Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de marzo de 2011 Num: 835

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Tres poemas
Lefteris Poulios

Educación y lectura en México: una década perdida
Juan Domingo Argüelles

El humor no es cosa de risa
Enrique Héctor González

El humor: vivir la gracia
Ricardo Guzmán Wolffer

El observatorio de Tonantzintla
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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El tartufo, su legado

Faltan veinte meses

México se vive en dos, tres, varias dimensiones superpuestas, a menudo antagónicas, difícilmente complementarias. Al menos una de esas dimensiones es prefabricada, de diseño, de felicidad preconcebida y por desgracia virtual. Ni siquiera efímera sino ilusoria, nacida del empeño de publicistas del mercachifle metidos a ideólogos de propaganda oficialista. Es el México de afiches y promocionales del gobierno: la gruesa colcha de mentiras con que se arropa el régimen, y que va desde los montajes lamentables de tenor policíaco, que tan caros le han salido luego a la diplomacia mexicana, hasta sofisticadas campañas de ingeniería social que terminan en nada, en el desbarrancadero del presupuesto y la cínica sonrisa de los dueños de los medios masivos y electrónicos, particularmente los reyezuelos de la videocracia televisiva, los del duopolio lesivo.

Felipe Calderón, presunto demócrata que llegó al poder arrastrando acusaciones de fraude electoral, ha sido un presidente arropado por las grandes cadenas de medios masivos, por los consorcios empresariales cuyos personeros en no pocas ocasiones fueron grandes donadores de dinero para su campaña, y también un débil candidato primero y endeble presidente después apuntalado por Estados Unidos. Con una credibilidad de bruces, urgido de ardites con que hurtar aceptación como el presidente que nunca será, abrazó la tesis efectista de la guerra al narco para meter al país entero en una dinámica violenta y cruel que nadie le pidió. Ante el fracaso de la estrategia le queda solamente la propaganda, tratar de vender la imagen ahora del presidente victimizado por sus díscolos detractores, que lo lapidamos con infundios. Ese es el tono que le escuché en una entrevista concedida a Roberto Rock. Como ha hecho en estos años nefandos que signan su sexenio, Calderón no hace más que lavarse la cara, se asume puntero de ideales y soluciones, no una de las principales causas del problema. Defiende con ambigüedades melodramáticas sus posturas, inflexible hasta la estulticia, se pinta valiente. Dice que solamente busca concluir su gestión “tranquilo con mi conciencia y con mis convicciones”, mientras dejará un país sumido en el caos y el miedo.

Calderón será para la Historia, a la que desde ahora mismo califica de “injusta”, un episodio oscuro, un error, un peligro para México, él sí, redirigiendo el sucio epíteto que enderezó a su principal adversario en las elecciones de 2006. Más que un peligro, una desgracia, el artífice de engaños, de guerra sucia, de trampas a la ingenuidad de la gente. Un pequeño sátrapa. Felipe Calderón Hinojosa, además de ser el instigador de una guerra que nadie quiso y en ello culpable de decenas de miles de muertes innecesarias, quedará como el torcimiento de la transición, el antidemócrata salido, qué paradoja, de los esfuerzos de una democracia siempre presunta pero nunca real por acomodaticia, medianera, logrerita. Calderón, echando mano del poder del Estado y también de los poderes fácticos, desde el clero hasta la televisión, nos ha mentido. Aparenta en público ser un crítico feroz de las políticas intervencionistas de Washington, pero se disculpa ante sus embajadores en privado. Prometió empleo digno y el desempleo en México alcanzó con sus abusivos incordios índices que no hubiéramos imaginado hace cinco o seis años, y eso que tampoco estábamos en Jauja. El producto interno bruto se ha desplomado, la moneda sigue devaluada, la canasta básica es inalcanzable ya para mucha gente, víctima de una espiral inflacionaria provocada por políticas entreguistas y vendepatrias del tartufo y sus acólitos. Ah, pero se publica toda clase de encuestas que cantan loores macroeconómicos. La banca en México se dedica a la usura. La corrupción es la tónica en prácticamente todos los estamentos de la autoridad, y con ella, implícito, el abuso. El país un despeñadero sin fondo y el gobierno una triste entelequia mayoritariamente habitada por ñoños y juniors mamones, cobardes.

Sin apoyos reales y sólidos en educación, cultura o salud pero en cambio gordas dietas a la soldadesca, insaculados los más lúgubres personajes de la política, el gobierno de Calderón ha resultado en ruinoso fracaso. El mismo Calderón, en el mejor de los casos y a pesar de lo que tenga que decir de sí mismo, apenas echando un vistazo a los saldos de su paso por Los Pinos será nada más que una mácula. Un hombrecillo mediocre indebidamente en el poder que nos volvió el país un estercolero. Muchos no lo vamos a olvidar.