Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de marzo de 2011 Num: 837

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
RicardoVenegas

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Cartas de Carlos Pellicer
Carlos Pellicer López

El animal del lenguaje
Emiliano Becerril

Los ojos de los que no están
Raúl Olvera Mijares entrevista con Benito Taibo

Cézanne, retrato del artista fracasado
Manuel Vicent

Creador de sueños
Miguel Ángel Muñoz

Un inspector de tranvías
Baldomero Fernández Moreno

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Alonso Arreola
[email protected]

¿Décima temporada de American Idol?

No, no hemos enloquecido. Tampoco tenemos intereses soterrados ni hay canal televisivo que nos regale favores. Simplemente ha llegado el momento de hacer algo que aplazamos por años, hasta tener pruebas suficientes. Esto: recomendar a nuestro lector que se acerque a la décima temporada del programa de canto estadunidense American Idol. No se arrepentirá. Escuchará a jóvenes verdaderamente dotados sobre repertorios usualmente valiosos, y entenderá lo distintas que pueden ser las cosas cuando la televisión es congruente con una idea y la hace evolucionar (incluso en el más llano entretenimiento), soslayando las viejas prácticas del compadrazgo o el negocio familiar. ¿Verdad Emilito?

Normalmente recomendamos tener una actitud crítica ante cualquier idea generada en medios o mentes acostumbradas a la bazofia. Intentamos diferenciar a quienes proveen entretenimiento y quienes van más allá en su compromiso con la música. Comparamos a un debutante hueco con leyendas del pasado para no olvidar lo que se ha logrado e impedir que los parámetros se cierren. Evitamos destinar espacios como el de esta columna a programas irrelevantes o demasiado ligados a “lo comercial”. Cierto y correcto. Pero bueno, “el que es perico donde quiera es verde”, y entre los participantes del actual American Idol hay algunos intérpretes muy pericos (verbigracia: Casey Abrams, a quien se puede ver en Youtube cantando y tocando el contrabajo sobre “Why Don’t You Do Right?”).

Idea más que probada en los inicios de la radio y la televisión, la del concurso de talento se readaptó en Estados Unidos en junio de 2002 como un derivado del show británico Pop Idol. Al principio estaba claro que la búsqueda de un “ídolo americano” tenía que seguir la senda de sus cánones más anquilosados. Así, con el jurado compuesto por una ex cantante pop de mediano éxito, Paula Abdul, un bajista notable, Randall Darius Jackson y un productor malhumorado y sarcástico, Simon Cowell, la ganadora no pudo ser otra que Kelly Clarkson, niña rubia que parecía encarnar el rumbo de la exitosa idea. Empero, ubicado en la cima de los charts, el programa dio un paso adelante y en su segunda temporada premió a Ruben Studdard, negro y simpático hombretón que para las mentes suspicaces representaba, otra vez desde lo políticamente correcto, un curarse en salud para el espectáculo. Luego ganaría la también negra Fantasia Barrino, y después otra rubia: Carrie Underwood. Seguirían posteriormente otros de dulce, chile y manteca que, debemos reconocerlo, fueron aclarando una realidad: el programa subía en términos de aptitud despreocupándose cada vez más por la imagen de sus participantes, reflejando que los votos de la audiencia serían certeros ante una evidencia fortalecida en trece semanas de conciertos televisados.

Cambiando de jueces y procedimientos, de producción y locaciones, American Idol supo temprano que la única forma de seguir entre los favoritos, no sólo del país del norte sino de un mundo atento que ha ensayado la fórmula con mayor o menor suerte (ni recordar el bodrio que se hizo para Latinoamérica), es elevando el nivel de los concursantes. Por ello lo que hoy vemos es encomiable y ha contribuido a que el entretenimiento musical mejore en general, pues no podrían explicarse series como Glee sin una generación de televidentes que lleva años juzgando y votando a cantantes extraídos en audiciones a las que asisten decenas de miles de aspirantes.

Hoy el jurado de American Idol está formado por Steven Tyler (ex vocalista de Aerosmith), Jennifer López (cantante pop), y el único sobreviviente del reparto original, el bajista y productor Randall Darius Jackson. Gracias a ellos, quienes ganan la competencia realmente se convierten en entertainers de largo aliento. No como en las patéticas y rupestres aproximaciones de Televisa y TV Azteca, cuyos involucrados terminan conduciendo cápsulas en programas de entretenimiento dominical o teniendo alguna participación en asquerosas telenovelas. En American Idol, incluso, hay espacio para varios reyes sin corona que, ganando el segundo lugar, fueron catapultados a una merecida fortuna. Ahí están Clay Aiken y Adam Lambert, por no mencionar a la increíblemente talentosa Jennifer Hudson, recipiente de un Oscar por su papel en la película Dreamgirls.

Hudson, de hecho, es buen ejemplo para concluir nuestra curiosa recomendación de hoy. Ella no es una mujer que repentinamente decidió cantar. Picando piedra y acumulando muchas horas de vuelo en todo tipo de escenarios, un día asistió a las audiciones de American Idol, proyecto cuyo sistema pudo identificarla y llevarla a la cumbre. El puro hecho vale atención y revisión. En el mismo sentido preguntamos: ¿qué habrá sido de Toñita la de la Academia?