Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Gualberto y Cristina

D

esde aquí, gracias a Lupita Contreras por la invitación a Applause para la presentación del más reciente disco de Gualberto Castro, Saliendo del clóset, quien la otra noche, en compañía de varios invitados y sobrinos, hizo gala de sus facultades –que están intactas– y nos regaló una soberbia actuación.

La canción que da inicio al disco, El amor no tiene sexo, la escribió Felipe Gil y está dedicada a la comunidad gay. Me dio mucho gusto saludar a Felipe, también conocido como Fabrizio cuando incursionó en el medio roquero. Es autor de una canción bellísima, Hasta que vuelvas, que en interpretación de Gualberto adquiere otra dimensión. Dicho sea de paso, el trabuco venezolano hizo una versión muy jicamosa, pero –insisto– la interpretación de Gualberto es de otra galaxia.

Saliendo del clóset es una defensa de los derechos de la comunidad gay. Los 12 temas fueron elegidos con buen gusto y escuchar a Gualberto es todo un deleite. Se lo recomiendo, mi yeneka. Asimismo, le comunico que en Las Vegas el 24 de febrero otorgaron a Gualberto un muy merecido reconocimiento en el MGM Grand Garden Arena, donde develaron su estrella y proclamaron el Día de Gualberto Castro.

La noche de la presentación me llevé una grata sorpresa al ser testigo del talento de sus sobrinos, pues, además de las cuatro beldades, debo mencionar a un baterista y un bajista que alargan la musicalidad de los Hermanos Castro. Mil perdones por no saber los nombres de los herederos del clan, pero aquí va mi humilde felicitación y, por supuesto, mi admiración.

Sencillamente, el disco de Gualberto me parece sensacional. Su versión de Y entonces, de Silvia Rexach, es para gozarla en serio. Hago mención de este número porque me da oportunidad de recordarle, mi querido yeneka, que lo que escribo son opiniones muy mías. La canción ya la conocía en interpretación de Bobby Capó y, aunque son versiones diferentes, ambas están llenas de calidad.

La de Gualberto me tocó la fibra de la nostalgia y un torrente de recuerdos llegó a mi mente, transportándome a una época de un México que por fortuna viví intensamente en todos los sentidos, en el que hubo mucha alegría y un poco de tristeza, para darle sabor al caldo, y para que hubiera de todo un poco.

Los arreglos, muy bien logrados, denotan buen gusto y aprovechan la calidad de los que intervinieron en la grabación. Otro detalle que me gustó fue que dio frescura a varios números conocidos y los envolvió de actualidad con esa calidad que no se le puede negar. A veces mi sensibilidad me hace pensar que estoy fuera de este mundo porque no comprendo cómo hay personajes que gozan de una popularidad que según mi criterio no merecen y no sólo de uno opino así. Pero, en fin, una golondrina no hace verano. En Hay que vivir el momento, Gualberto utilizó el scat para hacer un dueto con la guitarra evitando empalagarlo, lo que me hace terminar con un ¡bravo, Gualberto!

Pasando a otra cosa, mi agradecimiento a doña Cristina de todas las Cristinas –Pacheco– por invitarme a su programa Conversando. Fue para mí un honor y una distinción que valoro en el amplio sentido de la palabra.

También tuve la oportunidad de conversar sobre varios temas, entre ellos sobre un cantor que admiro –además de a esta señora de todos mis respetos–, cuyo nombre artístico es Polaco Goyeneche.

Desde la primera vez que lo escuché, este cantor me hizo darme cuenta de la naturalidad de su estilo. El aroma de barrio, aun sin ser argentino, apareció e hizo que me imaginara el riachuelo y la bohemia a la manera porteña, porque este che le da un sabor muy propio al tango. Hay interpretaciones que me encantan, como Sur y El último café, donde el lunfardo aparece de una manera sutil, pero muy sabrosa.

Me place mencionar a mi amigo Chucho Campos, quien me ha proporcionado varios discos de Astor Piazolla y Polaco Goyeneche, que han endulzado mi trompa de eustaquio y me acercaron a la calidad de dos fuera de serie que fueron tópico del programa de una dama que se ocupó de este humilde sonero, que simplemente ha sido un mortal afortunado y se despide con un reconocimiento sincero:

¡Qué bonito canta Gualberto!