Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de marzo de 2011 Num: 836

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres cuentos
Orlando Monsalve

Céline, bagatelas
de un aniversario

Gabriel Santander

La aguja en el arenal
(poesía joven de Jalisco)

Philip K. Dick,
el filósofo escritor

Matteo Dean

Las manos de John Berger
Ángela Pradelli

Palabras
John Berger

Grandeza y miseria de
un vestido y un cocodrilo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Naief Yehya
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Los últimos días de Kadafi

La literatura por venir

En un futuro cercano se escribirá gran literatura sobre los días de ira y la épica revolucionaria que está arrastrando al mundo árabe. Seguramente alguien contará con maestría la tragedia grotesca de los sátrapas que confundían sus nombres propios con los nombres de sus países. La épica de los pueblos que se levantaron después de décadas de humillaciones y atropellos será relatada en maravillosos poemas y se reflejará en obras de arte duraderas. Estamos viviendo un momento fascinante y, aunque las estructuras políticas y sociales de Egipto y Túnez no fueron demolidas para dar lugar a sociedades nuevas, el colapso de esos  gobiernos es una oportunidad sin precedentes en el mundo árabe para construir algo nuevo y diferente, aunque la presión estadunidense y la corrupción sigan vigentes. Como han dicho muchos: la parte fácil es ganar la revolución, lo difícil viene después.

El emperador va desnudo

Pero quizás el relato más fascinante que saldrá de esta marejada revolucionaria será el de un líder idealista que tomó el poder en Libia hace cuarenta y un años, inspirado  en el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Este joven coronel soñó con unir a los árabes y liberar a África,  intentó ayudar a los revolucionarios en Centroamérica y quiso oponerse a la hegemonía estadunidense. Pero en la lucha por los desposeídos perdió la brújula, como tantos otros, y se convirtió en un ostentoso bufón, frívolo, arrogante e incoherente, un déspota enrollado en trapos multicolores (que sólo él imaginaba que representaban un legado tribal). Seguramente alguien hará un excelente filme sobre el liberador de los oprimidos que se transformó en un opresor demente, en una bestia sorda y ciega que creó un imperio de silencio y terror, y cuando el pueblo le perdió el miedo desencadenó toda la furia y violencia para reprimirlo.

La evolución

Este hombre, que renunció a todo puesto oficial, ya que supuestamente el poder sólo podía ser del pueblo, se mantuvo como líder absoluto y distribuyó el poder entre sus hijos mientras los preparaba para continuar la dinastía. Kadafi se fue transformando: de ser un megalomaníaco más se convirtió en un digno heredero de Mussolini al emplear las mismas tácticas de el Duce para torturar y bombardear a la población libia; asimismo evoca a Nicolae Ceausescu tratando de sujetar el poder que se desvanecía en sus últimos días, y también, como escribe Uri Avnery, cada día recuerda más a Hitler en su bunker, planeando en mapas ofensivas con ejércitos que ya no existen más o que han dejado de servirle mientras sueña que el pueblo lo adora y está  dispuesto a morir por él, cuando en realidad miles están listos para sacrificarse y acabar con su régimen.

¿Y dónde quedó la Hermandad Musulmana?

Si algo sigue siendo notable en este tiempo de revueltas es la total desaparición de los grupos fundamentalistas islámicos. Los grupos jihadistas, que supuestamente buscaban derrocar a los tiranos al servicio de Estados Unidos y a los herejes, han sido incapaces de aprovechar la situación; han sido rebasados por el pueblo y los reclamos más simples que han marginado a la religión a un plano meramente decorativo. Como se ha dicho antes, no se ven banderas israelíes ni estadunidenses ardiendo en estas manifestaciones, no se habla de crear califatos o de restaurar al imperio árabe desde Argelia hasta Siria, sino que se exigen reformas democráticas, claras y pragmáticas. En este mismo espacio hace algunas semanas hablaba de la inevitable atracción del pueblo árabe hacia el islamismo. Hoy esas tentaciones parecen muy remotas.

Los alucinógenos de Bin Laden

El régimen de Kadafi se desmorona, pero entre más tiempo tarde su caída más oportunidades tendrán las potencias de intervenir (ya se habla de tropas estadunidenses y británicas en alerta listas para “ayudar”), más durará el sufrimiento y más se abrirán heridas entre el pueblo y el ejército; ya han aparecido dos “gobiernos rebeldes” en Benghazi. Entretanto, varios regímenes árabes, como Jordania, Yemen y Marruecos, comienzan a hablar de “reformas” y cambios para tratar de ganar tiempo e impedir ser arrasados. Los sauditas y el mismo Kadafi han ofrecido dinero (400 dólares este último) a sus pueblos para comprar su lealtad.  Mientras esto se escribe, la batalla de Libia sigue cobrando vidas y el coronel Muamar Kadafi delira como un Rey Lear estrambótico, vanidoso y rabioso que está convencido de que los rebeldes son jóvenes a los que Osama bin Laden controla con “píldoras alucinógenas disueltas en la leche y el Nescafé” (drogas, Al Qaeda y café soluble: sería difícil pintar a los rebeldes de manera más negativa), como dijo en su discurso televisivo del 25 de febrero.