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El C3: piedra Rosetta para la ciencia
L

a piedra Rosetta es un fragmento de estela egipcia con un manifiesto grabado que proporcionó la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. El texto registra un decreto que fue expedido en Menfis, capital del viejo imperio, en el año 196 aC. Se trata de tres versiones del mismo texto que utilizan diferentes símbolos: jeroglíficos egipcios, escritura demótica egipcia y griego antiguo. El monolito, descubierto en 1799 y actualmente en el Museo Británico, se ha convertido en símbolo universal de comunicación entre culturas y pueblos.

Más de dos milenios después de grabado ese texto y a pesar de los grandes avances de la ciencia desde entonces, los científicos se han encontrado con un serio problema de comunicación entre sus respectivas disciplinas. Cada una ha desarrollado sus propios códigos, procedimientos y lenguajes, haciendo muy difícil el diálogo productivo. Al mismo tiempo, se han hecho conscientes de las limitaciones que implica intentar resolver problemas asociados a nuestro intrincado mundo actual, a partir de enfoques disciplinarios, es decir, a través de la visión de una sola ciencia o disciplina, ya que la mayoría de los problemas que enfrentamos hoy día son de naturaleza compleja.

El calentamiento global, las enfermedades infecciosas como la malaria, las causas del cáncer y otros retos de salud pública, el agua, el urbanismo, la educación, los problemas ambientales y en general, los que enfrenta la sociedad actual, requieren para su solución de un nuevo paradigma. Esto no se refiere solamente a las diferentes disciplinas de la ciencia básica, sino también a las ingenierías y a la tecnología, así como a su vinculación con los sectores público y productivo.

El término complejidad intenta reflejar el comportamiento de sistemas en los que inciden numerosas variables. Un sistema complejo está compuesto generalmente por partes interconectadas o entrelazadas, cuyas interacciones arrojan información adicional y usualmente oculta al observador. Como resultado de estas interacciones entre sus elementos, surgen propiedades nuevas (denominadas emergentes) que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados.

Un sistema ecológico, por ejemplo, es complejo, con propiedades emergentes, impredecibles a partir de sus componentes. Además, si una de sus partes se altera ligeramente, el sistema en su totalidad puede sufrir cambios muy grandes y reaccionar de modo impredecible. El estudio de los sistemas complejos, para ser capaz de abordar problemas concretos, requiere de una ciencia integrativa, que logre trascender las barreras disciplinarias. Los retos que enfrentamos necesitan de una ciencia que involucre procesos integrados y no sus componentes aislados, para romper con la atomización, que dificulta la transferencia de conocimientos.

Con el propósito de buscar incidir de manera más relevante en la solución de problemas complejos que enfrenta nuestro país, un grupo de investigadores de diversos institutos y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tuvo la iniciativa de crear el Centro de Ciencias de la Complejidad. Este centro, conocido también como C3, se inauguró oficialmente a finales de 2008 en la Torre de Ingeniería, moderno y acogedor espacio situado en el corazón de Ciudad Universitaria. En él se busca poner en práctica una manera diferente de hacer ciencia, que comprende la interacción de los sistemas sociales y económicos con los fenómenos naturales, es decir, aquéllos que son tema de estudio de la física, la biología, la química y, en general, las ciencias naturales.

El grupo de investigadores que inició el proyecto C3 estuvo originalmente integrado por físicos, matemáticos, biólogos y científicos de la computación, pero hoy día participan profesionales de otras especialidades, entre ellos ingenieros, médicos, veterinarios, tecnólogos, sociólogos, e incluso filósofos, que exploran las mejores formas de comunicarse entre sí en un universo en el que cada quien habla su propio idioma. En el C3, la frontera entre las distintas ciencias busca volverse más tenue y la interacción de factores que dan lugar a lo complejo adquiere un papel primordial.

En sus primeros dos años, el C3 ha logrado ya conformar una red de más de 250 investigadores y estudiantes de facultades, centros e institutos de la UNAM, así como de instituciones públicas y universidades de México y de otros países. Se pretende desarrollar ahí soluciones tecnológicas que, para alcanzar mayor potencial, sean respaldadas por una ciencia básica de alto nivel.

En el C3 se han organizado diversos grupos que investigan desde aspectos fundamentales, como la estructura de redes de regulación genética, que al desequilibrarse dan lugar a crecimientos cancerosos, hasta desarrollos tecnológicos que ya están siendo usados en el análisis y búsqueda de soluciones a problemas muy concretos, como el sistema en línea de monitoreo de enfermedades respiratorias, REPORTA ([email protected]) y el sistema de autorganización de semáforos y sistemas de transporte público (http://turing.iimas.unam.mx/~cgg/).

En este caso, la ingeniería computacional juega un papel fundamental, dado que se buscan soluciones que involucren sistemas de predicción y toma de decisiones en problemas con importante impacto social, tales como la influenza A/H1NI, los efectos del cambio climático y el potencial para responder a él de las distintas variedades de maíz nativo de México, los análisis y escenarios de riesgo por la introducción de maíz transgénico, la prevención y/o expansión de enfermedades complejas, como la diabetes y el así como el estudio de métodos de diagnóstico temprano y tratamiento de enfermedades asociadas con la vejez.

A pesar de su juventud, los logros del Centro de Ciencias de la Complejidad empiezan a hacerse patentes. Cada vez más investigadores y estudiantes se integran a él y la red de colaboraciones se encuentra en pleno crecimiento. El espacio de encuentro científico está abierto a la participación de todos.

El C3 aspira a convertirse en una especie de Piedra Rosetta dentro de la Torre de Babel de la investigación en México, de modo que emerja en los próximos años como espacio que contribuya al desarrollo de una ciencia y tecnología vigorosas que redunden en beneficio de nuestro país.

*Dr. Alejandro Frank Hoeflich Director del Instituto de Ciencias Nucleares Integrante del Consejo Directivo del C3