19 de febrero de 2011     Número 41

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Chihuahua

La movilización rural
(2007-2010)

Víctor M. Quintana S.

El Chihuahua rural se ha movilizado con intensidad y constancia desde los años 80s. A partir de 1985 y durante toda una década, las luchas del Frente Democrático Campesino (FDC) manifiestan la resistencia de los productores temporaleros de maíz, frijol y avena, ante los impactos del ajuste estructural en el campo. Luchan para demandar el incremento de los precios de garantía de los granos básicos; por créditos al campo; en contra de la corrupción en el Banrural y en la Aseguradora Nacional de la Agricutlura y Ganadería (Anagsa); por programas especiales de apoyo a los pequeños productores; contra las reformas al artículo 27 constitucional, y por la exclusión de la agricultura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En 1992 aparece otro actor rural importante: la capas medias rurales, los productores medios e incluso grandes que luchan en torno al problema de las carteras vencidas con la banca, la de desarrollo y la reprivatizada. Constituyen un antecedente del movimiento El Barzón, y luego dos expresiones muy combativas, actuantes hasta la fecha, de las dos principales ramas en que se divide El Barzón a escala nacional. Demandan la renegociación de los adeudos con la banca, evitan embargos y desalojos y exigen la reactivación del campo.

A partir del 2001, las movilizaciones rurales en el estado de Chihuahua empiezan a adquirir características muy diferentes a las mostradas hasta ese momento. Hay que destacar: predominan los medianos e incluso los grandes productores de las zonas de riego –los temporaleros no son los actores principales–; casi todas las movilizaciones se realizan con la concurrencia de organizaciones campesinas muy diversas: el FDC, El Barzón, la Confederación Nacional Campesina (CNC), Agrodinámica Nacional, Comité Pro Mejoramiento del Agro, entre otras.

Ahora bien, las luchas que los productores rurales chihuahuenses han llevado a cabo entre 2007 y 2011 pueden agruparse así:


FOTOS: David Lauer

La Comisión Federal de Electricidad (CFE) contra los agricultores y viceversa. El incremento de las tarifas eléctricas para riego por bombeo afectan duramente a Chihuahua, donde hay más de 300 mil hectáreas irrigadas con esta modalidad. Desde 2001, los productores intensifican sus luchas. Hay fuertes movilizaciones en puentes internacionales y aduanas en la primavera y el verano de ese año. Aunque gracias a ellas se logra la aprobación en la Cámara de Diputados de la Ley de Energía para el Campo, en 2002, de hecho ésta nunca se aplica. Las tarifas se disparan y los productores volverán a la carga. La CFE iniciará campañas de cortes de energía, de confiscación de las instalaciones de los productores y éstos responderán con fuertes acciones de reconecte, de tomas de oficinas, de detención de brigadas de la paraestatal. Las más fuertes movilizaciones se dan en el otoño de 2007 y en primavera-verano de 2008. Se logra la firma de un convenio con la Secretaría de Gobernación, con la CFE y con el gobierno del estado, pero el problema no se ha resuelto y se revive cada vez que la paraestatal efectúa cortes o demanda productores.

Campañas nacionales relanzadas desde la frontera. Los productores del Frente Democrático Campesino y de El Barzón Chihuahua han retomado las demandas y el plan de acción de la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País desde su experiencia y sus métodos muy particulares de lucha. El uno de enero de 2008 toman el puente internacional para pedir la renegociación del TLCAN en materia agropecuaria y luego, con una caravana de tractores desde Ciudad Juárez hasta la Ciudad de México, lanzan el Movimiento Nacional de Resistencia Campesina Villa-Zapata. Un año después, ante los estragos de la crisis alimentaria, los productores de estas dos organizaciones lanzan otro llamado a la lucha nacional por alimentos bien pagados a los productores y baratos para los consumidores, con el lema: “Vámonos a la bola para rescatar al campo”.

Uno y otro movimientos, por más enjundia que le ponen los agricultores norteños, causan revuelo algunos días y luego se van diluyendo entre negociaciones y desarticulaciones rurales.

