Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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EL ELÍXIR DE LA ELEGÍA

ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ


Como al principio,
Ricardo Yáñez,
La Orquídea Errante,
México, 2009.

En el momento más alto de elaboración poética que ha alcanzado nuestra lengua (me refiero al Siglo de Oro, esos cien años, 1550-1650, demediados por el paso del siglo XVI al XVII), casi ningún poeta olvidó la raíz del canto. Góngora, Lope, Juan de Yepes, incluso Quevedo –esa pluma premonitoria de la decadencia posterior–, supieron armonizar los versos más crípticos e intraducibles con semillas verbales de la tradición popular que, sembradas en sus páginas, estallaban como árboles de luz intensa: la entonces música, que diría Enrique Fierro.

En un momento en que el trastabilleo de la poesía es evidente y el verso vacila entre el balbuceo inicial y su consunción en una prosa improcedente, Ricardo Yáñez, un poeta verdaderamente asumido como cantor, devuelve a la escritura (en particular, en sus dos libros más recientes) esa dimensión perdida donde la voz timbra y tiembla, donde tras cada palabra se siente el lentísimo aliento de la copla popular, de un romance viejo que es nuevo romance entre la lengua y el oído.

Como al principio tiene de elegía y décima, de soneto y redondilla, lo que la voz de un poeta moderno puede alcanzar a calzar en metros fijos, en la continencia de formas a las que el autor acude para vaciar, al revés que en el inveterado apotegma, nuevo vino en odres viejos. Una prueba de ello: la elección de la elegía no como molde a modo sino para encarnar el tono de todo el libro, la clave de su queja. Porque en Yáñez, al mismo tiempo que hay festejo de-eso-que-llaman-amor, se advierte una muy mexicana propensión al tierno lamento, a la canción triste donde se escancian males amorosos irremediables.

Cincuenta sonetos ocupan la parte central del libro. Sea porque la estricta horma de esta forma poética lo acusa, o quizá debido al infausto logotipo que separa cada poema –el cual termina por ser una mancha obsesiva que se impone a la lectura–, el caso es que resultaría preferible una edición (más cara, sin duda) en la que cada soneto respirara a su aire en la blancura de la página. Resulta increíble –pero no tanto, si atendemos al buen oficio que cumplen la curaduría de los lienzos o el gusto del museógrafo en una exposición pictórica– cómo el soporte e incluso las características tipográficas de una edición inciden en la lectura de los textos, pues lo primero que se advierte en los sonetos del libro, en este oasis métrico que separa la sección primera (“Para empezar a cantar”) de la última (“Tiene tu corazón”) de la obra, es el poco afortunado dislate de apelmazar los poemas dos-por-página, lo que impide, como voy diciendo, reconocer la pulcritud de algunos de ellos. “14 versos dicen” se llama esta franja de Como al principio, y es notable cómo Yáñez procura ser más fiel a su voz que a las imposiciones del género: ciertos poemas desobedecen la rima o la métrica en algunos versos sin pecar de anómalos o despistados, sin presumir como osadía lo que es un simple acomodo a las leyes del propio discurso, principio sin duda eficaz si de lo que se trata es de acudir a una estructura determinada sin pretender reformarla o adocenarse a sus rigores, como lo demuestra asimismo el hecho de que los asuntos (por ejemplo, un viaje en microbús) asuman el tono conversacional conveniente a la anécdota, antes que al lirismo propio del endecasílabo.  

Adicionalmente, la limpieza poética, la claridad con que procede Yáñez al darle formas estrictas a poemas que rezuman cotidianidad, lo confirman, me parece, como un poeta ubicuo, proteico, incapaz de renunciar a la legibilidad, virtud que pocos autores modernos reconocen como propia, encabalgados sin escándalo entre la aridez formal y una innegable destreza para no decir nada.


CIVILIZACIÓN Y SOCIOLOGÍA

RAÚL OLVERA


El proceso de la civilización.
Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas,

Norbert Elias,
FCE,
México, 2009.

Una de las razones por las cuales El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas llegará a convertirse en un bestseller en el dominio de las humanidades radica en su carácter de libro no especializado, abierto en principio a una amplia gama de lectores. Al igual que Toynbee, historiador de base, Norbert Elias, sociólogo de formación, era algo más, un pensador humanístico, como él mismo se designara, es decir un humanista, alguien que muestra un respeto ante el estilo por escrito. Las críticas tradicionales que se han levantado contra Elias han sido fundamentalmente dos: su etnocentrismo de cuño netamente europeo y su enfoque diletantista, no ceñido a escuela formal de pensamiento. El mismo Walter Benjamin se negó a prologar la primera edición alemana aduciendo que el autor no hacía suficiente honor a las imprescindibles contribuciones de Karl Marx.

Desde el punto de vista historiográfico, los aportes de Norbert Elias son notables y llevados a cabo en un período relativamente temprano. Ante todo, la investigación despega de lo que se llamó Völkerpsychologie o psicología de los pueblos en el dominio alemán, que ahora ha venido a coincidir en parte con la histoire des mentalités y la histoire de la vie quotidienne. Los enfoques son netamente diversos, pero la curiosidad antropológica y libresca que suponen estas concepciones es muy similar. Norbert Elias parte de cosas menudas, prácticas cotidianas, intuiciones lingüísticas básicas por parte de los hablantes de una y otra lengua, cuando en francés se dice civilisation y en alemán Kultur. Para los alemanes el concepto fundamental es el de Kultur, que se refiere al Geist en el sentido del intelecto y sus más altas manifestaciones, los valores lógicos, propios del conocimiento discursivo, los valores estéticos o de las bellas artes y los éticos o las normas supremas que deberían impulsar el obrar humano. Ser civilizado para los alemanes tiene que ver más con las formas externas.

