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Revuelta en Magreb y Medio Oriente
¿Quién remplazará al coronel?
E

s probable que el coronel Muammar Kadafi pierda el poder en los próximos días. Las fuerzas dispuestas en su contra son demasiado poderosas, y su propio respaldo político y militar es muy débil. Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia difícilmente permitirán que se dé un impasse en el que él se mantenga en Trípoli y partes del oeste de Libia en tanto los rebeldes se afianzan en el este del país.

Ya desde antes de los ataques aéreos Kadafi no había podido movilizar más de unos mil 500 hombres para marchar contra Bengasi, y muchos no eran soldados entrenados. La razón de su avance es que los rebeldes del este fueron incapaces de lanzar a la batalla a los 6 mil soldados cuya defección disparó el levantamiento original.

Los primeros días de intervención extranjera reflejan la experiencia de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán en 2001 e Irak en 2003, de ir extremadamente bien. Los ataques aéreos destruyeron una columna de tanques e infantería al sur de Bengasi; los sobrevivientes huyeron. Pronto la desbandada podría evocar la rápida disolución del talibán y del ejército iraquí.

En Irak y Afganistán la mayoría de la gente se alegró de librarse de sus gobernantes, y la mayoría de los libios estarán contentos de ver partir a Kadafi. Su régimen bien podría caer mucho antes de lo que ahora se espera. Los expertos han estado advirtiendo en días recientes que tal vez Kadafi esté loco, pero no es tonto; eso, sin embargo, es subestimar la calidad de ópera bufa de su régimen.

La próxima etapa en Libia –después de la caída de Kadafi– es lo que tiene el potencial de producir un desastre similar a los de Afganistán e Irak. En ambos casos una guerra victoriosa dejó a Estados Unidos como la potencia dominante. En Irak se convirtió en poco tiempo en una ocupación imperial a la vieja usanza. La ocupación fue la madre de todos los errores, gusta de repetir un líder iraquí. En Afganistán los estadunidenses siempre dieron las órdenes, aunque Hamid Karzai encabezara el gobierno.

El mismo problema se presentará en Libia: la falta de un socio local creíble. Los rebeldes han mostrado su debilidad política y militar. Si así no hubiera sido, no se habría dado la necesidad de una intervención extranjera de última hora para salvarlos.

Los líderes locales que se encumbran en semejantes circunstancias suelen ser los que hablan mejor inglés y se granjean a Estados Unidos y sus aliados. En Bagdad y Kabul los que se elevaron primero fueron los que se dieron prisa en mostrarse serviles y en comparecer ante el Congreso estadunidense para expresar su repulsiva gratitud por las acciones de Washington.

Existe otra complicación. Libia es un Estado petrolero como Irak, y la riqueza petrolera tiende a sacar lo peor casi de cualquier persona. Conduce a la autocracia, porque quien controla los ingresos petroleros puede pagar un costoso aparato de seguridad y despreciar al público. Pocos estados que dependen por completo del petróleo son democracias.

Los aspirantes a líderes libios que jueguen bien sus cartas en los próximos meses podrían colocarse en posición de ganar mucho dinero. Un servidor civil iraquí en Bagdad comentó con cinismo, antes de la caída de Saddam Hussein en 2003, que los exiliados iraquíes son una réplica exacta de quienes hoy nos gobiernan, pero que los líderes de entonces ya estaban casi saciados porque llevan 30 años robándonos, en tanto los nuevos gobernantes serán como buitres.

Ya se han dado signos de que David Cameron, Hillary Clinton y Nicolas Sarkozy se han llegado a creer mucha de su propia propaganda, en particular en cuanto al apoyo de la Liga Árabe a sus ataques aéreos. Diplomáticos normalmente desdeñosos de las opiniones de la Liga Árabe de pronto afirman que el llamado de ésta a una zona de exclusión aérea es prueba de que los árabes favorecen la intervención.

Eso podría cambiar con rapidez. Los líderes de la Liga Árabe son en su mayoría personas a las que el despertar árabe pretende desplazar. Se espera participación militar contra Libia de Emiratos Árabes Unidos y Qatar, miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, que agrupa a las monarquías del Pérsico. Es el mismo CCG que acaba de enviar tropas a Bahrein para ayudar al gobierno a aplastar las manifestaciones de la mayoría chiíta por la democracia.

La peor atrocidad verificable de las pasadas semanas en el mundo árabe no ocurrió en Libia sino en Yemen, donde matones partidarios del gobierno ametrallaron una manifestación pacífica el viernes pasado y dieron muerte a 52 personas.

En términos de ejercicio de autoridad, es probable que Kadafi sea remplazado no por libios, sino por las potencias extranjeras que ayudan a derrocarlo. A juzgar por lo que ocurrió en Afganistán e Irak, no falta mucho para que sus acciones sean vistas en todo Medio Oriente como hipócritas y encaminadas a sus propios fines, y resistidas como tales.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya