Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de marzo de 2011 Num: 836

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres cuentos
Orlando Monsalve

Céline, bagatelas
de un aniversario

Gabriel Santander

La aguja en el arenal
(poesía joven de Jalisco)

Philip K. Dick,
el filósofo escritor

Matteo Dean

Las manos de John Berger
Ángela Pradelli

Palabras
John Berger

Grandeza y miseria de
un vestido y un cocodrilo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Orlando Ortiz

Del tintero

Después de escribir cada una de estas columnas me asalta la impresión, bastante molesta, de que muchas cosas se me han quedado en el tintero. Creo que algunas habrán de permanecer allí para siempre, pero hay otras que puedo, quiero y necesito abordar aquí y ahora.

Por ejemplo, lo dicho hace algunas semanas por el senador panista Eduardo Nava Bolaños, en el sentido de que gran parte de la crisis en el campo mexicano se debe a que hay muchos campesinos muy flojos, que se la pasan en el chisme en lugar de trabajar. Mayor ignorancia y simplismo no puede haber; además, es la cantinela que ha manejado la derecha desde que el movimiento revolucionario enarboló la bandera agrarista. Según parece, para el senador Nava basta con que el campesino le eche maíz al surco para que ya todo esté bien. Pasa por alto que antes de eso, hay que preparar la tierra, hacer el surco, y para eso se necesita un tractor, o sin ponernos exigentes, por lo menos una yunta de bueyes. (Habrá quien me diga que en ese caso hay muchos en las Cámaras, pero ni para eso serían buenos.) Después, necesitan semillas buenas, porque sembrar cualquier semilla no garantiza nada, y menos si se trata de un grano híbrido. Por otra parte, la mayoría de las tierras que se repartieron son de temporal, es decir, para producir dependen de que llueva o no; y las parcelas, por su tamaño, responden más a un concepto de autoconsumo que de abasto nacional.

Obtener una mazorca es una tarea titánica y eso está sujeto a muchas contingencias, mismas que desde siempre han enfrentado los ejidatarios y parvifundistas. El caso es que únicamente los grandes terratenientes pueden ser grandes productores, porque a la tierra debe añadírsele dinero, capital suficiente para preparar la tierra, adquirir buena semilla, realizar las labores de cultivo, adquirir abonos o fertilizantes, herbicidas, combatir las plagas que se presenten o prevenir que lleguen, etcétera. Un campesino jodido, que tiene una parcela de tres hectáreas de temporal, es imposible que pueda sembrar nada si no recibe financiamiento o apoyos gubernamentales. Los cuales, por sistema, cuestionan funcionarios o legisladores como el señor Nava. ¿Dinero para esos campesinos huevones? ¡Jamás! Pero si quienes reclaman apoyo son latifundistas o grandes productores, de inmediato aparecen los millones. Y no censuro que se destine dinero a la producción de alimentos, porque ese renglón es vital para el país y hasta podría señalarse como de seguridad nacional, pero lo jodido es que no son parejos: o todos coludos o todos rabones. Si se ayuda a unos debería apoyarse también a los otros.

El problema es mucho más complejo, lo sé, pero me irritó el simplismo del senador Nava. Y es complejo no sólo en nuestro país y por culpa de los agraristas o ejidatarios, sino en todo el mundo, incluidos los países del primer mundo. Atender ese problema es algo urgente, porque todo lo que tragamos los omnívoros y hasta los vegetarianos, viene del campo. Y si insisten los legisladores y gobiernos en soslayarlo, habría  que empezar a investigar con qué sustituir los alimentos de origen agropecuario, ¿pastillas, como en las novelas y cintas de ciencia ficción? Y aun así, ¿con qué se manufacturarían esas tabletas? Dejemos aquí este asunto, porque no quiero que se me acabe el espacio sin decir algo sobre la “nueva lucha de clases”.

Los políticos mexicanos son tan fregones que se han encargado, en un abrir y cerrar de ojos, de echar por tierra la tesis que tanto tiempo le llevó elaborar a don Carlos (Marx) y a Federico (Engels). Cierto que, como hiciera Lenin en su momento, a esas ideas les hacía falta una ajustadita a los nuevos tiempos, pero no algo tan radical como lo que se ha conseguido recientemente, y ¡en México! Me refiero a la sustitución del sujeto histórico. Hoy, la moda, o lo nuevo, es que el proletariado desapareció, también la burguesía. La muestra está en las elecciones que se realizaron en Oaxaca, para no hacer una larga lista. Lograr, después de arduas y fatigosas negociaciones, unirse PRD y PAN para lanzar a un candidato del PRI, es el ejemplo más contundente de que ahora el motor de la historia es el enfrentamiento (todavía soterrado) no de la clase proletaria contra la clase burguesa, sino de la clase política contra la clase social (nuevas categorías, claro). Porque lo que ha prevalecido recientemente en los procesos electorales es el interés de los políticos y partidos por sostenerse en el poder y conservar las prebendas que obtienen por la supuesta defensa de los intereses de la clase que se supone representan, y olvidarse de la ideología que respalda su actividad. Y... para no variar, se me quedaron muchas cosas en el tintero.