Woman, No Cry”, “Exodus”, “Stir It Up”, “Jamming”, “Redemption Song”,  “Could You Be Loved?”, “Three Little Birds” son elegías de perfecta construcción juglaresca que vale la pena escuchar de vez en cuando, con y sin sol, en verano o en invierno, en la playa o la montaña, en la ciudad o el campo, para sentir que las cosas pueden andar mejor. No por nada el álbum recopilatorio Legend, lanzado en 1984, tres años después de su muerte, es el más vendido en la historia del reggae con cerca de 25 millones de copias desplazadas. Así, en acuerdo o desacuerdo con sus principios, es impresionante el movimiento que la música de Marley suscita diariamente en el planeta. Pese a que sus seguidores dan la impresión de estatismo y necedad, lo cierto es que su tolerancia permite la inclusión de cualquier interesado, una característica fundamental en obras positivas que buscan unidad y paz social.

Aunque algunos pensamos que el arte no debe atarse ni siquiera a las causas más nobles so pena de anclar su vuelo hacia la belleza, siempre será necesario que surjan figuras como la de Bob Marley, poderosas y sacrificadas en momentos como éste, tan llenos de corrupción ramificada. ¿Quién ha ocupado su lugar treinta años después? Hay muchos conjuntos de reggae notables. Pruebe el lector a los franceses de Seyni-Nana, verbigracia. Pero nadie como él. Eso seguro.