Sociedad y Justicia
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Las redes sociales de Internet no pueden suplantar la mirada, el olor o la voz: De la Concha

Ante las dificultades para conocer gente nueva, surgen clubes de citas rápidas

La mayoría de los asiduos son profesionistas entre 30 y 39 años

Los varones buscan más una relación formal, mientras ellas no están desesperadas por casarse con quien sea

 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de febrero de 2011, p. 42

Cierro los ojos y salto al vacío. Así, como un simple y contundente acto de irracionalidad, definió al amor el grupo de rock argentino Los Auténticos Decadentes. Y ese salto al vacío es un acto que causa pavor entre mucha gente.

Sea por miedo, pereza o falta de tiempo, cada vez más personas recurren a métodos alternativos para controlar uno de los fenómenos humanos más complejos, volátiles e impredecibles, como conocer a alguien para iniciar una relación amorosa.

Una de esas herramientas, de aparición reciente en México, son los clubes de citas rápidas, en los cuales los clientes pueden conocer en un par de horas a hombres y mujeres que también buscan una pareja sentimental.

Larissa de la Concha, propietaria del Speed Dates Club, explicó en entrevista con La Jornada que estos espacios han surgido en México desde hace cinco años ante las dificultades que experimentan muchas personas para conocer gente nueva.

En todo el mundo vivimos una deshumanización de las relaciones. La gente se ha vuelto floja para buscar pareja, y por eso han surgido muchas herramientas en Internet, como las redes sociales. A muchos les gusta ver a los demás como si estuvieran en un catálogo, y se pierde el contacto humano, el estar frente a frente.

El club organiza sesiones dos veces por semana, donde se reúne a igual cantidad de hombres y mujeres –entre 10 y 12–, quienes pueden platicar uno a uno alrededor de cinco minutos, para después pasar al lugar de al lado y conocer al siguiente prospecto. Cada asistente anota quiénes le llamaron la atención, y si el interés es mutuo, el moderador intercambia datos de ambos.

Esto no era común hace unos años, pero ahora tenemos parejas de aquí que se han casado, algunas con bebés, o que ya viven juntos, y además han hecho muchos amigos, afirmó De la Concha.

La mayoría de los asistentes a los clubes de citas rápidas son profesionistas entre 30 y 39 años, a quienes se les cuestiona sobre sus gustos, logros y expectativas, para ver si cumplen el perfil del sitio. No es un asunto elitista ni de condición socieconómica, pero sí nos interesa que tengan algo que decir.

Contra lo que se podría pensar,en esos lugares el número de hombres y mujeres interesados es igual, y son ellos los que buscan una relación formal. Ellas van a ver qué sale, y no están desesperadas por casarse con quien sea.

A pesar de las ventajas de Internet como método de ligue, consideró De la Concha, es común encontrar ahí fotos e identidades falsas, o relaciones que sólo fluyen mediante el chat, sin sustento en persona.

“La mirada, el olor o la voz no se pueden suplantar con nada. Puedes pensar que no estás solo porque tienes mil amigos en Facebook, pero muchas veces la gente se va aislando, y quizá ha perdido un poquito el piso. Enfrentar al otro nos apanica.

Fiestas de solteros, otro recurso

Otro recurso alternativo para buscar pareja son las fiestas de solteros, espacio donde –al menos en teoría– todos pueden tener acceso a decenas de mujeres y hombres ávidos de ligar.

La realidad es que ahí, como en el mundo exterior, también los tímidos se manifiestan. Y suele ocurrir que la soltería es más una imposición del destino que una elección personal.

Nuestro concepto es tener un lugar para bailar, y que se hagan dinámicas para que la gente se conozca, informa la voz aburrida de una mujer vía telefónica. Pero las dinámicas no existen. En el salón-terraza donde ocurren los encuentros hay un lenguaje común: bailar, según observó La Jornada.

La mente febril de un buscador de amor podría imaginar estos sitios como un territorio de caza despiadada, pero ya ahí, por momentos tiene más el aspecto de un club de amigos que llevan años reuniéndose para exorcizar la semana, las enfermedades, los recuerdos del ex marido o la ex esposa..

Lo de los años es literal. Nosotros llevamos cinco viniendo aquí, y hemos podido hacer muchos amigos. La cosa es pasársela bien, porque todos somos iguales, ¿no?, dice una mujer con evidentes ganas de bailar la tanda de rocanrol que suena en las bocinas.

–¿Pero esto sirve para encontrar pareja?

–Pues... sí. Yo conocí a un par de señores. Lo malo es que los hombres nada más quieren algo de un ratito, y yo ya me cansé de eso.

La mayoría de los presentes esa noche tienen entre 35 y 55 años, son divorciados con hijos y dicen que ya han tenido suficientes experiencias como para conflictuarse por otra. Algunos no salen de la pista, pero otros no tienen la misma desenvoltura. Un hallazgo: también en las fiestas de solteros hay mujeres y hombres a quienes nadie convidó a bailar.

La plática dura hasta donde la cumbia estalla. Después, es un milagro escucharse a 20 centímetros de distancia. Con todo, una mujer que conserva bastante bien la belleza de su juventud se las arregla para hacerse oír y habla con un dejo de sarcasmo sobre su antiguo esposo, de la decadencia silenciosa del amor, de despertar un día sintiendo que al lado dormita un extraño.

–¿Y le gustaría volver a casarse?

–Otra vez me estás hablando de usted...

–Perdón, ¿te gustaría volver a casarte?

–Sí... la verdad sí–. Y ríe con ojos vivos, como si estuviera planeando una travesura.