El pensamiento de Elias parece no detenerse en el análisis de las buenas costumbres dentro de un período específico de la sociedad occidental, sino referirse a cómo es que toma forma o se configura el poder en cualquier tipo de sociedad, sin una limitación temporal. Su método es por necesidad ecléctico y depende del conocimiento de las disciplinas auxiliares que tenga a  disposición el investigador. En el caso concreto de Elias, la filología, el conocimiento de lenguas extranjeras, manifiestas en textos que pueden tomarse como paradigmas, no desempeña una función menor. El análisis histórico de Elias acerca de un período particular, la época del absolutismo, ha tenido repercusiones favorables en el terreno de la historia y en muchos aspectos parece prefigurar el enfoque de espectro amplio, característico de autores franceses como Michel Foucault o bien Pierre Bourdieu.


MAÑANA LA VIDA SERÁ MEJOR

BARBARA BONARDI


Tiempo de milagros,
Anne-Laure Bondoux,
EDELVIVES,
España, 2010.

Hoy en día la literatura juvenil se atreve a tocar temas conflictivos y muy actuales: la reconocida autora francesa Anne-Laure Bondoux aborda con su estupendo Tiempo de milagros el problema de los menores indocumentados que huyen de un país en guerra. Este libro recuerda la película La vida es bella, de Roberto Benigni, por utilizar el humor como la mejor arma en contra de la desesperación y por hacernos reflexionar sobre la necesidad de ahorrar a los niños los horrores cometidos por los adultos.

Gloria, una mujer valiente, transforma las experiencias más duras con alegría e imaginación para que Kumal, un niño de siete años, pueda sobrevivir a la guerra y conservar la esperanza en el futuro. Cada vez que la angustia parece sumergirlo, Gloria comparte con él un secreto que lo motiva a seguir con su viaje desde el Cáucaso hasta Francia, país en el que sueñan con pasear juntos por las calles de Montmartre. Los juegos, las risas, los lazos de amistad que se establecen a pesar de la situación parecen confirmar lo que Gloria contesta cuando Kumal le pregunta si se puede ser feliz durante una guerra. Al mismo tiempo, la violencia, las privaciones y las separaciones precipitadas recuerdan en cada instante lo dramático de su realidad. Entre las historias familiares que Kumal conoce, la que más le gusta es la suya: no se cansa de escuchar a Gloria hablar de cuando era pequeña, y de cómo sus vidas se cruzaron al salvarle a él, todavía bebé, de los escombros del atentado terrorista en el que murió su verdadera madre.

Cuando los aduaneros franceses encuentran a Kumal en un camión en medio de una carga de cerdos, él tiene un pasaporte que certifica su identidad: su nombre es Blaise Fortune y ha nacido en 1985 en Mont Saint Michel. Su vida en Francia no será como la que había imaginado y, después de varios años, tendrá que regresar al Cáucaso para descubrir las piezas faltantes del rompecabezas de su historia.

Los personajes de este libro cautivan por su humanidad y brindan una lección de tolerancia exenta de todo juicio moral. Anne-Laure Bondoux atrapa al lector con una intriga que lo sorprende gracias a un juego sutil, donde verdad y mentira se entrelazan con el fin explicito de hacer la vida más soportable. Para los interesados, la autora revela en la página http://letempsdesmiracles.bondoux.net las fuentes literarias que inspiraron su novela, presenta los artículos y las fotos de prensa que la alimentaron y brinda información acerca de la política de los refugiados en Francia. Tiempo de milagros suscitó un gran entusiasmo entre jóvenes y adultos: en Francia fue seleccionado en dieciséis premio literarios, se vendieron más de 22 mil ejemplares y está actualmente traducido a seis idiomas. Se trata de un éxito justificado por la calidad del texto, pero también por la sensibilidad de una autora que sabe hacernos reír y llorar, regalarnos esperanza y valor.



Destierro,
Alejandro Sandoval,
Grupo Editorial Norma,
México, 2010.

El aguascalentense Sandoval, más conocido por su labor poética, entrega ahora esta novela en la que pone de manifiesto la intensidad, la calidad y la frescura de su pluma de narrador. Parábola quizá de la desesperanza en la que los habitantes de este país viven sumidos, los protagonistas de esta historia se destierran a sí mismos, buscando las antípodas, tal vez también de sí mismos.



Amores adúlteros,
Beatriz Rivas y Federico Traeger,
Alfaguara,
México, 2010.

Con fotografías de Teseo Fournier –mismas que ocupan veintisiete de las 157 páginas del ejemplar–, este libro dividido en ciento veintisiete partes o quizá capítulos –es decir, casi tantos como folios hay–, contiene textos que lo remiten a uno, así trate el propio uno de evitarlo, al tono y el bagaje verbal de las producciones audiovisuales que pueblan las tardes y las noches televisivas con historias de amor eterno pero contrariado.



Tirando a matar,
Valeria García Ferreiro,
Siglo xxi,
México, 2010.

Aunque difícil de clasificar, quizá quepa en la categoría de ensayo esta obra multiforme de García Ferrero, en la que aborda desde diversas perspectivas la violencia que el ser humano siempre ha sabido ejercer sobre el propio ser humano, actitud inveterada a la que suele darle, cuando la ejerce a nivel masivo, el nombre de “guerra”. Profusa y espectacularmente ilustrado, el libro es atractivo como suelen serlo obras poco serias, pero esto último no es algo que se le pueda reprochar a esta interesante mixtura conceptual.