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El cerro del Quemado y el origen de la vida
 
Periódico La Jornada
Martes 1º de marzo de 2011, p. 28

Real de Catorce SLP, 28 de febrero. A unos 60 minutos a caballo al suroeste de Real de Catorce, una pizca del andar del pueblo huichol desde que, según ellos, se formó el universo. Unos 550 kilómetros desde Nayarit hasta la sierra de Catorce, la ruta original que incluye los cinco puntos sagrados del pueblo wixárika: San Blas, en Nayarit; cerro Gordo, en Durango; Santa Catarina y Chapal, en Jalisco, y Wirikuta, en San Luis Potosí. A pie, el camino milenario de los huicholes en busca de la luz. A caballo, el que no está acostumbrado.

Tras pasar por casas y caminos de piedra se alzan a la vista el cerro del Quemado y el cerro Grande. Los caballos conocen la brecha. Casi con los ojos cerrados caminan entre maleza y tierra árida, entre paisajes de tonalidades propias del semidesierto. En un punto, luego de casi 40 minutos de caminar, deciden no continuar.

El trayecto cambia: a pie. El aire golpea el rostro. El cerro del Quemado hace presencia. Tres mil 800 metros de altura. Desde ahí se aprecia Wirikuta que, según Antonio, un wixaritari que vigila el templo en el Cerro del Quemado, indica que inicia allí, donde sus dedos señalan dos cerros que semejan un par de camiones que se impactan de frente. Es Yoliátl, como ellos lo conocen. El municipo de Villa de Ramos, en San Luis Potosí, según el mapa.

Antonio y su hijo Antonino de 10 años hablan poco. El sonido del viento parece detenerse cuando el padre señala que en el cerro Grande nació el Sol y luego se postró en el cerro del Quemado, donde dejó su presencia: un conjunto de piedras que forman un rostro, un conjunto de círculos donde cada año los huicholes suben y consumen peyote para hablar con sus dioses: la madre Tierra, el abuelo Sol, el padre Fuego, para que les indiquen su función en esta vida. Porque para ellos Wirikuta significa eso. El día que Wirikuta deje de existir será el apocalipsis del pueblo huichol.

El aire vuelve a sonar, pero no opaca el canto de Antonio y su violín de madera. Donde sale el Sol, se llama la canción.