OJARASCA

Con el Palacio Nacional a sus espaldas, la comandancia zapatista en la ciudad de México, marzo de 2001. Foto: La Jornada/Heriberto Rodríguez

 

A diez años

de la Marcha del Color de la Tierra

 

El 2001, quizás como ningún otro, significó un parteaguas en el camino de la lucha zapatista. Fue el año de la Marcha del Color de la Tierra, una movilización sin precedentes en la historia de México, del Tercer Congreso Nacional Indígena y de la participación de comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el Congreso de la Unión. También fue el año de la traición de la clase política toda, del desconocimiento oficial de los derechos y cultura indígena y de la búsqueda de otros caminos, no sólo para el movimiento indígena nacional, sino para muchos colectivos, organizaciones e individuos que a partir de ese momento tuvieron claro que con la interlocución con los partidos políticos, los gobiernos y las instituciones no llegarían a ningún lado. La autonomía y la autogestión en la práctica serían el esfuerzo siguiente.

En total 37 días caminó la Marcha del Color de la Tierra a lo largo de 6 mil kilómetros. La respuesta oficial a los millones de personas que participaron en más 70 actos multitudinarios llegó el 25 de abril de ese mismo año, cuando todos los partidos políticos (incluido el PRD) aprobaron por unanimidad una reforma constitucional que desconoció los Acuerdos de San Andrés. A partir de ese momento nada volvería a ser igual.

Han pasado diez años y nunca más los zapatistas volvieron a intentar una interlocución con el Estado. El siguiente paso sería la consolidación en los hechos de lo que el poder les negaba, la práctica de la autonomía y los esfuerzos organizativos desde abajo.

Marzo de 2011. Indígenas, activistas de México y de otros países, reflexionan en los siguientes testimonios sobre el significado de La Marcha del Color de la Tierra y el camino político y organizativo que siguieron a partir de entonces.

 

María de Jesús Patricio, comunidad nahua de Tuxpan, Jalisco. En estos diez años hay lo bueno y lo malo. Lo malo es que ha habido más represión, más asignación de recursos para dividir a las comunidades, más folklore impuesto por el gobierno para su aprovechamiento, minimizando a organizaciones como el cni y viendo cómo desaparecernos y destruir nuestra organización.

Lo bueno es que los que seguimos, mantenemos la posición de caminar juntos con otros pueblos. Hay veces que sentimos que nadamos contra corriente, pero mantenemos viva la esperanza de que un día se va lograr lo que tanto deseamos los pueblos.

 

Juan Dionisio, ñañhú de San Pedro Atlapulco, Estado de México. En esta década hemos tenido que fortalecer la defensa del territorio. A partir de la Marcha y de la posterior traición del gobierno, los pueblos tuvimos más claro el concepto de autonomía llevado a la práctica.

El trabajo y la experiencia de estos diez años nos han servido para enfrentar el momento actual en las comunidades, aunque no ha sido fácil. Ahora en Atlapulco contamos con una radio comunitaria que hace diez años era impensable. Este proyecto es fruto de la autonomía en la práctica, de ese caminar, de conocernos con los otros pueblos del país y del mundo con los que somos iguales.

 

Jaime Montejo y Elvira Madrid, de Brigada Callejera (que acompaña y lucha por los derechos de los y las trabajadoras sexuales). A partir de esta traición de la clase política mexicana, el ezln decide implementar los Acuerdos de San Andrés por la vía de los hechos, lo que inspiró a muchas iniciativas civiles a llevar a cabo iniciativas de autonomía en materia radiofónica, de salud, seguridad, educación y resistencia contra las acciones y omisiones del mal gobierno.

Hemos decidido por lo pronto no entrarle a iniciativas de ley que sólo abonan tiempo aire al prestigio de diputados y regidores de turno, y que a la larga no benefician a las trabajadoras sexuales en nada.

 

Ángel Luis Lara, sociólogo, músico y guionista del documental Caminantes, sobre La Marcha del Color de la Tierra. Pese a lo multitudinario y masivo del proceso que supuso esta marcha, su valor es más cualitativo que cuantitativo. Como el propio movimiento zapatista, la marcha tuvo la forma de un enorme y potente cúmulo de paradojas. Al mismo tiempo que la iniciativa apelaba al orden para que éste reconociera la autonomía y la cultura de los pueblos indios de México, su desarrollo diario iba activando una multitudinaria desocupación del orden por todo el país. A su paso, la marcha iba haciendo visible la dura realidad del México de abajo a la par que tejía un espacio político que ya no era el del orden, sino una esfera pública no estatal imposible de reconocer en las pautas tradicionales de los partidos y de las instituciones, una nueva cualidad de democracia, de comunicación, de política, de deseo de vida colectiva.

Su deseo radical de democracia, de justicia y de una política nueva y muy otra sigue encontrando conexiones universales y replicando por el planeta, del zócalo de la Ciudad de México a la plaza cairota de Tahrir, a las calles de Túnez, de Teherán, de Trípoli, de Argel o de Atenas.

 

Armando, colectivo Radio Zapote de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah). Radio Zapote está celebrando ahora su décimo aniversario y conmemorando la Marcha del Color de la Tierra en la ENAH, que fue el lugar donde se hospedó la comandancia del EZLN.

Estamos celebrando que a partir de ese suceso tenemos una radio comunitaria y libre, y al mismo tiempo estamos haciendo conciencia de lo que pasó hace diez años y refrescando esa memoria para todos los compañeros que se les ha olvidado o que no lo vivieron.