Desnudando la política alimentaria del gobierno federal. En enero de 2007, ante la crisis de la tortilla; luego en 2009, ante la crisis alimentaria mundial, y de nuevo en 2010, tanto en enero como en diciembre, por lo menos, el conjunto de organizaciones de productores rurales de Chihuahua se han movilizado para presionar a la Secretaría de Agricultura en torno al ingreso objetivo del maíz y del frijol, así como de los apoyos a la comercialización. Las formas de lucha han sido toma de carreteras, casetas de peaje y oficinas públicas. En un contexto de alza de precio de los alimentos, los agricultores han demandado que los subsidios gubernamentales no se concentren en los más ricos, que no se apoye a los coyotes, que se cumplan los compromisos de la agricultura por contrato, que se constituya una reserva estratégica de alimentos y que se apoye a los productores organizados.

En defensa del maíz nativo y criollo. Los productores del FDC y de El Barzón Chihuahua, apoyados por Greenpeace y la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País emprenden primero que en otras partes del país la denuncia contra la siembra clandestina del maíz transgénico, la difusión de los perjuicios de los organismos genéticamente modificados, la promoción de acciones penales contra los promotores de la siembra y el rechazo de las siembras experimentales. Cuando menos, logran que en el estado se apliquen las primeras sanciones a los agricultores que lo cultivan.

Con resultados diversos, tirándole a malos para los pequeños y medianos productores, las luchas de los agricultores chihuahuenses han sido constantes todos estos años. Sin embargo, no dejan de ser una expresión de la revuelta de los productores de Aridoamérica ante un modelo de agricultura concentrador y excluyente.

Chihuahua

El florecimiento
de
Luvinas

Víctor M. Quintana S.

En menos de dos décadas y media de políticas económicas de ajuste estructural, apertura comercial y sequía, la agricultura chihuahuense ha cambiado dramáticamente. Si antes, como en todo el país, se podía hablar de una “agricultura a dos velocidades” –la comercial, capitalizada y tecnificada, y la temporalera, campesina, productora de alimentos básicos–, ahora se tendría que hablar de una con velocidad y otra en retroceso.

El peso específico de la agricultura de temporal; su contribución al producto agrícola estatal, y su capacidad de generación de riqueza, y también de alimentos básicos, se han reducido casi a la mínima expresión. Han caído la superficie sembrada y la cosechada, así como el volumen de producción. Mientras, la agricultura de riego, a pesar de las crisis y sequías, ha aumentado su superficie sembrada y se mantiene a niveles más o menos estables en volumen y valor de la producción.

El perfil productivo de la agricultura chihuahuense se ha reorientado a los cultivos de mayor densidad de inversión por hectárea, a la explotación de los pocos nichos que le dan al estado sus condiciones geoclimáticas y las políticas económicas y comerciales: manzana, nuez, algodón, papa, chile y otras hortalizas.

El maíz se ha convertido en el cultivo de los extremos sociales: de los indígenas, quienes siguen sembrándolo para el autoconsumo, y de los productores más tecnificados, de riego, como los menonitas de la región de Cuauhtémoc y los mestizos de la Baja Babícora, que son los únicos que pueden realizar las grandes inversiones para lograr altos rendimientos por hectárea. Esta transformación ha disparado la producción de maíz amarillo al punto que Chihuahua se ha convertido en el primer productor de esta variedad a escala nacional. Los datos son muy ilustrativos: entre el año 2000 y el 2009 la producción de maíz de temporal apenas si llegó a 200 mil toneladas en su mejor año, mientras que la de maíz de riego, que en el primer año apenas rebasó las 400 mil, en 2009 rondó el millón de toneladas.

Todo esto va conduciendo a una cada vez mayor concentración de la producción y de la propiedad de la tierra en el campo chihuahuense. Los productores de temporal, campesinos todos ellos, van dejando sus tierras por la caída de rentabilidad y los malos años agrícolas: las arriendan, las dan “al partido” o, de plano, las dejan sin cultivar. Por su parte, los productores que han resistido la descapitalización, e incluso han logrado capitalizarse mediante programas oficiales como Alianza para el Campo (hoy Activos Productivos), van concentrando por compra o arrendamiento las mejores tierras, van acaparando pozos y cuotas de riego y se pueden ir aprovechando mejor de los pocos subsidios gubernamentales que restan, como el relativo al ingreso-objetivo para los productores de maíz.

