Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de febrero de 2011 Num: 832

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La escritura al margen
Adriana Cortés entrevista con Clara Obligado

Los secretos revelados del romano Palacio Farnesio
Alejandra Ortiz Castañares

Remedios Varo:
poesía en movimiento

Guadalupe Calzada Gutiérrez

In memoriam (1975)
Héctor Mendoza

Héctor Mendoza,
la espiral y el laberinto

Miguel Ángel Quemain

El quehacer escénico de Héctor Mendoza
Juan Manuel García

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Alonso Arreola
[email protected]

Máscaras residentes

La palabra persona proviene del latín y alude a la voz, al sonido que utiliza un actor por detrás de su máscara, sea ésta física o psicológica, pues interpreta a un personaje que no es él mismo. Pensando en ello, algunos sugieren que lo único que un artista posee de verdad es su voz. De ahí que tanto se haya escrito sobre la separación entre ella y su cuerpo, la parte corrupta y física que le impide alcanzar pureza. Alquimia de intercambio y sacrificio, muchos piensan que renunciar al reconocimiento individual en pos del anonimato es esencial para conseguir un mensaje nítido, una voz que conecte con el cosmos.

Así, más allá de las máscaras utilizadas en tantas profesiones humanas, las que hoy nos interesan son las fabricadas para ceremonias, montajes dramáticos y demás artes escénicas, como la danza y la música. Antiguas a la par del hombre, hay pruebas de caretas de madera y pieles empleadas en tiempos lejanos que luego fueron sustituidas por telas y materiales como el marfil. En el teatro Noh japonés, por ejemplo, su uso es fundamental para exacerbar la expresión del cuerpo y ocultar los rasgos de individualidad. Empero, hay otras razones por las cuales los artistas siguen utilizando antifaces, disfraces, mascarillas y carátulas, incluso hoy cuando el culto a la personalidad y la fama son la más deseada conquista. Placer estético o simple juego, ese ocultamiento de la persona da prioridad al mensaje como ocurría con los juglares, copistas, pintores y autores de gestas medievales a quienes importaba el sentido y destino de sus obras, pero no la permanencia del mensajero. Y es que, dicho exageradamente, cuando un artista cobró dinero o favores por vez primera, el talento encontró sustento, pudo germinar y crecer por el mundo, sí, pero inició negocios con la política y el poder, con la pus.

¿A qué viene todo este asunto de máscaras y anonimato? A que los Residents debutarán en México, en el Lunario del Auditorio, el próximo martes 15 de marzo (21:00 hrs.) Esto debe llenarnos de expectación. Se trata de una prolífica, entretenida e interesante banda de rock experimental estadunidense de cuyos integrantes se sospecha y se ignora mucho. Usando máscaras en forma de ojo o con las más extravagantes formas, su hacer en el escenario enaltece a la música, la voz y el cuerpo por encima de los nombres. Contemporáneos del Captain Beefheart y el Genesis de Peter Gabriel, se sabe que sus dos líderes, Hardy Fox y Homer Flynn, se han hecho acompañar por muy distintos músicos a lo largo de su carrera; pero nunca han sido claros al respecto ni han dado entrevistas en las que revelen filosofías o idiosincrasias. Utilizando el video, el cabaret, el circo y la improvisación, desde las portadas de sus discos los Residents han sido objeto de culto y respeto (paréntesis necesario para recordarnos que no todo es negociable).

Su autoridad ha llegado tan alto que entre sus seguidores se cuentan numerosos conjuntos amantes del anonimato. Mr. Bungle, Gwar y Slipknot son algunos de los más conocidos representantes del disfraz escénico presente, aunque antes que ellos debemos citar a quienes se han caracterizado sin llegar a “esconderse” del todo. Devo y David Bowie vienen a la mente, pues sin ellos no entenderíamos al virtuoso guitarrista Buckethead, al bajista Les Claypool, al rapero MF Doom y al DJ Dead Mouse, otros que prefieren exhibir a sus personajes protegiendo el rostro, aunque se sepa quiénes son en realidad. Por supuesto no son los únicos. Los Coyotemen, Los Straitjackets, The Mummies, The Locust, Chrome Hoof y, en México, Austin TV, han seguido el ejemplo. Claro que ante la “ventaja” de aparecer sobre el tinglado con la faz cubierta, las exigencias de la audiencia suelen ser mayores. Y no siempre se satisfacen. Muchas veces los intentos terminan en simple payasada. Cuando llegan a buen puerto, sin embargo, el misterio incrementa lo esencialmente importante, la música, ésa que no puede juzgarse a la luz de quien la hizo, que no se ve defendida por quien la toca, que no puede ser más de lo que es. ¿Cómo separar a Lady Gaga de sus canciones?, ¿cómo a la idea que nos hemos hecho de Beethoven de la Novena sinfonía? Saber mucho sobre los hombres afecta el significado de sus productos. Es indudable.

En un mundo donde los rostros no fueran reconocibles muchas cosas cambiarían su orden. Entre ellas la música. Sea en plan utilitario, de entretenimiento, experimental o artístico, su ser eludiría la belleza o fealdad de quienes la componen y le dan vida. Y créalo el lector, los Residents brillarían.