La existencia de esta radio durante diez años ya es un logro y un gran avance. Es ya una costumbre de los estudiantes hacer uso de la palabra tomando las ondas hertzianas, aunque sea sin permiso.

 

Magdalena García Durán, mazahua del Estado de México, ex-presa política. La Marcha me marcó una identidad de lo que soy. La identidad de una mujer del color de la Tierra, la identidad de estos colores de nuestra vestimenta, de nuestras tradiciones, de nuestras danzas. Ahí me empecé a sentir orgullosa, porque antes yo misma me quité un tiempo la vestimenta y les decía a mis hijos que no hablaran la lengua en la escuela para que no los discriminaran como a mí, pero a partir de la Marcha ya no.

Anteriormente el prd decía que primero los pobres y luego los ricos y ahí estuvimos apoyándolos, pero luego el prd se puso en contra de la ley indígena y ahí me sacudió, como si me dieran una cachetada.

 

Agustín Barrera, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria de Guerrero. Nosotros nos sentimos fortalecidos en estos diez años. La Marcha del Color de la Tierra significó y significa mucho porque este movimiento se ha dispersado en muchas comunidades. Gracias a esas movilizaciones los pueblos se han concientizado. Y eso nos fortalece y hace que nos sintamos bien contentos de participar.

 

Jorge Salinas, Colectivo de Telefonistas Zapatistas, de la Ciudad de México. Esta marcha significó una posibilidad muy real de que las cosas se podían cambiar en este país a través de la fuerza social y de un movimiento acompañado por millones de personas. Hicimos la lucha, pero vimos que pesó mucho la clase política y la gente que manda en este país, que vio mucho riesgo en la consolidación de este movimiento.

Las cosas han cambiado mucho. La situación es muy difícil en todo México. En este momento hay un despojo muy fuerte para la clase trabajadora. Rompieron los esquemas de jubilación, los esquemas de contratación, hoy contratan a la gente con cartas de renuncia firmadas, para que los puedan correr en cualquier momento, sin prestaciones, por honorarios, sin seguridad social. Y esto con la complicidad de las dirigencias sindicales.

La marcha dejó la lección de que la clase trabajadora debemos organizarnos por nuestro lado. No se trata de pedirles a los patrones y a los sindicatos, sino de exigirles que cumplan.

 

Juan González Cisneros, Uruapan, Michoacán. El cambio más notable en los pueblos originarios a partir de La Marcha del Color de la Tierra es la comunicación que tenemos ahora. Antes, estaban allá los yaquis con sus problemas y nosotros con los nuestros. La marcha y las otras movilizaciones zapatistas sirven para enlazar muchas luchas. A partir de ese momento se incrementó la solidaridad y acompañamiento entre los pueblos indios del país. Y en eso hemos estado.

 

Vilma Mazza, de la Asociación Ya Basta, de Italia. La Marcha del 2001 para todos nosotros estuvo profundamente relacionada con el camino del movimiento “no global” y con lo que en pocos meses sería la cita con las jornadas de Génova. Decidimos ser muchos en México con nuestros overoles blancos —como “monos blancos”— para dar cuerpo a un camino que nos habría de llevar, en los días de Génova, a construir un camino común para desobedecer a un orden global representado por los “grandes” de la Tierra y sus cumbres blindadas, y a enfrentar la violencia del poder que mató a nuestro compañero Carlo Giuliani.

Desde Chiapas, cada etapa de la marcha fue una manera de encontrarnos y reflexionar junto a otros. Otros por color, por colocación social, por historia, por explotación, pero también otros por rebelión. Etapa tras etapa, conocimos una historia del México de abajo que ningún libro de historia cuenta.

 

Alicia Solentina, estudiante de preparatoria de Uruapan, Michoacán. Tenía 7 años cuando pasó la Marcha. Mis papás me dijeron que iban a venir unas personas que se cubren el rostro y que venían a ayudarnos. Pensé que se trataba de personas mágicas. Estuve en el cni de Nurío jugando y corriendo todo el tiempo. Hoy, diez años después, me da mucho orgullo haber estado ahí. Ahora ya sé quiénes son y participo por mi cuenta en los trabajos del CNI.

 

Alejandro Carrillo Enríquez, wixárika de Santa Catarina Cuexcomatitlán, Jalisco. Esa Marcha sin duda marcó muchos cambios. Antes ninguno en mi comunidad sabía de sus derechos o el por qué peleábamos. A partir de ese día, empezó el diálogo y el indígena comenzó a caminar solo.

En el 2001 estuve en Nurío, y fue muy bueno ver a tanta gente en la marcha; llegamos a la ciudad de México y fuimos invitados junto con otros grupos por Marcos, llegamos a la ENAH y a la UNAM. Fue una gran experiencia y me marcó para siempre.

 

Teódulo Santos, nahua de las tierras recuperadas de Santa María Ostula, Michoacán. Hace diez años, cuando no teníamos conocimiento del movimiento, los líderes eran cooptados por el PRI, y otros creíamos en la izquierda institucional. Sin embargo esa izquierda no respondió a las necesidades de los pueblos y su gente. La Marcha nos impulsó, fue un parteaguas en nuestra vida.

A partir de ahí regresamos a nuestros orígenes. Hace muchos años la comunidad se juntaba y a través de una asamblea regida por los más adultos, se elegía a las autoridades. Ahora llevamos de nuevo esa forma para elección de responsabilidades, pues en un momento los partidos tuvieron el control de nuestra comunidad y eso generó división en el pueblo.

 

Gloria Muñoz Ramírez

 

El nuevo manifiesto del Congreso Nacional Indígena aquí