Este proceso, que ha cambiado con gran fuerza la base productiva del campo chihuahuense, ha inducido también cambios significativos y tal vez irreversibles en su sociedad. Hay un real proceso de despoblamiento rural que, sin tomar en cuenta al municipio de Cuauhtémoc, muy urbanizado y diversificado en su economía, hizo que entre 1980 y 2000 hubiera un decrecimiento de 26 mil 266 personas en las otras 12 municipalidades. Los pueblos y las rancherías de la región se están avejentando aceleradamente: salen los jóvenes de ambos sexos, sobre todo van a Estados Unidos y algunos a las maquiladoras. Y se quedan los viejos, las mujeres casadas ya mayores y los niños. Los campesinos que siguen sembrando la tierra, los productores organizados, tienen un promedio de edad que muy fácilmente supera los 50 años.

No es todo: la vida social y comunitaria languidecen. Se vacían los espacios de participación y vida en común. Las escuelas primarias de los más pequeños poblados han cerrado por falta de niños. Los chicos que quedan se reconcentran en centros escolares que sirven a varias comunidades en las cabeceras municipales. Ya no se forman equipos deportivos de jóvenes, sobre todo de béisbol, porque no hay suficientes jugadores. Los organismos pro mejoramiento de los ejidos o de los pueblos ya casi no funcionan por falta de membresía. Las fiestas patronales o las festividades patrias apenas si se celebran porque las actividades recaen en los pocos y las pocas residentes en las comunidades.

Lo que sucede en el campo chihuahuense, como en el mexicano en general, es que la manera como fueron implementadas las políticas de ajuste por parte del gobierno mexicano, desde 1982, hizo que se llenara de muertos el camino. Es decir, fue tan acelerado el cambio, tan abrupto, tan sin defensas o salvaguardas por parte del Estado a favor del medio rural, que la nueva forma de dominio en el campo vino a ser una subordinación desestructurante, como señala Blanca Rubio en su artículo “La fase agroalimentaria global y su repercusión en el campo mexicano” (publicado en la revista Comercio Exterior, volumen 54, número 11, noviembre de 2004, p. 949). Desestructurante en el sentido que contribuyó poderosamente al grave debilitamiento de las formas de producción familiar, intensificó la migración hacia Estados Unidos; despobló las comunidades reduciendo los lazos que les dan integridad e identidad y abrió inmensos boquetes por donde el crimen organizado penetró al campo chihuahuense.

Hace poco más de 50 años, en el relato Luvina, del libro El llano en llamas, el genial escritor mexicano Juan Rulfo describía magistralmente un poblado rural barrido por las tolvaneras, poblado sólo por viejos y por espectros. Fue una obra fundadora del realismo mágico latinoamericano. Hoy, el campo chihuahuense es un espacio pletórico de Luvinas.

Desde 2003, David Lauer ha estado documentando aspectos del maíz nativo mexicano y del movimiento campesino. En colaboración con organizaciones no gubernamentales y comunidades indígenas ha producido exposiciones como “Pueblos de maíz”, “Alimento y espiritualidad” y “El maíz es la raíz” que siguen circulando por la República Mexicana como parte de la campaña permanente en defensa del maíz nativo


FOTOS: Eunice Adorno

Eunice Adorno

Fraum blaum es el Titulo de este acercamiento a la vida y a las historias de un grupo de mujeres menonitas que me han abierto las puertas de sus hogares y sus vidas para fotografiar sus espacios íntimos y sus acontecimientos diarios, dentro de las comunidades de Nuevo Ideal, Durango, y La Honda, Zacatecas. La complicidad mutua y las relaciones emocionales que llegan a formar entre ellas son parte de esta serie de imágenes en donde aparecen instantes apacibles y alegres que nos distraen de la idea de la vida conservadora y rígida de estas mujeres.

Mirar a las mujeres menonitas es también ser mirada por ellas. Nuestro diálogo es en español o, a veces, en gestos signados por el alemán alto y bajo en el que se comunican entre ellas, pero el verdadero punto de encuentro son los sentimientos humanos que compartimos entre las mujeres, enmarcado en este caso por la fotografía: las pasiones, la amistad, los secretos, los placeres y la diversión. Fraum blaum, que en el alemán bajo significa “las mujeres flores”, es el referente más común en la vida de estas mujeres: las flores aparecen en sus vestidos, en sus objetos, en sus nombres y en sus jardines.