Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de marzo de 2011 Num: 836

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres cuentos
Orlando Monsalve

Céline, bagatelas
de un aniversario

Gabriel Santander

La aguja en el arenal
(poesía joven de Jalisco)

Philip K. Dick,
el filósofo escritor

Matteo Dean

Las manos de John Berger
Ángela Pradelli

Palabras
John Berger

Grandeza y miseria de
un vestido y un cocodrilo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Louis-Ferdinand Céline

Céline, bagatelas
de un aniversario

Gabriel Santander

Las razones de la fama suelen ser equívocas. Un autor como Louis-Ferdinand Céline por arriba y por debajo de su éxito genera incomodidad por su inclasificable estilo personal y literario. Hoy en el mundo se le recuerda a medio siglo de su muerte y se hace con nostalgia, admiración y renovado rencor. Muchos, todavía, lo recuerdan como el profeta del odio.

La interminable discusión entre obra y biografía pasa una prueba de fuego con Céline. A nadie se le olvida que fue, más que un simpatizante de los nazis, un terco antisemita. Repasemos apenas un bocadillo de su veneno. En Escuela de cadáveres escribió: “[los judíos] en el rebaño humano no son otra cosa que bastardos gangrenosos, destructores y putrefactos”.

A mí no me queda claro, cuando se expresan conjeturas tan desarmantes y radicales, qué es lo que se censura. ¿No se estará cercenando un área vital del pensamiento más allá de la opinión? Y lo digo en abono de Céline. En dado caso, es algo ambiguo y discutible. Cuando esto se vuelve idiota es cuando se toma el tono de profeta y la sintaxis de la profecía. Cosa que el escritor francés no dejó de hacer. 

Se pasa del área de la reflexión a la antesala del poder. Yo no estoy obligado a que me gusten los negros… ¿y esto tendría alguna importancia más allá de mi mal gusto y fijación? Sí, si pretendo establecer que además de apestosos, los negros no tienen derecho al voto. Ser grosero no es ningún delito, ser obtuso, terco y mesiánico sí. Un gran autor suele ser presa de su lenguaje. No es que Céline dejara de ser consciente de sus monadas antisemitas, sino que su sintaxis galopa… y puede galopar hacia chingadera y media.

Las ideas personales se vuelven riesgosas cuando toman el tono del profeta. No hay nadie mejor que Cioran para iluminar esta transformación: “En sí misma toda idea es neutra… o debería de serlo.” Lo que echa a perder cualquier idea es el espejismo de la machaconería. Los hombres a sus propias fuerzas son tercos y glotones y los profetas avanzan con este par de chanclas. El mismo Céline en una entrevista concedida a Albert Zbinden en 1957 recula, se arrepiente, pero con una sonrisa de Mona Lisa. “Es que los judíos nos llevaban a la guerra… y es que… y es que...” etcétera.

La escritura de Céline galopa y, más que galopar, viaja en taxi. Uno de los pasajes más interesantes de la literatura contemporánea es esa discusión en un taxi, tomado después de la verbena en Viaje al fin de la noche. Quienes hemos bebido y empezado a discutir dentro de un taxi a altas horas de la noche, reconocemos ahí dentro un mundo extraordinario. Y es el de esa novela primordial, cuando Malone le dispara a Robinson. ¡Y el taxi no se detiene! ¡Ahí está 2011 calcado de 1931! ¡Bravo!

Hoy nadie quiere volver a reeditar los panfletos del novelista. Le Magazine Littéraire le dedica su número de febrero 2011 con toda precaución, el ministro de cultura Frédéric Mitterrand abjuró oficialmente de la celebración, aunque el super alcalde gay de París, Bertrand Delanoe, lo tomó con completo desparpajo: “Céline es un excelente escritor, pero un perfecto cabrón.”