Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de febrero de 2011 Num: 833

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

El accidentado viaje
de Óscar Liera

Raúl Olvera Mijares

John Irving, la lupa estadunidense
Ricardo Guzmán Wolffer

Ver Amberes
Rodolfo Alonso

El cráneo crepitante
de Roger Van de Velde

La vida privada y
la vida pública

Laura García entrevista con Gustavo Faverón

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Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Rogelio Guedea
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Muñeca

De camino a la escuela, mi hija encontró una muñeca de ojos tristes tirada en la banqueta. Le prohibí que la agarrara pero, ante su insistencia, no tuve más remedio que ceder. Mi hija levantó la muñeca de ojos tristes, le limpió la tierra que tenía en los mofletes y entró con ella abrazada a su escuela. Levanté un poco la mano para decirles adiós, pero no alcanzaron a verme. De camino a casa, me fui pensando en el destino de la muñeca. Se le habrá caído de la mochila a otra niña al ir también de camino a la escuela, pensé. Y sin que nadie se diera cuenta… O tal vez la madre, molesta, la arrojó por la ventana del automóvil en un arrebato. O fue un compañerito maloso el que la sacó, se cansó de patearla y al final la dejó ahí tirada, moribunda y con los ojos tristes. Toda la mañana estuve pensando en el destino de la muñeca como se piensa en el destino de  los hombres, y su vanidad. Poco más allá del mediodía fui a recoger a mi hija, todavía asida a su muñeca. Me despedí de la maestra, cogí su mochila y caminamos de regreso a casa bajo un día que anunciaba lluvia. No había reparado en que, mientras subíamos la empinada cuesta, aquella muñeca de ojos tristes que iba abrazada a mi hija, y que me miraba por encima del hombro, ahora esbozaba una sonrisa