Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

¡Bailemos!

Noche lluviosa en la colonia Roma. “Es allá, junto al letrero de ‘Copias’”, me contesta el viene-viene, a quien parece no importarle el inclemente clima; por mi parte ya me había tenido que refugiar en el McDonald’s de la zona rosa y refinarme una muy mal preparada big mac para esperar a que pasara lo tupido de la tormenta. La “zona”, que ha sido refugio de la comunidad gay, ahora sí ya salió completamente del clóset: parejas tomadas de la mano, besándose o hablando abiertamente de sus cosas sin temor a que los escuchen. La lluvia no amaina y decido irme de una vez al Patrick Miller.

Al llegar a la calle Mérida y preguntar por el lugar no alcanzo a ver el dichoso letrero, pero camino sobre la calle con ánimos de encontrarlo. Cuando me topo con él me doy cuenta de que junto hay una puerta y algunas personas entrando, en eso me encuentro con un par de amigos que iban a ir también. La puerta conduce a un espacio amplio con poca luz en el que al fondo hay una ventanita iluminada: la taquilla. La vigilancia empieza desde este momento, es casi acosadora y se recrudecerá con los policías-gañanes que te revisan antes de pasar al congal. La entrada cuesta cincuenta pesos y sólo venden refrescos y chelas.

Tras pasar el “retén”, se abre un bodegón con una esfera disco de espejos al centro, una enorme pantalla de video y un equipo de luces muy nutrido cubriendo todo el techo; frente a la pantalla hay unas gradas casi ocupadas en su totalidad con gente observando los videos; en la pista, sumamente poblada, se forman grupos que observan la pantalla y algunos se desplazan: pero nadie baila.

La música es una mezcla de géneros que crea un reducto nostálgico de los mejores tiempos del dueño del antro y de la mayoría de los asistentes. Patrick Miller, alias de Roberto Devesa, quien fue un DJ y productor que hacía mezclas con éxitos bailables, así como también compuso rolas dentro del Hi NRG (High Energy). Miller conquista glorias desde principios de los ochenta, cuando empezó a reinar en el Club de Periodistas, en Filomeno Mata, a donde concurrían quienes querían dejar “fuego en la pista”. Miller sigue ejerciendo un influjo inspirador en sus fieles seguidores, que asisten religiosamente a los reventones de “viejitas pero bonitas” en el local de Mérida 17 los viernes y algunos sábados de 8:30 a 3 de la mañana. Se baila Hi NRG, disco, música de los ochenta y algo de la década siguiente, que, no importando sus diferencias y categorizaciones, Miller agrupa como Hi NRG.

Al habituarse a la luz del lugar es posible distinguir personas con modelitos especiales: lentejuelas, pantalones brillantes “de tubo”, lykras, chamarras con el logo del “Patrick”, chaquetas a la cintura. La población está conformada por oficinistas, secretarias, pequeños comerciantes, matrimonios, algunos jóvenes, todos pertenecientes a clases populares.

Repentinamente, suena un estruendo que me hace saltar y se escucha “Patrick Miller”, con la indispensable reverberación del sonido: el rito comenzará a ascender. Se abre la pista y se forman grupos en círculos en los que una pareja bailará al centro mientras los demás observan. Las parejas se irán alternando mostrando sus mejores pasos.


Miller, a la derecha, y su socio

La estética es completamente setentera, un estilo de jazz traducido a las pistas de baile que recuerda al desaparecido Milton Gio. Abundan los pas de bourrée, los kick ball change, head rolls, slides, círculos de hombros y movimientos de cadera, ejecutados con una energía que sólo se apacigua con el cambio de turno. Uno de los bailarines, mostrando sus dotes, incluso hace pirouettes dobles o triples, splits y ¡fouettés!, no importándole el riesgo que corren sus rodillas, tobillos y lumbares. Sin llegar a esta espectacularidad, todos los que toman centro, aunque no están compitiendo, tratan de imponerse a los demás.

A diferencia de Polymarchs, que se autonombra “la discotheque móvil más impresionante de todos los tiempos”, Patrick Miller funda una sede en la que establece un sonidero fijo al que se puede asistir con regularidad y que se constituye un lugar de encuentro entre sus fanáticos. En su página web (patrickmiller.com.mx), el DJ informa de cuándo se realizarán las “fiestas”, así como proporciona un recorrido por la historia de la música Hi NRG. El Patrick Miller es un negocio que también ha generado un código de comportamiento al que hay que respetar y que podría ser objeto de estudio; invita a reconocer que para muchos el pasado siempre fue mejor.